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Así estoy yo sin ti

«La Roja dice adiós a una época en un triste partido», tituló el diario 'Sport', y con ello se cierra una época que, a muchos aficionados, les deja un sentimiento contradictorio

Antonio G. Encinas

Martes, 24 de junio 2014, 10:14

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Fue ver a España jugando ese partido insulso, de goles sin celebración, y acordarme de la canción de Joaquín Sabina así estoy yo sin ti. Extraño, como Diego Costa con la camiseta española y sin comerse un rosco. Torpe, como Sergio Ramos y Piqué renqueantes ante Holanda. Absurdo, como tener que jugar contra Australia, como Inglaterra ante Costa Rica, como Portugal sin ganas ante Ghana. Vacío, como el ánimo de los hinchas fervorosos que soñaban con la cuádruple gesta que iba a cuadrar, valga la redundancia, el círculo virtuoso de Eurocopas y Mundiales.

Oscuro, como el futuro que vaticinan los empeñados en convertirse en agoreros oficiales del desastre, narradores con saña de la catástrofe imprevista. Negro, como cuando nos quedábamos a las puertas. Febril, comoCesc, como Mata, como Albiol, como esos fracasados sin haber podido siquiera fracasar.

Así estoy yo sin ti.

Perdido, sin saber si escoger a Brasil por lo que fue, a Italia por lo que ahora quiere ser o a Alemania por lo que siempre será. Huraño, sin ganas de ver jugar a Estados Unidos al soccer ni de reírle las gracias a Maradona, el dios más fieramente y estúpidamente humano.

Así estoy yo sin ti.

Tan triste como un campeón desvencijado, hundido, roto, descosido.

Vencido con la misma humillación con la que solo puede ser derrotado quien hace poco ocupaba el peldaño más alto del podio más ansiado. Lascivo, porque quien sujeta brazo en alto un trofeo, y luego otro, y luego otro, necesita recobrar cuanto antes la sensación gozosa, placentera, orgásmica, de volver a hacerlo. Furtivo, mirando de reojo ese Mundial que ya no es el nuestro, que ya no lo será porque no estamos en él, de vuelta en ese avión pesaroso que voló hacia allá con su flamante Llevamos la ilusión de todo un país escrito en el vientre, y que ahora vuelve para encontrarse con la desilusión de todo el país en la terminal. Inquieto, porque habrá que esperar cuatro años para otro Mundial.

Errante, por una fase de grupos que ya es solo una interminable sosez hasta los cruces. Quemado, porque cada vez que elijo otro equipo, se lo cargan. Solo, frente a un televisor que ya no mira nadie en el bar.

Así estoy yo sin ti.

Inútil, como los tres goles que marcó España a Australia. Violento, en uno de esos arrebatos de forofo mal perdedor, cuando me acuerdo del mal trago ante Holanda y los gestitos de Robben.

Tan triste como quien se creía invulnerable y ha descubierto, tarde, que era frágil.

Amargo, al acordarme de que fuimos los mejores, y de cómo lo fuimos, y de que ya no lo somos. Macabro, cuando, desengañado, me uno a la corriente negativa y pienso que no hay futuro, ni relevo, y que el bonito sueño de la Roja se esfumó. Tan triste como un Mundial en invierno en Catar.

Así estoy yo sin ti.

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