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Partido de vuelta ·

Ganó el VRAC la Copa del Rey, y lo hizo porque cometió menos errores que el Chami

Juan Ángel Méndez

Domingo, 29 de abril 2018, 19:05

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VRAC y El Salvador dibujaron una final vibrante, táctica pero más alegre y menos trabada que los últimos derbis o el desenlace de la Copa que coronó al Chami en Zorrilla hace dos años. El Quesos ganó por empuje y potencia, también por puntería, incluso con el viento en contra. Detalles. El SilverStorm hincó la rodilla víctima de sus gazapos, el primero cuando el telón aún se encontraba cerca de las tablas. Dos minutos tardó el conjunto de Merino en estampar el oval tras la última línea de su adversario, después del grosero error en la recepción del cuadro de Juan Carlos Pérez que desembocó en la primera melé, la primera en la frente, y el posterior ensayo de Mateu.

Para ganar al Quesos tienes que pisar el césped con personalidad y convencimiento, con nervio pero sin pánico. La duda te condena. Al Chami le sobró responsabilidad en el primer tramo del encuentro y cuando se quiso dar cuenta perdía por 13-0, una losa demasiado pesada cuando enfrente está el eterno rival. Detalles. Pero El Salvador nunca se rinde y, a pesar de todo, los de Juan Carlos Pérez se desabrocharon el corsé y a golpe de corneta empujaron al VRAC hasta nivelar el marcador nada más comenzar el segundo acto.

La final se definió por detalles, los mismos que adelantaron al Quesos y permitieron la posterior recuperación del Chami. El VRAC ganó porque la zurda de Griffiths encontró el punto medio de los palos de El Salvador a pesar del viento, a favor y en contra. Triunfaron los de Merino porque creyeron en la victoria y empujaron en la melé para robar la virtud con la que más gozan las gargantas chamizas cuando jalean a sus jugadores. Venció el Entrepinares porque la bota de Kratz se dejó llevar por Eolo y porque la defensa del cuadro azulón resultó infranqueable. Detalles.

También impuso su ley el Quesos porque en sus filas milita Gavidi, ese rocoso segunda línea que bailó con la cintura, agachó la cabeza y percutió sobre la raya de meta del Chami para abrazar la Copa con el oval entre sus brazos, tumbado sobre el césped, con un rival cosido a su espalda. El descanso del guerrero. El ensayo, a ocho minutos del epílogo, descompuso el plan del conjunto blanquinegro que, a pesar de todo, tuvo opciones para remontar, como en el primer acto. Aparecieron entonces, de nuevo, los detalles y El Salvador se tuvo que conformar con la plata. Un error en la touche y la enésima melé entregada, a 120 segundos del final, coronaron definitivamente al Entrepinares. La Copa se definió por pinceladas, rasgos que descosieron la sonrisa de los hinchas azulones y empañaron la mirada de la afición colegial. La revancha, en la final de la Liga. ¡A por ella! El rugby vallisoletano manda.

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