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Un aula desierta tras el secuestro el pasado viernes de más de 300 escolares por hombres armados en el estado de Zamfara, al noroeste de Nigeria. Kola Sulaimon Afp
El negocio de los secuestros en Nigeria

El negocio de los secuestros en Nigeria

Los raptos son un mal extendido, ejecutado a diario por 'bandidos' que emulan a milicias radicales en el país más rico y uno de los más inseguros de África

gerardo elorriaga

Domingo, 28 de febrero 2021, 01:24

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Nigeria es un gigante con goteras y los pies de barro. La primera economía de África, el mayor exportador continental de petróleo, sufre las consecuencias de un clima de absoluta inseguridad. No se trata de un problema concreto, de la insurrección yihadista en el noreste ni de los problemas interreligiosos en el centro del país, sino de un mal generalizado que afecta diariamente a la población y que delata su indefensión. El secuestro es un buen negocio en la vasta república ribereña del Golfo de Guinea. Ahmad Abubakar Gumi, uno de los clérigos islámicos más prestigiosos del país, ha asegurado que el Gobierno central es un caracol que se esconde en su caparazón para eludir responsabilidades.

Los raptos más espectaculares trascienden y llegan a los medios de comunicación internacionales. El pasado mes de diciembre, 344 estudiantes fueron capturados en la Escuela Secundaria de Kankara, en el Estado de Katsina, y durante este mes de febrero se han producido un par de asaltos de envergadura contra sendas instituciones académicas en los estados de Níger y Zamfara con más de 600 víctimas. Pero no hablamos de hechos puntuales, de golpes extraordinarios que sacuden periódicamente la vida del país. Tan sólo se trata de la punta del iceberg. El secuestro es un suceso diario en Nigeria, tan sólo difieren sus características regionales. Ayer, los periódicos nativos hablaban de siete mujeres y un imán que habían sido hechos presos.

El crimen organizado es un fenómeno nacional de enormes proporciones. Existe una mafia urbana, cosmopolita y ambiciosa, radicada principalmente en el sur del país, que participa en las rutas de las drogas y la prostitución hacia Europa, que penetra en Italia y España pugnando con las bandas indígenas. Hay negocios tan originales como los timos por internet, ya denominadas 'estafas nigerianas', o las 'fabricas de niños' para la venta de recién nacidos. En el sur, grupos de menores de la calle y jóvenes desempleados, conocidos como 'area boys' o 'agberos', se dedican a la extorsión y la venta de narcóticos. El secuestro también se produce, pero afecta a las clases más acomodadas en su vertiente exprés, y evidencia una lacra ya globalizada.

Existe una mafia urbana,radicada principalmenteen el sur, que participa en las rutas de las drogas y prostitución hacia Europa

La situación se complica en el norte del país, mucho más pobre y con instituciones públicas menos desarrolladas. El secuestro ha sido una práctica común en el territorio afectado por la insurrección de Boko Haram y aún se sigue produciendo, convertido en un problema endémico mientras perdura el conflicto, ahora de baja intensidad. No obstante, su eclosión ha tenido lugar a cientos de kilómetros al oeste, en los estados musulmanes cercanos al cinturón del Sahara. Hace unos meses, los primeros raptos masivos eran asumidos por el movimiento yihadista. Al tener lugar muy lejos de sus bases, las reivindicaciones fueron tachadas de meramente oportunistas.

Los culpables son los 'bandidos', según la jerga local. El diagnóstico es certero porque se trata de bandas organizadas que actúan según los parámetros de las milicias radicales. Decenas de sus miembros irrumpen en las aldeas y poblaciones vestidos con uniformes militares y conduciendo vehículos artillados. Su botín son las cabezas de ganado y aquellos vecinos por los que exigirán rescate.

Pagos inmediatos

Los asaltos a escuelas se han convertido en una variante lucrativa porque las atiborradas residencias académicas acogen a cientos de alumnos y el pago por su liberación suele ser inmediato. Las reservas forestales sirven de escondite. Pero las zonas rurales no son las únicas afectadas, las carreteras también son lugares peligrosos. Los delincuentes son implacables. El pasado día 14 detuvieron un autobús que transportaba a los asistentes a una boda, mataron a tres pasajeros y se llevaron a otros treinta invitados.

El clima de impunidad en el que se producen estos secuestros, la violencia ejercida y su crecimiento, indican la degradación que experimenta Nigeria. Existen sospechas de la connivencia de los 'bandidos' con células islamistas y, probablemente, de que se nutren de pastores nómadas que han encontrado mucho más lucrativo este negocio. También se habla de su vínculo con el contrabando de armas en el Sahel.

La impotencia sobrecoge a la opinión pública, que votó a Muhammadu Buhari, un militar golpista, por sus credenciales como restaurador del orden público. Pero la Administración nigeriana se encuentra devastada por la corrupción y la falta de fondos por la caída de los precios del petróleo. El Ejército está mal pertrechado y los cuerpos de seguridad sufren el descrédito. Las manifestaciones 'End SARS' siguen produciéndose y exigen la disolución de este cuerpo, el Escuadrón Especial Antirrobo de la Policía, al que se acusa de practicar ejecuciones extrajudiciales.

La escasa capacidad de respuesta gubernamental ha impulsado la proliferación de milicias de autodefensa y servicios de vigilancia. Pero esta privatización de la fuerza agrava aún más el problema. La superioridad de los delincuentes no reduce su presión y ha provocado la proliferación de milicias y una espiral de violencia sin fin, a menudo sustentada en el ánimo de venganza, la sospecha y las viejas rencillas. Mientras tanto, el gigante con espíritu de caracol sigue lejos del problema, en la capital Abuya, alejado de la tormenta.

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