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Copa del Rey
Pundonor y dolor en Las Salinas: el Tordesillas cae en la prórroga ante el BurgosUn Tordesillas heroico lleva hasta el límite al Burgos, que iguala en el 94 la diana de Chatún para después asestar el golpe definitivo en la prórroga
Juan Diez Regidor
Tordesillas
Martes, 28 de octubre 2025, 23:29
Por mucho que pasen los años (y los daños), hay eventos, hay circunstancias que siguen sin poderse explicar (al menos con nitidez). El gol, el ... del empate (el que lo echó todo al traste realmente) quizás si se pueda analizar, al igual que la derrota o la eliminación. Pero lo que por todo el tiempo que pase es inconcebible es la capacidad de un equipo para no dejar de superarse tras recibir un golpe más gordo del anterior.
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El Atlético Tordesillas sucumbió. Entraba dentro de lo normal, de lo esperado. Ni mucho menos el cómo. Había quien soñaba con el pase, pero pocos se esperaban llevar al límite a un equipo profesional de esta manera. El Torde empezó mejor el partido, sosteniendo a los de Ramis, que tardaron muchísimo en tener la primera. De hecho, la primera fue para el Torde. Abel recortó al portero y se la dejó a alguien, a quien fuera, que nunca llegó. El primer UY de la tarde, consciente la hinchada de que no iba a haber muchos más.
El Burgos se estiró, comandado por Appin. Cada centro obligaba a la defensa rojiblanca a dar lo mejor de sí, que lo dio. La exhibición defensiva de los de Álex Izquierdo fue memorable, dentro de los límites que permitía un colegiado inmisericorde. Amarilla va, amarilla viene. Todas hacia el cuadro local. Mayor mérito tuvo aún la gesta defensiva con ese hándicap. El Burgos se fue al descanso con más llegadas, pero sin merecer el gol. Tenía que hacer mucho más para derribar a este grupo.
Tordesillas
Farolo; Abraham, Manja, Joan, Dieguito (Sana, min. 86); Miguel Hernández (Emi, min. 67), Fer, Abel, Dani Diez (Popi, min. 86); Jesús Torres (Miguel Velázquez, min. 67) y Chatún (Escu, min. 73 (Chirola, min. 108).
1
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2
Burgos CF
Jesús Ruiz; Aitor Buñuel (Lizancos, min. 90), Del Cerro, Iván Martinez, Brais (David González, min. 67); Mario Cantero, Marcelo (Morante, min. 59); Mollejo (Mateo Mejía, min. 59), Appin (Íñigo Córdoba, min. 59), Fermín; y Mario González (Fernando Niño, min. 67).
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Árbitro: Eder Mallo (colegio leones). Amonestó a los locales Chatún, Miguel Hernández, Castaño, Abraham, Abel, Dieguito, Popi y Manja, y al visitante Mateo Mejía.
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Goles: 1-0 Chatún (min. 61). 1-1 Iván Martínez (min. 92). Lizancos 1-2 (min. 116).
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Incidencias: Las Salinas. 2100 espectadores.
Le vino de lujo el descanso a los locales, mucho más enteros tras el descanso, habiendo recargado fuerzas, hilvanando acciones mejor incluso que el rival. Fueron los únicos minutos donde realmente el conjunto de Ramis se vio atemorizado. No es bueno dejar con vida al león. Y menos en su campo (qué campo, qué ambiente, en sus mejores galas y sin un insulto).
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El milagro solo podía llegar a través de la fe, de la que se sustenta este club que este martes llegó a su cúspide (resultado aparte). En el minuto 62 sucedió una de esas circunstancias que solo se entienden desde la el credo, como todo el partido en general, como Abel en particular. El mejor jugador rojiblanco confió en el fallo de un central de Segunda División. Hay que tener fe, con perdón, de bemoles. Como los que tuvo para llegar hasta línea de fondo y poner ese balón, confiando (una vez más) en que llegara un socio. Quién si no, Chatún.
Ajustada, impepinable. El grito, el más escuchado de la historia en Las Salinas. El del gol, el del sí se puede, el de la explosión, el de esta vez sí. Se abrazó a todo el que pudo, porque si algo tiene Chatún es que antes de futbolista es persona... y en ninguna de las dos facetas se queda corto.
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Quedaba media hora de agallas, de resistir. Expertos los gladiadores rojiblancos en estos lares. No sufrieron el golpe de euforia del gol, de una grada que ya no volvió a callarse nunca, ni siquiera en el momento fatídico que estaba por venir. Cuando el Burgos sacó la maquinaria pesada (los Fer Niño y compañía) parecía que el Torde no iba a poder. Pero aguantaba con todo, muy junto, con ayudas. Cada centro era un calvario, pero cada despeje era oxígeno. De gladiadores iba el tema, mención especial a Abraham, que es una mina.
Entre el agobio visitante hubo tiempo para el desahogo. Escu se encontró la que le gusta, la de encarar, la puso tensa para el remate de Miguel Velázquez, pero llegó una milésima antes el portero. Quedaban 5 y la sensación era de que lo más difícil estaba, de que el Burgos no había bajado los brazos, pero sí le empezaba a invadir un sentimiento de resignación. Hasta que llegó lo que nunca tuvo que llegar.
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En Las Salinas se han vivido momentos tristes. Muchos, (por supuesto también maravillosos). Para el último no hay que ir muy lejos, cuando en mayo el Tordesillas le había dado la vuelta a la eliminatoria con el Burgos B después de caer 3-0 y recibió un gol que supuso a plomo. Pero pocos goles han dolido más que este, por el minuto, por el rival, por lo especial, pero, sobre todo, porque es imposible hacer un partido más completo.
Pero como aquí el fútbol no debe nada a nadie por mucho que los filólogos se empeñen, el Burgos empató. Con un centro llovido y un remate facilísimo. Un gol tonto, pero lo mismo da. Después de 90 minutos de entrega el destino le regaló otros 30 al Tordesillas. Con un escenario opuesto: un Burgos con sus titulares y un Torde con sus hombres de reserva. El milagro se elevaba a la enésima potencia y al descanso se llegó todavía con él.
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Sin tiempo para visitar el campo contrario, eso ya daba igual. Tocaba centrar todo el esfuerzo atrás para que no volviera a suceder lo mismo que con el empate. Es el único 'pero' de una noche casi mágica: encajar el segundo cometiendo el mismo error que el primero. En el minuto 112 Lizancos tumbó al Tordesillas. Una vez más, la enésima. Un remate en el segundo palo defendible hablando desde el fútbol. Los minutos restantes se analizan desde el alma.
La de Chirola, que arrancó la moto y estuvo cerca de encarar; la de Abel (madre mía, sigue corriendo), cuyo disparo tocó en un defensor; la de Miguel Velázquez, que le cayó a su pierna buena para empatar... y acabó en las manoplas. Un minuto de descuento (para un colegiado que además de riguroso tenía prisa por irse) no fue suficiente para la más difícil todavía. Esa aún está por llegar. La Copa es historia, una historia de dolor, una historia de pundonor.
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