Daniel y Sergio Tierno, padre e hijo unidos por el pádel
PÁDEL ·
La pareja lleva más de 50 partidos en poco más de un año y ha ganado varios torneosLuis Javier González
Segovia
Martes, 4 de febrero 2020, 20:50
Sergio Tierno, su hermano Marco y sus padres son una familia vertebrada por el pádel. No solo pasan todos los fines de semanas en las ... pistas; tienen una agenda apretada entre torneos. Lo suyo no entiende de generaciones, una rutina reflejada en la pareja que forman Sergio, de 12 años, y su padre, Daniel Tierno, de 45, que compiten en el Circuito Provincial de Pádel de Segovia con adultos y fueron finalistas en la primera jornada, en la categoría bronce.
El origen del clan Tierno se remonta a al abuelo, Bernar, un aficionado del frontón. «Es el que nos pone la raqueta en la mano. Primero a mí y luego al nieto», señala Daniel, que empezó en el frontón. Sergio arrancó en el tenis y fue campeón provincial dos años en categoría alevín. Aún conserva la primera raqueta de tenis que le compraron con dos años: amarilla, el mismo modelo que la de Rafa Nadal.
Daniel, que estuvo federado al tenis con la edad que ahora tiene su hijo, jugaba en el frontón de la Base Mixta con Bernar, militar. «Un frontón extremadamente corto, de cuatro números, muy similar a lo que es ahora la pared de atrás del pádel». Empezó hace una década; poco después, nacieron los primeros equipos federados en Segovia y formó parte de ellos.
Sergio dejó el tenis por el pádel. «Me divertía más. Cada vez que mi padre jugaba, yo me metía a una pista». Con todo, ese origen explica su nivel el pádel: sobre todo, la técnica de la volea y el segundo saque. La gran diferencia es la pared y ese fue su aprendizaje. «Al principio, me costó mucho meterme detrás de la bola. Si no lo hacía, me comía y me costaba darla». Lleva jugando tres años, los dos primeros de forma autodidacta y el último en clases. Cuando jugaban sus padres, bien juntos o separados, él y su hermano Marco, de 9 años, les acompañaban. «Esa hora y media que nosotros estábamos jugando, ellos estaban danzando por las pistas», señala su padre.
Así es como Sergio empezó a competir en el circuito de Castilla y León con su tocayo Sergio Medina, amigo desde los dos años. Las parejas suman puntos durante las competiciones y el curso cierra en un máster en el que el año pasado fueron subcampeones, toda una hazaña porque en ningún torneo previo habían superado las semifinales.
Padre e hijo llevan jugando juntos desde finales de 2018. En total, más de 50 partidos. Han competido en una decena de torneos y juegan habitualmente pachangas los fines de semana, siempre contra adultos. La liga Factory, que ganaron en diciembre, les valió como premio dos palas, de unos 200 euros. Sergio también ganó recientemente un torneo en Cercedilla de padres e hijos con su madre, Marian Herrero.
El coste de las palas –calculan que unos 200 euros para un material que suele durar unos ocho meses– es uno de los motivos por los que la familia busca un patrocinio para Sergio. «Es uno de nuestros objetivos. El material, barato no es. Lo normal es que un niño compita con dos palas a la vez por si se rompe una en un momento determinado», señala su padre. Y él no tiene dos. Quiere seguir el Jimena Velasco, campeona de España infantil, con la que jugará un torneo mixto en las próximas fechas. «Llevan mucho tiempo enredando en esos intercambios de pistas en los que ninguno jugaba».
El reto de dar salida a los niños brillantes
En un principio, el Circuito Provincial de la Diputación tenía una edad mínima de 18 años. El caso de Jimena Velasco lo cambió todo y, desde hace tres años, pueden competir menores. «Jimena lo podría haber ganado en categoría oro con 15 años. Teníamos que dar salida a todos los niños que tenemos en la escuela, que ya tienen suficiente nivel para jugar con adultos», explica Iván García, gerente de Padelzone, el club donde se desarrolla el circuito provincial. Las familias que empezaron a jugar años atrás tienen ya varios hijos que dan el nivel.
El gran activo del circuito es la convivencia entre jugadores, a la imagen del tercer tiempo en rugby. «Siempre decimos que lo mejor del pádel son las cervezas de después. El circuito nació para ser un referente social, con familias enteras que vienen a competir. Es el único deporte que permite que estén padre, madre e hijos en la misma pista. El gran éxito del pádel es mezclar diferentes niveles». La escuela tiene 130 niños y 250 adultos.
Daniel subraya que el único inconveniente físico de Sergio es no haber dado el estirón. «Todos los niños con los que juega le sacan una cabeza». Mide 1,45 metros y la media de rivales está por encima de 1,60. Y eso le obliga a suplir sus limitaciones con estrategia. Sobre todo ante los globos. «Como soy muy pequeño, suelen pasarme por encima. Lo que hago es, si estoy atrás, hacer una bandeja antes de que llegue al cristal para poder subir a la red. O dejarla de pared y yo tirar otro globo. O atacar la bola para subir yo a la red».
No todos los adultos asumen tan bien la derrota ante un niño. «A veces les hago una dejaba corta y dicen, 'Joder, qué cabrón'. Y se pican». Su padre ilustra esa sorpresa. «Muchos le han visto jugar desde fuera. Y piensan, es un niño, ya le zurraré. Pero no le zurras, yo ya no le zurro». Y pone un ejemplo. «Hace un año, de diez puntos yo ganaría ocho y él dos. Ahora estamos en un cinco a cinco. Y para ganar esos cinco puntos, tengo que sudar. Ya ha cogido la picardía de no tirarle a un adulto las bolas para que se la peguen. Ante esas bolas, como niño que es, se asustaba. No las leía, su objetivo era no llevarse un pelotazo». Las cosas han cambiado. «En cuanto veo que van a darla, salgo pitando para cogerlas» Y así llega a cazar muchas bolas. Es la lección de un alumno aventajado.
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