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Siria: La 'solución inclusiva'

Rusia, Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudí se han sentado en Viena para tratar de buscar soluciones a la guerra civil que lleva cuatro años incendiando el país que preside El-Assad

Enrique Vázquez

Viernes, 23 de octubre 2015, 22:49

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No es seguro que la importante e insólita reunión en Viena este viernes de los ministros de Exteriores de los Estados Unidos, Rusia, Turquía y Arabia Saudí haya puesto los cimientos para una paz negociada en Siria, pero es, sin duda, el esfuerzo más relevante al respecto nunca emprendido. La reunión no llegó a resultados concretos, pero la semana próxima seguirá el esfuerzo en París, con presencia francesa, británica y alemana y saudí.

La razón de su eventual trascendencia es que ha reunido a las dos superpotencias con intereses decisivos en la región medio-oriental, con la novedad de que Moscú cambió inesperadamente su papel y pasó a ser no solo el protector político del régimen sirio y su proveedor casi exclusivo de equipo bélico, sino un actor militar sobre el terreno (con los bombardeos de objetivos terroristas y de paso de los adversarios de Assad desde hace tres semanas) y es desde hoy, un activo agente diplomático.

En Viena se han reunido los cuatro y el número ya es un dato relevante porque ni Ankara ni, aún menos, Arabia Saudí esperaban ser convocados, pero lo han sido por iniciativa de Moscú, asumida sin problemas por Washington, en lo que es un gesto que mezcla la sensatez y el sentido práctico con el oportunismo: Moscú quiere dejar claro que solo desea una paz que a todos beneficie y sea aceptable para el islam sunní como para el shií tras la derrota del enemigo común: el ISIL, o ISI o Estado Islámico o DAESH o califato

Hiperactivo Moscú

El Secretario de Estado John Kerry estaba por Europa con misiones diversas (entre ellas, su visita a Madrid, aplazada en su día por su accidente de bicicleta, también en Viena hace meses) y como si quisiera aprovechar este hecho, su colega ruso, Serguéi Lavrov, le planteó el lunes la reunión, una verdadera cumbre de hecho aunque no haya jefes de Estado porque entre tanto habría visitado Moscú el presidente sirio, un verdadero rehén diplomático, militar y político de Vladimir Putin, que está haciendo volver a su país a un activismo regional impresionante.

Tal vez por la modesta razón de que no podía hacer otra cosa, Assad dio su asentimiento a la iniciativa que Putin tenía en la cabeza: una conferencia de los padrinos de los beligerantes y los vecinos preocupados legítimamente por la crisis y descritos como adversarios temibles del régimen sirio, es decir, el reino saudí y Turquía, declarados adversarios de Damasco y seriamente preocupados, además, por el auge del Irán en vías de normalización internacional tras su acuerdo nuclear con el mundo entero encabezado por Washington y que empieza a ser vigente en lo tocante al fin de las sanciones.

De modo que lo sucedido es directamente obra de una iniciativa rusa cuya aceptación traduce algo que Washington ha ido reconociendo poco a poco y sin entusiasmo pero que es un factor clave del problema: o Moscú y su cliente sirio están en la solución, la que sea, o no habrá ninguna solución. Y debe haberla por la buena razón de que la prioridad absoluta es derrotar al ISIS del que Siria es un enemigo mortal, de modo que un principio de acuerdo con Damasco, aunque incluya un mal arreglo con la valerosa oposición democrática siria, podría ser el principio del fin del califato en términos militares.

Intereses contrapuestos

Lo que Moscú sugiere es lo que se ha dado en llamar, con una fea traducción literal del inglés, conferencia inclusiva, un eufemismo utilizado por todos los que favorecen la presencia del gobierno sirio en la solución, por poco que guste, entre ellos el propio gobierno español. No hay duda de que la propuesta ha hecho progresos por la buena razón de que la decisión rusa de sostener indefinidamente a Assad podría hacer permanente la guerra e inalcanzable una solución pactada.

Lo realmente novedoso es la inteligente decisión de invitar a los ministros saudí, Adel al-Jobeir, y turco, Firidun Sinirlioglun, que tal vez se encontraron con algunas decisiones tomadas si, como parece, se incorporaron un poco más tarde al largo encuentro Kerry Lavrov. Sea como fuere, el dúo Washington-Moscú tiene la batuta y si se acuerda la inclusive solution deberá ser contando al menos por una buena temporada con al-Assad. Este, por lo demás, ha hecho saber ya que en la oposición armada hay muchos actores con los que se podría negociar

Los saudíes son convocados, pues, a lo que no quieren hacer, una operación de salvamento del régimen sirio como indispensable concesión para conseguir la derrota del ISIL, y algo parecido le sucede a Turquía, cuyo gobierno, por cierto, está pendiente de la crucial elección legislativa del próximo uno de noviembre. Pero ambos intuyen contrapartidas relevantes: fin de la insoportable presión migratoria para los turcos y una baza de peso en la guerra contra el califato, que odia al régimen wahabí sirio y, si pudiera, lo aboliría

Conclusión provisional: no ha habido milagro vienés, pero ha crecido, con el visto bueno de Washington, la tesis de la solución inclusiva. Hay que contar, ya se cuenta, con Moscú y tragarse el sapo de alguna clase de presencia de Assad en el proceso.

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