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El sultán de Brunéi Hasanal Bolkiah, el presidente ruso Vladimir Putin, el presidente chino, Xi Jinping y su mujer Peng Liyuan, y el presidente estadounidense Barack Obama.
China exhibe galas y músculo de líder mundial

China exhibe galas y músculo de líder mundial

La cumbre de la APEC se convierte en una demostración de la potencia y liderazgo de Pekín como nueva superpotencia

Miguel Salvatierra

Domingo, 16 de noviembre 2014, 07:55

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Nada podía enturbiar la gran exhibición del poderío chino en la cumbre de la APEC celebrada esta pasada semana. La ocasión lo merecía ya que iba a ser el anfitrión de los 21 países del foro de Cooperación Económica de Asia y Pacífico (APEC), que suman más de la mitad del PIB global, el 44% del comercio mundial y el 40% de la población del planeta.

Para que nada desmereciera fue necesario incluso sacar su lustre azul al cielo de Pekín, habitualmente emborronado por la contaminación. Solo hizo falta cerrar por unos días las principales fábricas y siderurgias de la región, al igual que escuelas y guarderías para que no se utilizasen autobuses y prohibir que circularan la mitad de los coches. También alentó a la población para que saliera de la capital dando vacaciones (recuperables) a los funcionarios, que gozaron de especiales descuentos en las agencias de viajes. La seguridad quedaba también garantizada, al recluir la reunión en una zona blindada a sesenta kilómetros de Pekín.

Todo funcionó como un engrasado mecanismo de relojería para dejar patente el liderazgo mundial de China y su disposición a crecer como nueva superpotencia. Para su exhibición China contó incluso con el bajo momento en que se encuentra la superpotencia estadounidense, con un Obama recién vapuleado en las elecciones de medio mandato.

Una imagen y estilos renovados que pudimos ver de forma simbólica en esos trajes de Mao, versión lujo y un tanto horteras que cumplieron con la tradicional costumbre de la vestimenta folclórica de la APEC. El acuerdo sobre cambio climático con Estados Unidos, que ya ha provocado el cabreo de los republicanos yanquis, y el frío, aunque tranquilizador, apretón de manos del presidente chino Xi Jingping y el primer ministro japonés Shintaro Abe, fueron las expresiones más reveladoras y positivas de la madurez del gigante asiático.

En medio de tanta diplomacia fina y buenas manera, había que apuntar también algo de músculo, aunque fuera de forma sutil. De forma paralela a la cumbre y en el marco de una Exposición Internacional de Aviación que se celebraba en la ciudad china de Zhuhai, se presentó el prototipo del nuevo avión de combate furtivo J-31, diseñado para ser invisible a los radares.

Pero, como en todas las fiestas en que se fuerzan el escenario y las formas, siempre existe el riesgo de que surja un lunar revelador de la personalidad y carácter del anfitrión. Y en esta ocasión fue un gesto del presidente ruso, Vladímir Putin, que en un rasgo de caballerosidad ayudó a la primera dama china, Peng Liyuan, a ponerse una manta sobre los hombros. La imagen de esta acción inocente provocó en Weibo, el twitter chino, una tormenta de comentarios, en la mayoría de los casos maliciosos, atribuyendo segundas intenciones al líder ruso. A la censura china le faltó tiempo para eliminar todas las imágenes de los portales de Internet, en un recordatorio de que Pekín no ve la libertad de expresión y otras veleidades democráticas como exigencias necesarias para ejercer ese liderazgo mundial.

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