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Álex posa antes de una sesión de entrenamiento con la Segoviana. Antonion Tanarro
La resurrección de Álex

La resurrección de Álex

El defensa vence a un calvario de 20 meses tras probar todo tipo de tratamientos con una resistencia mental titánica

LUIS JAVIER GONZÁLEZ

Segovia

Jueves, 4 de enero 2018, 11:19

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Álex dice a sus amigos que ha vuelto del infierno. Sus llamas fueron 20 meses sin jugar al fútbol. Como Sísifo, le tocó subir la piedra a lo alto de la montaña para verla caer una y otra vez. «Hemos estado tan jodidos y nos habían dado tantas veces por muertos...», recuerda un hombre nuevo tras su regreso el sábado ante el Alcorcón B, sus primeros minutos desde febrero de 2016. Lo intentó todo, incluso en los días de furia, y dio con la tecla. La piedra, al fin, dejó de rodar.

Álex se ganó el sitio en la Segoviana en el curso 2014-15. Un fijo para Santi Sedano, cuando Chema y Anel estaban sanos solía ocupar el lateral derecho. Los dolores empezaron aquella primavera, la del acenso que se perdió en Algeciras. «Me costaba bastante terminar los partidos. Seguimos por el momento que era y lo que supone jugar un ‘play off’. Había que aguantar lo que nos viniera porque estábamos en forma y eran seis partidos». Su potencial era fantástico y tuvo ofertas de Segunda B, pero tenía «todo» en Segovia.

Tras una temporada tan larga, el descanso fue mínimo. A las dos semanas de pretemporada paró y llegaron los primeros tratamientos para su fascitis plantar. El club le necesitaba y apuró su recuperación en diciembre. Durante un tiempo hubo dolor, pero apaciguado. No tardó en acentuarse y apenas podía entrenar un par de veces por semana. En febrero dio por terminada la temporada y en verano llegó Abraham García. En esos meses se multiplican los consejos, los especialistas con la pócima. Álex visitó a una docena sin éxito. Uno de ellos le provocó una infección en la fascia y estuvo varios días en silla de ruedas y unas semanas con muletas. «En ese punto estaba desesperado porque nada surte efecto. Incluso nos fuimos a La Coruña solo para ver a un osteópata que acabara con el calvario».

En diciembre recurrió a unas intervenciones en las fascias para relajar el tejido. «Era mi última esperanza, una técnica moderna, pero veo que me siguen doliendo las plantas y otras zonas nuevas. Fue el peor momento. ‘Es que voy a tener que dejarlo porque no puedo dar ni una carrera’. Sobre todo, luchas contra la desesperación y la impotencia». Se hizo una quinta ‘fasceotomía’ en junio –tres en el izquierdo y dos en el derecho– pero rechazó una sexta porque no veía el sentido.

En todo ese tiempo de barbecho, Álex mejoró su condición física, corriendo posturas y haciendo un trabajo «de mucha calidad» en el centro de Pablo Sanz. Aunque parezca surrealista, él siempre supo que volvería. Y así llegó la solución con otra técnica vanguardista, empleada por Dani Bueno: la ‘neuromodulación’, que busca educar al nervio para que no sienta dolor. «Yo notaba mejoras hasta que llegamos un punto en el que me estanco». Entonces hizo un viaje relámpago con Bueno a Barcelona –ida y vuelta en AVE en el mismo día– para aplicar un grado más en el tratamiento y un estudio de hábitos. Y dieron con la tecla.

Después de tantos meses, el vocabulario médico de Álex es de catedrático. Tenía una carencia de vitamina D , la «soldependiente», matiza. Por su trabajo en la Fábrica de Cristales de La Granja no convive con la luz solar, y cuando entrenaba lo hacía en gimnasios. Además, su raza, más habituada geográficamente al impacto directo del sol, repele más esa vitamina, así que necesitaba un suplemento externo. Nadie cómo él para valorar la importancia de un paseo matutino.

Álex se muestra muy agradecido a los servicios médicos del club y a que hayan confiado en él: «Habría sido comprensible que se libraran de mí porque llevaba año y medio y no conseguía nada, así que chapeau. Estoy muy orgullosos de volver a formar parte de esto». El defensa, de 28 años, subraya el aspecto humano: «Ha sido clave dar con buenas personas porque he tenido días en los que no quería saludar a nadie. A Pablo le he vuelto loco».

El ecuatoriano habla de Alfonso Mateos como un hermano pequeño. Han sido compañeros de lesión. «Han sido muchas horas de saber lo que sufre el otro. Compartir una experiencia así te une muchísimo». Su resistencia ha sido titánica. «Dani me decía que la gente con diez veces menos dolor que yo se viene abajo. Sin mi entorno, sin mi novia Paula, me habría hundido». A eso hay que sumar la factura de «unos pocos miles de euros»

Pero pudo la motivación, esos comentarios: «A ti ya se te ha acabado el fútbol». Algo sin lo que el resto de su vida no conjuga; el día a día en el vestuario, el vacile y el espíritu competitivo. «Me intentaba hacer a la idea en la grada, con toda esa impotencia, pero no imaginaba mi vida sin el fútbol, desde mis primeros recuerdos. Cuando escuchaba que estaba acabado, me hervía la sangre porque merecíamos volver. Si hay algo que tengo muy claro es que las cosas que merecen la pena hay que lucharlas hasta el final».

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