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Miércoles, 8 de agosto 2018, 08:36
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Sin duda satisfecho de ser un dirigente que cumple su palabra –en esta ocasión, como otras en el pasado, sabedor de que el mundo entero disiente–, el presidente Trump se felicitó ayer por la entrada en vigor de una de sus decisiones más discutibles y audaces de su presidencia: activar el programa de sanciones económicas, financieras y políticas contra el Irán shií, acusado sin prueba alguna de ser un factor del terrorismo en Oriente Medio. El pecado iraní, es sabido, es la duración del régimen que siguió a la caída del Sha y la militancia del mismo en el campo propalestino y, desde luego, antiisraelí.
Trump y su belicoso asesor de seguridad nacional, John Bolton, han decidido hace tiempo que la política de estrecha relación con el régimen de la Arabia wahabí era la opción ganadora, desde la común aprensión ante el auge regional de Irán, que comparte ahora el éxito del régimen sirio derrotando con su apoyo y sobre todo el de Rusia a la oposición armada tras cinco años de guerra. La Casa Blanca de Trump trabaja en estrecha cooperación, por decirlo moderadamente, con Israel; sus tres hombres clave sobre el terreno, el embajador David Friedman, el encargado del dossier israelí en la Casa Blanca, Jason Greenblatt, y su propio y activo yerno, Jared Kushner, son judíos activos en la causa sionista.
Este diseño proisraelí destinado a blindar a Israel a todos los efectos es el que, a fin de cuentas, explica lo sucedido con el excelente acuerdo nuclear con Irán. Negociado hasta la última coma, sometido a una inspección rigurosa y permanente por la Agencia Internacional de Energía Atómica, su adopción fue considerada uno de los escasos hechos relevantes en el arduo camino del control de la actividad atómica en el mundo. El acuerdo no está muerto, evidentemente, y de hecho la interesada decisión de Trump no significa un cambio radical ni inmediato en el escenario. La Unión Europea, Rusia y China ignorarán, y harán bien, lo decidido por Trump y su grupo de activistas interesados. Porque eso son: gente de vista corta y negocio seguro, aunque uno de ellos sea presidente de los Estados Unidos.
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