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Amenaza de bloqueo

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El próximo Gobierno no puede depender de los caprichos de un Puigdemont que ha laminado a los sectores más posibilistas de su partido

El Norte

Valladolid

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Lunes, 18 de marzo 2019, 11:05

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El golpe de mano de Carles Puigdemont en las listas con las que el PDeCAT se presentará a las elecciones generales y europeas es un nuevo paso en la estrategia de confrontación del independentismo catalán. El expresidente de la Generalitat huido de la justicia ha laminado al sector moderado de su partido, impuesto como cabezas de cartel a tres presos preventivos juzgados por graves delitos en el Supremo –Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull– y colocado en puestos de salida a otras personas de su máxima confianza afines al secesionismo más radical. Además, él mismo se ha situado al frente de la candidatura al Parlamento europeo en un nuevo intento de internacionalizar su desafío al Estado y el victimismo con el que ha disfrazado su reiterada burla a la legalidad. Este obsceno exhibicionismo del poder casi absoluto que Puigdemont ha acumulado en el PDeCAT persigue poner la reivindicación independentista en el foco del debate electoral y de la política española. Lo conseguirá si, como pronostican las encuestas, sus escaños son determinantes para inclinar la balanza en un Congreso partido por la mitad en dos bloques irreconciliables sin mayoría suficiente. Su objetivo es bloquear la investidura del próximo presidente y la gobernabilidad del país con una exigencia de imposible aceptación, como él no ignora: canjear sus votos por una secesión absolutamente contraria al marco constitucional y a los deseos de la mayoría de la sociedad catalana. Un órdago como el que ha forzado a Pedro Sánchez a adelantar las elecciones principales después de que el Parlamento tumbara su proyecto de Presupuestos al negarse el soberanismo a discutir siquiera su contenido si el Gobierno no accedía a un referéndum para la autodeterminación de Cataluña. Al arrinconar a los sectores del PDeCAT más posibilistas y proclives al diálogo, el autoexiliado en Waterloo apuesta por una escalada de la tensión que da alas a los sectores más extremistas y entusiasmados de jugar con fuego. El fantasma de una persistente inestabilidad que amenaza a la política española aconseja un gran pacto entre los principales partidos sobre cómo abordar el desafío catalán. También acabar con el frentismo imperante en la precampaña electoral para articular una mayoría estable de Gobierno que no esté a expensas de los chantajes del independentismo catalán sea cual sea el reparto de fuerzas que establezcan las urnas entre el eje de centro-derecha y el de izquierdas. Ceder a Puigdemont la condición de árbitro en el Congreso sería de todo punto irresponsable.

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