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Un punto que sabe a poco y sirve a todos
Adrián fue expulsado antes del descanso, pero la Segoviana no pagó la inferioridad. Añl final, a Granja y la Gimnástica empatan a cero
sergio perela
Real Sitio de San Ildefonso
Sábado, 20 de marzo 2021, 23:03
Nadie hubiera imaginado el empate en un partido como este, y mucho menos sin goles. Los precedentes estaban claros: la Gimnástica marca siempre, a La ... Granja le suelen hacer goles, ambos buscan atacar al rival. Vamos, que acertar el resultado cotizaba a lo grande. Nadie tampoco deseaba el empate, ya fuera con o sin el aliciente del gol. A los locales los tres puntos les hubieran insuflado una energía especial de cara a la batalla por la permanencia que les espera en la siguiente fase. Para la Gimnástica, nada más y nada menos que certificar el ascenso de categoría sin necesidad de jugar siquiera esa segunda parte del calendario. Así que, a la postre, cuando ambos entrenadores contemplaban el resultado que ya no se podía mover porque no había más tiempo, compartían el regusto amargo que deja siempre un «sí pero no» de este calado.
Ambos tenían razones para pensar que el ascua había estado más cerca de su sardina. Si el análisis comienza del lado granjeño, por aquello de que jugaba en casa, los quince primeros minutos fueron del equipo de Ricardo de Andrés. Y eso que sufría un percance ya antes de comenzar el partido, cuando Sergi se resentía calentando y tenía que recurrir a Hamza de inicio en el lateral derecho.
De la necesidad, virtud, y con el marroquí ganaba salida de balón por las bandas, que es como le gusta jugar a Ricardo, construyendo desde atrás. Igual que en el partido de La Albuera, el centro del campo del Real Sitio se apoderó de la situación de salida y Dani Lázaro hizo daño. Le buscaban de forma insistente por su banda izquierda y entre Adrián y Javi Marcos tenían problemas para atarle en corto. A los dos minutos, les cogió la espalda y superó una mala salida de Christian con una vaselina que a punto estuvo de ser el primer tanto. A balón parado, a los trece minutos y a pierna cambiada, ponía un balón en la cabeza de Dani Blanco que el delantero, con todo a su favor y completamente solo, no acertaba a rematar.
Presión azulgrana
Manu González, por el contra, terminó el partido pensando que la variante táctica que había utilizado para sorprender en el inicio del partido le había salido. No fue esa la sensación, porque con Manu como pivote, una línea de tres por delante con Calleja como mediapunta y dos escoltas como Nogueira y Del Castillo, más dos delanteros como Gómez y Arribas, la Gimnástica no controló el centro del campo. Pero es verdad que, pasados esos quince primeros minutos, sí comenzó a desarticular la salida de pelota de La Granja gracias a la presión de sus dos puntas, incisiva y pesada. Y su equipo acumuló ocasiones que, por unas cosas o por otras, no acabaron complicando a Loren. El primer aviso lo había dado Del Castillo desde la frontal, pero cuando su equipo no estaba bien asentado.
Luego, ya metidos en harina, Gómez y Arribas sí iban a encontrase a gusto. El primero puso una asistencia rasa al primer palo para Nogueira en la que faltó que se hubiesen cambiado los roles, porque con el interior, el centrocampista la mandó fuera al segundo palo. El segundo, Arribas, iba a encontrar un resquicio en un fuera de juego mal tirado y, por la banda derecha, asistir atrás para la llegada de Calleja que, ante el bote que le dio el balón justo antes del golpeo, no puso afinar.
Por lo que realmente parece increíble que al descanso se llegara al empate sin goles fue por lo que fallaron justo antes Diego Gómez y Dani Blanco. Los dos nueves tuvieron ocasiones propias de su oficio. Ocasiones de esas que se sueñan seguro la noche antes de partidos importantes.
Para el gimnástico fueron dos que se le quedaron en la pierna izquierda. Una sí la remachó, sin oposición, pero fuera. La segunda era un mano a mano, tras un error defensivo de La Granja, con Barbudo superado y Loren casi también, que terminaba con el delantero quejándose mientras caía víctima de un resbalón involuntario y muy fuera de lugar. La de Dani Blanco también tiene explicación, aunque resultó igual de clara: Rui despejó mal una pelota en el área dejando el balón hacia el segundo palo, donde Dani cazó de media chilena con la izquierda el bote y lo mandó arriba. Una de esas ocasiones que el aficionado ve igual de fáciles que el delantero difíciles si la pelota coge medio centímetro de altura de más, como fue el caso.
La expulsión cambia todo
La roja directa a Adrián, en el minuto 44, supuso una secuencia de cambios de roles que terminaron desdibujando el partido por completo. En tres cuartos de cancha, con el lateral atacando, en un intento de recuperación de balón, el portentoso físico le jugó una mala pasada. Saltó con la rodilla por delante de forma imponente, seguramente pensando que era la única y mejor opción que tenía de cazar aquella pelota, pero Miguel había llegado antes y se llevó el rodillazo en la cara. Lo cierto es que el árbitro, horroroso en líneas generales en el partido, acertó en las dos acciones decisivas bien auxiliado. «No tenía intención, pero era roja», se escuchaba en el descanso a través de la ventana del vestuario del trío arbitral.
Eso hizo que Manu González recompusiera defensivamente al equipo incorporando a Viti al lateral y quitando a Del Castillo. Nogueira y Manu formaron doble pivote por delante de los centrales y Arribas pasó a la derecha, dejando a Calleja en izquierda y a Gómez solo arriba. Y su equipo ganó orden y aprovechó el enorme trabajo de dos de los suyos: Calleja y el propio Gómez. Dani se puso el traje de luces aunque no fuera para torear, sino para ejercer como subalterno con lo que el partido pedía, que era que su equipo tuviera más la pelota y que todo cobrara sentido.
Es verdad que no hubo más que un disparo a palos por parte de los dos equipos en toda la segunda mitad, pero él supo darle posesión al equipo que jugaba con uno menos. O no, porque en ese momento el trabajo de Gómez se duplicó y no daba la sensación de inferioridad numérica. El nueve gimnástico presionaba con todo, chocaba con quien tuviera a bien pelear cualquier bola. Y, sobre todo, daba salidas a un equipo que necesitaba encontrarle, que aguantara y que llegara la segunda línea.
La Granja en esos momentos no supo jugar. Ricardo se desesperaba y, en un momento determinado, embotellados por una Gimnástica que estaba sacando faltas en tres cuartos con demasiada asiduidad, le gritó a Miguel que salieran, que se estiraran. El pobre Miguel encogió los hombros, seguramente pensando que si estuviera en su mano ya lo estarían haciendo, pero que se estaban fallando pases fáciles, que estaba entrando ansiedad. Que no se creían tener a la Sego en inferioridad. Fueron peores teniendo uno más y, aunque no hubo ocasiones como tal, sí inseguridades que el colmillo del líder de la categoría olía. Loren estuvo errático en las salidas, ni cogía ni blocaba. Un golpeo de Manu desde lejos, un robo de Gómez que no encontró a nadie en el segundo palo y una gran jugada de Conde por la línea de fondo desde la izquierda que tampoco encontró rematador. Cualquiera de esas acciones podría haber supuesto el ascenso, porque el Astorga caía en el otro grupo y se daban las condiciones.
Al final, poco a poco, ambos fueron firmando el armisticio. Se pediría un penalti de Hamza sobre Calleja que no pareció, con lo que otro acierto en este arbitraje segoviano malo de solemnidad. En los acuerdos finales, convinieron todos en eso: en el mal arbitraje que a todos perjudicó, incluso al espectáculo, y en que un punto es un punto menos que se necesita para que los objetivos de ambos se logren. Aunque ya veremos cuándo.
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