Un niño chino de 6 años encarna la crueldad de Trump con los inmigrantes
Estados Unidos ·
El pequeño Yuanxin fue separado de su padre en Nueva York para forzarle a firmar la deportación y aún se desconoce su paraderoMarcedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 9 de diciembre 2025, 06:58
Un niño de 6 años con gafas y ojos achinados es el último rostro de la crueldad migratoria de Donald Trump. «Barbarie», la calificaba Sam ... Rasiotis, cuyo hijo era compañero del pequeño refugiado en el mismo colegio público de Astoria (Queens) al que asistía desde septiembre. Yuanxin fue separado de su padre el pasado día 26 durante una cita rutinaria en la oficina de servicios migratorios. Todavía hoy se desconoce su paradero.
Cada padre de familia con hijos de esa edad se estremecía al pensar cómo reaccionaría al encontrarse separado de su familia, sin entender lo que ocurría, ni siquiera hablar el idioma de sus captores. Fei Zheng había llegado a EE UU con su hijo en abril huyendo de una persecución política en China. Ambos fueron detenidos al intentar cruzar la frontera para plantear su caso de asilo. Mientras se desarrollaba el proceso, habían acudido a las dos citas migratorias de control y cumplido con todos los requisitos. Nunca habían sido separados, hasta ahora.
Las autoridades acusan al padre de haberse resistido a aceptar la orden de embarque voluntaria a un avión con destino a China que intentaron hacerle firmar. «No separamos a las familias, protegemos a los menores no acompañados cuando sus progenitores son arrestados», defendió el Departamento de Seguridad Doméstica en un comunicado. Se argumenta que el hombre actuó de forma «tan agresiva y disruptiva» que «ponía en peligro el bienestar del niño», dijo un portavoz.
La asistenta social Jennie Spector, que adoptó el caso el verano pasado tras conocerlos en la cola de un comedor social de Queens, asegura que «no hubo ningún avión» involucrado en su detención. Dos voluntarios le acompañaron a la cita migratoria en el número 26 de Federal Plaza, unas instalaciones en pleno centro de Manhattan temidas en estos tiempos porque muchos de los que entran no salen. «Le están intentando dibujar como un mal tipo que no cumplía con las órdenes para que la gente piense que se lo merecía».
Los padres que se manifestaron el domingo frente al colegio PS 166 no se creyeron la excusa. Exigían que el gobierno informe sobre el paradero del niño, algo que todavía no ha logrado ni la oficina del Senador Chuck Schumer, líder demócrata en la Cámara Alta, ni la congresista Nydia Velazquez, que representa a su distrito. Esta última sólo ha podido confirmar que se encuentra en manos de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados. «Ninguna familia debería enfrentarse al increíble dolor que supone una separación forzosa a manos del gobierno», dijo en un comunicado la congresista, que critica la «indefendible» separación familiar como medida de presión para forzar una deportación.
Gracias a su intervención, el sábado por la noche el padre pudo hablar brevemente por teléfono con su hijo, por primera vez en más de una semana sin saber nada de él, pero sigue sin saber su paradero. «Esperamos que lo hayan colocado en una familia de adopción temporal, pero no lo sabemos», suspiró la asistenta social, que estos días hace la ronda por los medios de comunicación en busca de atención para el caso.
Yuanxin es, en cierto modo, el nuevo Elián González, aquel niño balsero del año 2000 separado de su padre al naufragar con la progenitora en alta mar camino de Florida. Su periplo, mucho más mediático, sacudió al mundo y cambió el curso de la historia, al llevarse por delante las posibilidades electorales de Al Gore. Esta vez las autoridades estadounidenses no intentan devolver el niño a Cuba, sino a China, otro país comunista.
El caso ha sacado a la luz el de otros 600 niños que este año han sido puestos bajo custodia de las autoridades migratorias, según una investigación de ProPublica, que considera esta cifra la más alta de la última década. Las llamadas desesperadas de padres deportados desde aldeas de Honduras o El Salvador a una línea de asistencia del gobierno de EEUU dan fe de que no es el único.
«Es traumático para un niño. Se hacen preguntas como: ¿Volveré a ver alguna vez a mis padres? ¿En quién puedo confiar?», ha explicado la asistenta social, que califica a Fei Zheng de un padre cariñoso y extremadamente protector. Ninguno de los dos habla inglés. En clase nadie había escuchado hablar al niño, a pesar de que iba a clase todos los días. «Probablemente apenas estaba aprendiendo, no es capaz de comunicarse», razonó Spector.
Paradójicamente, su suerte está ahora en manos del gobierno del que huía con su padre, que dice dar «gran importancia a la seguridad de todos sus ciudadanos en el extranjero». Uno de ellos, Chaofeng Ge, fue hallado ahorcado en la ducha de las instalaciones de detención migratoria de Moshannon Valley, en Pensilvania, con las manos y los pies atados a la espalda, según ha denunciado su hermano ante un juzgado de Nueva York. Sería la vigésima víctima que muere en custodia de los servicios migratorios este año, el más mortal desde 2004.
Chinatown como objetivo
Si bien en Los Ángeles las comunidades hispanas han sido el objetivo de las redadas, en Nueva York las autoridades se han cebado con Chinatown, donde los vecinos, transeúntes y comerciantes han llegado a atacar a los agentes de inmigración para proteger a los más vulnerables. Gracias a esa reacción espontánea de la comunidad, solo nueve personas han sido detenidas, varias de ellas con antecedentes penales por falsificación, narcotráfico o violencia doméstica.
A los dos días de Acción de Gracias, mientras los agentes de ICE se preparaban para una redada en un parking de Chinatown, unas 200 personas se amotinaron contra ellos y los bombardearon con latas y otros objetos que encontraron a su alrededor, improvisando barricadas. Las autoridades tuvieron que desistir de su intento y cancelaron el operativo. No lo tendrán más fácil en el futuro. El nuevo alcalde, Zohran Mamdani, un hijo de inmigrantes que tomará el poder el 1 de enero, ha prometido que para llevarse a uno de los tres millones de inmigrantes que viven en la ciudad «tendrán que pasar por encima de todos nosotros». Estos días promueve en las redes sociales el decálogo de cómo responder ante un intento de arresto, con la promesa de defender a todos los neoyorquinos, sin importar su condición migratoria.
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