Borrar
Chema, en un partido de la temporada pasada. Antonio De Torre
«Mi retirada la han decidido por mí, yo no he sido capaz»

«Mi retirada la han decidido por mí, yo no he sido capaz»

Chema repasa sus 15 temporadas en la Segoviana, la idiosincrasia del club y su vida tras dejar el fútbol

LUIS JAVIER GONZÁLEZ

Segovia

Domingo, 8 de julio 2018, 12:47

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Chema descansa en la playa de Tarragona tras acordar con la Segoviana que sus 15 años con el club habían tocado a su fin. El central y capitán se retira tras agradecer la sinceridad de Ramsés al decirle que no contaría con él para la próxima temporada. Llegó en una gélida semana de 2003 y solo hizo las maletas en la temporada 2007-2008 para jugar en la Arandina. Vivió los dos últimos ascensos, en 2012 ante el Logroñés y en 2017 ante el Atlético Malagueño. Y los que debieron ser y no fueron. Su carrera es el relato de una generación silenciosa que ha liderado con su ejemplo.

–¿Cual es el su primer recuerdo de fútbol?

–Hasta los 14 años no jugué un partido arbitrado, así que yo recuerdo ir con mis amigos, juntarnos once y decirles a otros once que si querían jugar. Cada día que venías ganando eras el tío más feliz del mundo. El mejor regalo que me podían hacer era un balón; hasta dormía con él. Un tío mío que trabaja en prisiones me regaló uno de la Liga que hacían entonces los presos. Yo he llegado a jugar con botas de tacos de aluminio en una pista de cemento; ahí te das cuenta de que cada cosa es para lo suyo. Estábamos en pistas de tierra, pintábamos una portería en la pared, las farolas de los parques o las sudaderas eran los postes. Esto se ha perdido. El VAR, para nosotros, era decir que se había ido alta. ¿Por qué? Porque no llego.

–¿Jugar de manera improvisada les hacía mejores?

–Es difícil decir esto porque vas contra el mundo, pero el que es bueno lo es, y punto. A mí me parece una aberración meter a un niño con cinco años a jugar dirigido por un entrenador que le dé voces. Con eso, el niño pierde la intuición. Si de verdad es buen futbolista, ya le enseñarás con 10 años a hacer más cosas. Es como enseñarle a hacer raíces cuadradas cuando no sabe sumar. Queremos que sea el mejor del mundo a los 10 años y muchos dejan de jugar. Entiendo que todos los padres lo hacen y que si un niño no va a una escuela, no puede hacer nada, es como el que no tiene móvil. Pero se nos está yendo de las manos. Se puede ser profesional como la copa de un pino en Segunda B ganando 5.000 euros al mes y serían superfelices, pero mucha gente se juega toda su vida a una carta: ser Ronaldo o Messi. Y eso no depende de ti. A los padres, que son los que deciden, se les ha ido el esférico. Ven al niño como si fuera un saco con el símbolo del dólar, pero solo será mejor jugador si es feliz. Y si está esperando la aprobación de su padre en cada jugada, no será feliz. A mí me da mucha lástima ver a un padre gritando. Te estás cargando a tu hijo.

–¿Cómo fue su primer día en la Segoviana?

–Fue un resumen de lo que puede ser la Segoviana para mí. Venía con una osteopatía de pubis y era un desastre, no podía competir con nadie. Y aun así, me fichan. Yo venía del Rayo o el Atleti, con la vista de ser profesional y pensaba, bueno, un grupo de amigos. Y cuando les ves jugar dices, es que todos podían ser profesionales. Eso es la Segoviana. Cuando en la Arandina me pagan el doble te das cuenta de la calidad que hay. Y aquí no se lo dan porque son de Segovia. Nosotros mismos nos infravaloramos y el vestuario no tiene esa presión del profesionalismo. Por eso la Segoviana lo tiene todo ganado y todo perdido.

–¿Cómo se definiría a sí mismo?

–No me gusta que me llamen profesional porque parece que lo único que hago es esforzarme. Soy simplemente un trabajador.

–Ha formado parte de equipos de regulares que han competido bien y no han sabido rematar. ¿Cuántos ascensos le debe el fútbol?

–¡Buah! Incontables. Ha habido años con mucho dinero que se debió ascender, como el año que perdimos con el Lugo. Todos los hemos perdido, nadie nos ha quitado nada. El peor para mí fue el que perdimos ante el Marino, porque fue el primero. El año anterior no nos metimos el 'play off' por un penalti en el último partido. Me expulsaron en la vuelta y recuerdo que el equipo empezó a jugar mejor. Móstoles, Lugo,Algeciras... El primero lloré, el segundo eché alguna lágrima... Luego estás jodido una semana pero no te pegas el berrinche. A lo mejor estábamos inmunizados. Antes de ascender en Logroño pensábamos que éramos unos cenizos.

–¿Hasta qué punto ha llegado a compenetrarse con Anel?

–Era todo, sin más. Es muy fácil jugar con él, desde Arévalo. Sabes por dónde va a saltar o entrar y la compenetración era máxima. Es un tío de equipo y sé que no va a ir contra mí como otro que sabe que le están viendo y si no le pasas el balón se enfada o te echa la bronca cuando la caga. Anel es un tío humilde.

–¿Con qué cicatrices deja el fútbol?

–En la rodilla derecha, que no me la tuve que operar. Yo iba a hacer pretemporada con el primer equipo del Rayo Vallecano y no la hice porque a un médico se le ocurrió operarme. Ahora sé que no me tenía que haber operado porque él pensaba que tenía el menisco roto y no era así. La osteopatía de pubis hizo que conociera a la Segoviana y el método pilates, al que me dedico. Roturas de fibras por unas malas plantillas; soleos, isquiotibiliales y un gran dolor en la rodilla izquierda.

–¿Se imaginaba en 2015 que iba a seguir jugando y ascender?

–Imaginaba que iba a llegar más lejos de lo que he llegado. Me decían, dejalo ya. Pero para mí, como fisioterapeuta, era rendirme a todo. Si a mí me viene alguien así, ¿de verdad no le puedo recuperar? Tenía que demostrar que era posible.

–¿Cómo decide su retirada?

–Yo no he sido capaz de tomar la decisión de dejar el fútbol. Ramsés me dijo un día que no quería que sufriera y que al final Manu [entrenador] es una continuidad del año pasado. ¿Por qué este año sí iba a jugar? Me dijo, no cuento contigo porque él también sufrió mucho en su último año de Segunda B cuando tampoco contaron con él. La decisión la tomaron ellos por mí, un poco por amistad y otro por la realidad. Mis dos pasiones son el fútbol y mi familia, si cuando voy a jugar no juego y no estoy con mi familia, qué pinto en este mundo. Dije hace años que dejaría de jugar en la Segoviana cuando fuera un problema. Ahora soy más un problema que una solución, pues me quito. Agradezcp muchísimo al club que me lo haya dicho. No tengo otra opción que dejar de jugar al fútbol.

–¿Qué es lo que más teme echar de menos?

–Ya lo estoy echando de menos y el equipo no ha empezado ni a andar. Llevo toda la vida preparándome para jugar; ahora salgo a correr y no sé para qué. Echo de menos un objetivo, que a lo mejor simplemente es mantenerme en forma y sentirme bien. Echaré muchísimo de menos la competitividad en un entrenamiento, a ese ritmo. Que éramos compañeros y parecía que no nos conocíamos de nada. Ir a ver entrenar a la Segoviana es un espectáculo. La gente pensará: son 'terceronas'. Pero todos los entrenadores que vienen de nuevas se sorprenden con ese grupo de amigos. Me gustaría que la gente no deje de ir al campo por estar en Tercera porque los jugadores buenos son los nuestros. También los amigos que dejo; está muy bien verlos en la cafetería, pero un vestuario... Me cuesta hablar.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios