Borrar
Jin Jongoh, con su oro olímpico.
Moneypenny estaría feliz
opinión

Moneypenny estaría feliz

Jon Agiriano

Miércoles, 10 de agosto 2016, 22:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Antes que nada, el cronista debe reconocer que había dudado de Jin Jongoh. Cuando el sábado le vio quedar quinto en la prueba de pistola de aire comprimido a 10 metros, pensó que, a sus 36 años, el gran campeón coreano había iniciado su decadencia. Es más, le llegó a inspirar una cierta lástima, como el ídolo caído. O mejor dicho: como una especie de James Bond al que ya comenzara a temblarle el pulso y en quien sólo confiara ya, de verdad, de corazón, enamorada como siempre, la buena de Moneypenny, la secretaria de M. Así las cosas, uno se sintió este martes un poco culpable cuando Jongoh volvió a demostrar que sigue siendo el mismo, que está hecho un chaval, como en su mejores tiempos, y que su apelativo de Undaunted man (el hombre impávido) no ha perdido ninguna vigencia.

Es más, lo lógico es pensar que haya aumentado. Me refiero a la vigencia. Y es que la medalla de oro que el tirador de Chuncheon conquistó ayer en los 50 metros fue una hazaña que ya le sitúa en el trono del tiro olímpico. Con sus cuatro oros y dos platas desde que hizo su aparición en Atenas 2004, Jongoh ya supera al gran Ralf Schumann, que suma tres oros y una plata en tiro rápido a 25 metros. O incluso a Kimberley Rhode, la leyenda estadounidense, que mañana buscará su cuarto título olímpico, en este caso en la modalidad de skeet. En Londres, como el cronista debería recordar pero sólo recuerda, debe reconocerlo también, consultando en el servicio de información de los Juegos, batió el record mundial de tiro al plato con un increíble 99 sobre 100. Teniendo en cuenta que fue un día con lluvia y viento, en su deporte se recuerda la hazaña como en la gimnasia recuerdan el primer 10 de Nadia Comaneci en Montreal.

Jin Jongoh quería desquitarse de su decepción en los 10 metros . ¡Que sería del deporte sin los deseos de venganza o de lo que podríamos considerar su hermana más modosa y presentable, la revancha! Desde el primer tiro de la clasificación, que ganó con 567, el campeón olímpico marcó su territorio. Al cronista, que también estaba pendiente de Pablo Carrera, le hubiera encantado presenciarla en directo. En ese momento, sin embargo, se encontraba en el Deodoro Stadium viendo el España-Francia de rugby a siete. De manera que tuvo que seguirla como buenamente pudo a través del monitor. Es verdad que el campo de tiro estaba cerca -se escuchaban perfectamente los disparos que llegaban de él-, y que cuando acabó el partido y abandonó la zona mixta tras hablar con Tiki Inchausti podía haber intentado llegar a él. Pero era una temeridad. Tal y como funciona en Río 2016 el servicio de transporte, tenía más posibilidades de ganar él mismo la prueba de pistola a 50 metros saltando como espontáneo que de llegar a tiempo.

Aunque no lo parezca y este tipo de modalidades sean vistas por muchos como una curiosidad del programa olímpico, es bonito observar en acción a un grande como Jin Jongoh. Verle cargar su pistola roja hecha en Suiza, con un diseño inspirado en uno de los ferraris de Michael Schumacher y la inscripción número 1 en la culata. Verle apuntar a la diana con el brazo inmóvil, sin poder dejar de pensar entonces que ese hombre se ha roto dos veces la clavícula y tiene una pieza metálica en su hombro derecho. Verle respirar hondo entre disparo y disparo, inmutable, efectivamente impávido, dueño de una concentración absoluta. Y finalmente, verle superar a un gran rival como el vietnamita Hoang Xuan Vin, que le exigió al máximo hasta el último momento. Con todo su país pendiente de él, Jin Jongoh aguantó la presión como sólo saben hacerlo los más grandes y ganó con un registro de 193,7, récord en una final olímpica. Moneypenny estaría feliz.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios