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Miércoles, 20 de junio 2018, 09:10
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El Consejo Europeo se dispone a estudiar, en su reunión del 28 y 29 de junio, la propuesta de establecer centros de recepción e identificación de migrantes con destino a la UE en terceros países de la orilla sur del Mediterráneo. La pregunta inmediata es si tal medida está pensada para recibir de manera más justa, racional y efectiva a quienes se dirigen a países europeos de la mano de tramas que se lucran con el tráfico de seres humanos, o si más bien trata de sortear las diferencias que se agudizan entre los socios de la Unión y en el seno de cada uno de sus países miembro a causa de la migración. La única manera de afrontar el mayor desafío a que se enfrenta la humanidad en Europa –la imparable corriente migratoria hacia las regiones más prósperas y pacíficas del mundo– es alcanzar el más amplio consenso al respecto. Pero ese consenso no puede dar la espalda ni a las causas últimas de la migración, ni a la necesidad de articular respuestas integradoras a las miles y miles de personas que reclaman vivir como nosotros o entre nosotros. Los promotores de la iniciativa argumentan que tales centros servirían de disuasión para quienes se encuentran ante la oportunidad de emprender un viaje lleno de peligros, y así se evitarían tantas muertes en el mar. Sin embargo, una de las características de la migración es que se trata de un fenómeno imprevisible en cuanto a los efectos que inducen las políticas que se aplican frente a él. La fórmula que maneja el Consejo Europeo, de «plataformas de desembarco» fuera de la UE, plantea serias dudas sobre la posibilidad legal de que espacios de acogida e identificación situados fuera de la Unión sean gobernados desde Bruselas. Pero lo más preocupante es que la propuesta lleva a imaginar enormes campos de refugiados y migrantes que pudieran eternizarse en su provisionalidad. Porque contribuirían a diluir la responsabilidad de cada socio europeo. El flagrante incumplimiento de los compromisos adquiridos mediante cuotas, para acoger país por país a los migrantes que ya están a este lado del Mediterráneo, es un precedente que previene de las bondades de esos centros de recepción e identificación. Por eso sería mejor que el consenso requerido al Consejo Europeo próximo se limitara a acordar que los refugiados con derecho a asilo en el país en el que lo soliciten deban permanecer en él, sin que puedan utilizarlo como base para trasladarse inmediatamente a otro.
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