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Personal sanitario y de la fuerza aérea trasladan a cinco supervivientes de la matanza. AFP
La brutal masacre de una familia en México desata la furia de Trump

La brutal masacre de una familia en México desata la furia de Trump

Tres mujeres y seis niños estadounidenses fueron acribillados y quemados vivos en una posible confusión de los carteles

mercedes gallego

Corresponsal. Nueva York

Martes, 5 de noviembre 2019

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El angustioso jadeo del hombre que filma el vídeo colgado en Twitter lo dice todo. Se acerca al interior de un coche calcinado, agujereado como un colador, con las cenizas aún humeantes y la voz quebrada. «Oh, Dios mío», murmura en inglés. «Para que conste», solloza antes de lanzar un grito ahogado. «¡Nita y cuatro de mis nietos han sido quemados y acribillados!».

Si solo hubiera sido eso... La brutal masacre que ha encendido la cólera de Donald Trump y ha puesto en un brete la estrategia de Andrés Manuel López Obrador para controlar la violencia del narcotráfico dejó este martes nueve muertos y seis heridos en la frontera de Chihuahua y Sonora, todos ellos mujeres y niños. «Es una zona de caminos rurales despoblada y muy violenta desde hace muchos años, con una carretera estatal que va hacia la frontera», ilustró el presidente mexicano en conferencia de prensa, mapa en mano.

Allí se afincó en 1924 una comunidad mormona que rompió con la poligamia de su grupo en Utah para dedicarse a cultivar nueces y familias numerosas, sin perder el inglés y las raíces. Esa es una de las claves de esta masacre: los asesinados eran estadounidenses. También podían haber sido mexicanos, porque mantenían doble nacionalidad, pero las fotos muestran tez blanca, cabezas rubias, rostros dulces, descendientes de alemanes como los antepasados de Trump, quien los identifica como suyos. Más suyos que los hispanos asesinados en agosto por un neonazi en El Paso, aunque aquellos hubieran nacido en Texas.

La historia de los LeBaron tiene todos los elementos para agitar al inquilino de la Casa Blanca, siempre obsesionado con la violencia de la frontera, pero también para herir la sensibilidad de cualquiera. Las víctimas mortales eran tres mujeres y seis niños. La mellizas de seis meses murieron carbonizadas en las sillitas de bebés del coche, con el cinturón puesto.

«El presidente Trump quiere guerra», tradujo un reportero cuando el presidente mexicano dijo no haber hablado todavía con su homólogo del norte, que ya le había dejado mensaje. «Es hora de que Mexico, con la ayuda de EE UU, libre la guerra contra los carteles y los borre de la faz de la tierra», tuiteó. «Solo estamos esperando la llamada de su nuevo presidente».

Saña descarnada

Nadie podía recriminarle que los calificase de «monstruos». La caravana de tres coches había partido del rancho de La Mora en Galeana (Chihuahua) hacia Bavispe (Sonora) alrededor de las 9:30, pero a media mañana uno de los coches sufrió una avería. Los otros regresaron al último pueblo a buscar repuestos. Desde lejos vieron la columna de humo que se elevaba de la furgoneta Suburban que conducía Rhonita Miller con sus cuatro hijos.

Los narcos les habían interceptado con una saña descarnada que no pudieron imaginar. Cristina LeBaron se bajó del coche con los brazos en alto, «para mostrarles que era una mujer y que no iba a armada», explicó su primo Julián, el primero en llegar, pero le dispararon a quemarropa. Las otras dos mujeres y una decena de niños salieron corriendo campo a través, perseguidos a tiros por los sicarios que les disparaban por la espalda. Algunos de los chiquillos se quedaron perdidos en el monte durante 15 horas. Otra sobrevivió en el suelo, con un disparo en la espalda y un bebé solo en el coche durante ocho horas, llorando entre los cadáveres.

Las autoridades trabajan con la teoría de que el convoy familiar fue «la desafortunada» víctima de una disputa territorial de los carteles que operan en la zona, explicó Alfonso Durazo Montaño, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, no sin que el presidente López Obrador le corrigiese. «Les propongo que no nos metamos a tratar de saber las causas, porque apenas se está recogiendo la información», atajó.

La familia LeBaron había sido víctima de secuestros y asesinatos, que les han abocado al activismo en defensa de más mano dura contra el narcotráfico. El nuevo presidente de México se resiste -«no se puede apagar el fuego con fuego», repitió, «ya se ha probado y sabemos las consecuencias»-, pero por primera vez dio señales de estar dispuesto a trabajar con el FBI y aceptar cierta ayuda de Trump, que ansía arrasar las malas zarzas en México.

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