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Fátima Gálvez, durante la prueba.
Una tarde cruel para Fátima Gálvez
tiro olímpico

Una tarde cruel para Fátima Gálvez

La tiradora cordobesa pierde en el desempate un bronce en foso olímpico que tuvo en la palma de la mano

jON aGUIRIANO

Domingo, 7 de agosto 2016, 09:28

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Fátima Gálvez tenía nueve años cuando, viendo por televisión la prueba de tiro de los Juegos de Atlanta, le dijo a su padre que, de mayor, ella quería ser una tiradora al plato como aquellas. Don Pío no le dijo que no. Es más, quizá en el fondo sabía que el de su hija no era un sueño descabellado. Porque lo cierto es que, tirando a los conejos y a las perdices por los olivares de Baena, o incluso en los puestos de las ferias, la niña demostraba una puntería excepcional. Fátima terminó por convertirse en una de las mejores en su especialidad, el foso olímpico. Ha sido campeona del mundo y de Europa y, desde hace cinco años, colecciona medallas de todos los colores en las grandes competiciones. En los Juegos, sin embargo, la tiradora cordobesa no acaba de tener suerte.

Quinta en Londres, ayer quería desquitarse. Lejos de poder hacerlo, vivió una tarde cruel, de esas que nunca terminan de olvidarse. Clasificada por la mañana para la final entre las seis mejores en tercera posición, por la tarde se quedó a un plato de la lucha por el oro y acabó perdiendo el duelo por la medalla de bronce en el primer tiro del desempate. La estadounidense Corey Cogdell, tercera en los Juegos de Pekín, le arrebató la medalla. Fue un golpe muy duro para la andaluza, a la que se le atragantó el segundo puesto de tiro por la izquierda. Justo en el que le tocó comenzar a disparar en el desempate. Tampoco le gustó, y así lo reconoció en la zona mixta, el hilo musical que amenizaba las gradas y la falta de verdor del campo, que a su juicio restaba visibilidad.

Hay que entender la gran decepción de Fátima Gálvez, que se había puesto en el punto de mira los Juegos de Río y se había preparado a conciencia. Tenía clavada la espina de su chasco en Londres, a donde llegó también como una de las grandes favoritas tras haberse proclamado campeona de Europa el año anterior. Tuvo que resignarse a un diploma y, ambiciosa como es, decidió exigirse más durante el nuevo ciclo olímpico. Aparte de su trabajo con el psicólogo deportivo Alfonso Herrera, se puso en manos de un preparador físico, que le ha obligado a practicar incluso la natación para mejorar su capacidad aeróbica, algo fundamental para respirar mejor cuando las pulsaciones se aceleran con los nervios de la competición y es necesario concentrarse al máximo. Ayer, sin embargo, en el momento decisivo no pudo aprovechar todo ese trabajo acumulado durante cuatro años.

A pesar del fuerte viento reinante, la cordobesa estuvo firme toda la mañana. La clasificación no era un trámite sino una exigencia enorme y Gálvez respondió con la solvencia de las grandes campeonas. Sólo entraban en la final las seis mejores entre las 21 participantes y acabó tercera con 69 puntos, empatada con la segunda, la italiana Jessica Rossi, campeona olímpica en Londres. La australiana Scanlan fue la única que sumó 70 platos sobre los 75 posibles en las tres tandas de una clasificación que dejó fuera a algunas de las mejor colocadas en las quinielas como la libanesa Ray Bassil y la representante de San Marino Arianna Perilli, que se llevó el chasco de la jornada. Ella y la nutrida representación de dirigentes de su pequeña república.

La final, sin embargo, es otra cosa. Una moneda al aire. De hecho, tanto Rossi como Scanlan se quedaron fuera de la pelea por las medallas. Cuarta en la semifinal, a un solo plato de las dos mejores, Gálvez parecía afrontar el duelo por el bronce en mejor estado de ánimo que Cogdell, eliminada de la pelea por el título en el shoot off por la neozelandesa Catherine Skinner, finalmente plata tras caer en la final ante la australiana Catherine Skinner. La emoción se cortaba en las gradas del campo de tiro.

El mano a mano Cogdell-Gálvez elevó la tensión al máximo. Eran quince tiros y sólo se permitía un disparo a cada plato. Tras los diez primeros, el marcador electrónico registraba un empate a nueve. La española había sido la primera en fallar. Lo hizo en el tercer plato, pero la estadounidense erró en el quinto. Y volvió a hacerlo en el decimotercero. Gálvez ganaba por un punto a falta de dos tiros. Se puede decir que tenía en el bronce en la palma de la mano. Le bastaba con dos aciertos más. Y ya apenas corría viento en el campo de tiro de Deodoro. Su fallo en el decimocuarto fue recibido con un lamento general en las gradas. Es posible que la cordobesa pensara en ese error fatal cuando tuvo que afrontar el desempate y erró en el primer disparo después de que acertara su rival. No hay consuelo para el cuarto clasificado.

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