David Gómez Rollán posa con su familia en la provincia de Shandong.

Los apátridas del coronavirus

En tierra de nadie. El cierre de fronteras ha dejado tirados a decenas de españoles en China y a otros muchos sin opción de regresar a sus trabajos en el gigante asiático. Hay familias separadas, empleos perdidos y mucha precariedad económica y legal

Domingo, 17 de mayo 2020, 00:08

El fotógrafo y cineasta salmantino David Gómez Rollán viajó en enero a China con una misión muy especial: presentar a la hija que ha tenido con su pareja china a su familia política. Padre y madre llegaron entusiasmados a la pequeña localidad costera de la que es originaria ella, pero a los pocos días el mundo cambió por completo: la neumonía atípica que tenía en alerta a las autoridades de Wuhan se convirtió en el peligroso coronavirus que ahora amedrenta a todo el mundo, y los planes de la pareja se derrumbaron.

Publicidad

«Íbamos a estar un mes más o menos, pero la cosa se complicó», recuerda Rollán, que se encuentra a una hora de la localidad de Rizhao, en la provincia nororiental de Shandong. «Se dio la casualidad de que el primer contagio en la región fue el de en un trabajador de este lugar. Así que enseguida hubo muchas restricciones. Nos quedamos sin transportes», añade. Justo cuando la familia tenía que regresar a Pekín para emprender el camino de vuelta a España, donde residen los tres, la capital china impuso la cuarentena obligatoria de dos semanas a todos los llegados de otras localidades.

«Nuestro vuelo salía antes de esos 14 días, por lo que debíamos ir directos al aeropuerto para evitar la cuarentena. La única posibilidad que vimos era un viaje de algo más de 40 horas hasta llegar a Salamanca. Nos pareció que era demasiado para un bebé de cuatro meses recién cumplidos. Así que alargamos la estancia hasta mediados de marzo para intentar ir a Pekín y poder realizar la cuarentena», relata Rollán. Desafortunadamente para él, en febrero la epidemia trascendió las fronteras de China y se extendió por el mundo. Las aerolíneas comenzaron a cancelar sus enlaces con el gigante asiático, y su familia está ahora atrapada.

La aerolínea le ofrece el primer vuelo a partir de julio, pero Rollán está a punto de agotar su visado chino, incluso después de la extensión automática de dos meses que ofreció Pekín a todos los que se encontraban en situación similar. Además, a su pareja también se le caduca en breve el permiso de residencia en España, lo que impediría su entrada en Europa. La única alternativa que se les ofrece es la de viajar con compañías chinas que cobran en torno a 2.400 euros por cada pasajero, una cifra inasumible para la familia. «No sabemos qué va a suceder», comenta el salmantino, afectado por la incertidumbre. No es el único, como él están una cuarentena de españoles que han quedado atrapados en China.

Víctor Fernández hace senderismo en Hong Kong.

En la misma situación, pero al otro lado de la frontera, se encuentra Víctor Fernández. Este trabajador vasco del sector de automoción también está retenido 'de facto', pero en Hong Kong. No puede regresar a Shanghái, la ciudad en la que reside. Y todo porque, en una llamativa muestra de hipocresía diplomática, después de haber criticado a los países que restringían los movimientos de sus ciudadanos, China prohibió el pasado 28 de marzo la entrada a su territorio de extranjeros. Y ha dejado fuera incluso a quienes cuentan con permiso de residencia, como Fernández.

Publicidad

«Pisoteando derechos»

Así, miles de ciudadanos de todo el mundo se han visto expulsados 'de facto' de la segunda potencia mundial. Independientemente de que su hogar y su trabajo estén en China. De momento, no hay fecha para la reapertura de la frontera, aunque el país ha comenzado a permitir el regreso de algunos altos directivos -pero no de sus familias-. «Es una muestra más de cómo China actúa sin atenerse a estándares internacionales y pisoteando los derechos más básicos de los ciudadanos. Si esto lo hubiese hecho la Unión Europea con los residentes en China, Pekín habría puesto el grito en el cielo y habría criticado la xenofobia que tan bien le viene cuando no son los chinos quienes la practican», comenta un diplomático europeo bajo condición de anonimato.

El caso de Fernández es especialmente rocambolesco: llegó a Hong Kong -ciudad que se rige por un sistema diferente al de la China continental- el pasado 20 de marzo después de hacer una carambola de vuelos que le costó la friolera de 3.200 euros. «Sabía que me iban a poner en cuarentena, pero confiaba en que, después de los 14 días, podría entrar a China», cuenta. Desafortunadamente, Pekín anunció el cierre de la frontera cuando a él le quedaban solo dos días de confinamiento en una habitación de hotel. Desde entonces, se ha visto forzado a alquilar un apartamento en las afueras de la excolonia británica a la espera de poder reincorporarse a su puesto de trabajo. «No creo que suceda antes de julio», apostilla resignado. El tiempo lo mata leyendo y practicando el senderismo.

Publicidad

Sin duda, Fernández ha tenido suerte. Mantiene su trabajo y se las arregla para desempeñarlo a distancia. Pero hay quienes están siendo menos afortunados. Jorge Barberá, por ejemplo, viajó a España el 29 de enero y se ha quedado sin poder regresar a la ciudad en la que reside, Guangzhou. Por si fuese poco, su permiso de trabajo está a punto de caducar y, si no lo renueva, tendrá que iniciar todo el proceso desde cero. «Mi empresa me ha comunicado que todos los trámites están aprobados, y que solo tendría que ir a Inmigración para entregar el pasaporte. Pero, si no puedo regresar, no puedo hacer el trámite», cuenta.

El cineasta David Gómez Rollán está atrapado en China desde enero, cuando fue a presentar a su hijo a sus suegros

El perjuicio económico es importante, ya que su sueldo se ha reducido en un 90%. Pero más dura es la separación forzosa de su mujer, que se ha quedado en China y tampoco podría regresar a España. «Además, su empresa ha cerrado temporalmente. Se dedica al sector textil y todas sus ventas se centran en Latinoamérica y Estados Unidos, donde ahora mismo está todo cerrado», añade Barberá. Como la suya, muchas familias han quedado separadas por una frontera.

Publicidad

Es el caso de un empresario español que hizo el viaje inverso a Rollán: se trasladó a España con motivo de la Navidad con su mujer china y la hija de pocos meses que tienen ambos, cuya nacionalidad también es china. «Nació allí y para obtener la nacionalidad española debería renunciar primero a la china, algo que no tiene por qué hacer hasta que cumpla los 18», explica el padre, que prefiere no dar su nombre. El problema es que, aunque él sea español, su hija recibe el mismo tratamiento que cualquier otro inmigrante, y accede a España con un visado ya caducado.

Oficialmente, el bebé se encuentra en situación irregular. «Fui a la Policía cuando todavía estaba en vigor y me aseguraron que por el coronavirus esto lo pasarán, pero no sé cómo lo controlarán. Teóricamente, al haber estado ilegal en España, cuando vuelva a pedir un visado se lo denegarán», añade. La niña también podría tener problemas para salir del país con un permiso caducado.

Publicidad

Sin poder regresar a China

Peor están otros entrevistados para este reportaje que, al no poder regresar a China, han perdido su trabajo y, en consecuencia, también su permiso para entrar al país. Ricardo Moya aún sigue contratado. «Justo había aceptado un trabajo de mi misma empresa para relevar al responsable de Operaciones de nuestra filial en Pekín y para mudarme allí con mi familia por un mínimo de cinco años», relata.

Moya hace lo que puede por desempeñar sus funciones desde su casa en Madrid, pero el coronavirus ha puesto en solfa su proyecto de vida. «Estuve en diciembre para preparar el relevo y tengo un piso alquilado con casi todas mis pertenencias dentro. Pero ahora no sé cuándo podré entrar al país, cuándo recibiré el permiso de trabajo, o si se cancelará y tendré que empezar de cero. Incluso está en duda que mi empresa finalmente decida enviarme allí», concluye.

Noticia Patrocinada

Un joven entrenador de fútbol, que también prefiere mantenerse en el anonimato, está en una situación incluso más precaria. En su caso, el problema está en que, además de haberse quedado sin ingresos durante el tiempo que permanece fuera de China, el casero al que alquila una habitación en Shanghái quiere deshacerse de los inquilinos rompiendo el contrato, por lo que podría quedarse en la calle y tener que pedir a algún amigo que recoja sus cosas y se las envíe -con el abultado desembolso que ello conlleva-.

Es una incertidumbre que ha dado al traste con innumerables proyectos, muchos de los cuales ya no se retomarán. El impacto en el ámbito empresarial es sustancial. «Las empresas europeas establecidas en China desean retomar la normalidad, pero se ven afectadas por el cierre casi total de la frontera. Muchos empresarios y expertos técnicos se han quedado en el extranjero, sin posibilidad de regresar, y su ausencia provoca dificultades tanto en las operaciones cotidianas de las empresas como en grandes proyectos de inversión», explica a este diario el vicepresidente de la Cámara de Comercio Europea en China, Carlo D'andrea.

Publicidad

Noelia Pérez, en China.

Los polémicos vuelos de repatriación

La mallorquina Noelia Pérez nunca pensó que terminaría gastándose casi todos sus ahorros tratando de salir de China, país al que llegó como estudiante del idioma. Pero es lo que le ha sucedido. Cuando regresó de las vacaciones de Año Nuevo, preparada para dar un vuelco a su vida y empezar a trabajar como guía turística en la ciudad de Kunming, estalló la epidemia del coronavirus. Pérez trató de cambiar el billete que había adquirido con Iberia para regresar a España y se encontró con que el enlace se había cancelado sin aviso previo. «Entonces me compré de nuevo un vuelo, esta vez con Emirates, pero una semana antes de que saliera el avión, de nuevo me lo cancelaron», recuerda.

Fue en ese momento cuando se interesó por los vuelos de repatriación que han estado operando diferentes países europeos. «Contacté con las autoridades españolas y me avisaron de que era muy probable que hubiese uno, pero a la semana me dijeron que había sido rechazado», cuenta decepcionada. Le propusieron que viajase con la polaca LOT -vía Pekín, Varsovia y Frankfurt- y Pérez adquirió los billetes. Pero las autoridades alemanas le advirtieron de que no era seguro que la dejasen entrar en su territorio. Así que tuvo que volver a cancelar sus planes. «En todo este tiempo he invertido casi 2.000 euros que no sé si voy a recuperar», se lamenta. A eso hay que añadir los costes de mantenerse en China sin trabajo.

«Sin un vuelo de repatriación es casi imposible regresar a casa», sentencia. El salmantino David Gómez Rollán, atrapado en el noreste de China, es uno de los 39 españoles que también lo reclaman. Todos señalan que Iberia opera el trayecto Shanghái-Madrid tres veces a la semana, y que la compañía ha tenido sobre la mesa el vuelo para llevarlos a casa. El problema es que, a pesar de que el avión es de pasajeros, lo que transporta es carga: sobre todo, material sanitario. Y ése es un escollo insalvable.

Por seguridad

«La cabina de pasaje va llena de cajas atadas con redes a los asientos, así que no están disponibles para pasajeros», explica un piloto español que ha realizado varios vuelos de repatriación. «Por seguridad, en un vuelo de carga de esa índole no se puede transportar pasaje. Además, si llevamos pasaje hay que volar con más auxiliares. Y eso también cuesta dinero», añade.

En China ni siquiera la UE se plantea fletar ahora un vuelo como los habilitados en un inicio para sacar a los que vivían en Wuhan.

Diplomáticos europeos, molestos con las críticas, responden que los vuelos de repatriación no son gratis. «No están para que la gente viaje a costa del erario público sino para evacuar a personas en situación de vulnerabilidad», comentan, antes de añadir que el pasaje de esos vuelos también debe costear su billete. «Nos dijeron que había alguna ayuda, pero en realidad es un préstamo que hay que devolver a los dos meses», critica Noelia Pérez, que sigue atrapada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ el primer mes

Publicidad