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Muñoz Hinojo, de 47 años, con su medalla de ‘finisher’ en el maratón de Valencia y el habano con el que lo celebró
Maratoniano puro

Maratoniano puro

Muñoz Hinojo es un corredor descatalogado: celebra sus éxitos con un habano y se deleita con el vino y la ópera. No entrena ni un minuto, pero en un fin de semana se mete dos trails y un maratón

fernando miñana

Sábado, 3 de diciembre 2016, 19:09

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Pocos maratonianos celebran sus éxitos como Francisco Javier Muñoz Hinojo (Valencia, 1969), dibujando densos aros de humo en el aire. Hace dos domingos, el día 20, logró renovar su mejor marca en la mítica distancia, que parecía invencible tras doce años de vigencia, después de culminar el maratón de Valencia en dos horas y 57 minutos. El premio se escondía en la cava que tiene en su casa con la joya de su colección de habanos: un Montecristo clase A, «un gran corona».

SUS HITOS

  • Primera ediciones

  • Una de sus manías es correr la primera edición de una carrera. Lleva más de 80 y 65 de ellas en la distancia de maratón.

  • Maratoniano

  • A pesar de no entrenar entre semana, no tiene miedo a las distancias. Solo en 2016 lleva completados 31 maratones. Hace dos domingos, en Valencia, mejoró su mejor marca hasta las 2 horas y 57 minutos.

  • Conocido

  • En el Mamova, un maratón de montaña en Andilla (Valencia), le dieron el dorsal 1 en 2011, el 2 en 2012, así hasta el 6 en 2016.

  • Bel canto

  • La ópera es otra de sus pasiones. También las cuenta y ha visto ya 165 representaciones.

Muñoz Hinojo es un corredor descatalogado. No entrena, le gustan los puros, los buenos vinos y la ópera, y compite hasta la extenuación. Eso de que no entrena no es una exageración. De lunes a viernes no corre ni un kilómetro. Ni series, ni cuestas. Nada. Es el momento de trabajar, de acudir a una cata de vinos o de pasar por el Palau de les Arts para emocionarse entre voces prodigiosas. Como aquel fin de semana involvidable en Milán. «Fue en 2012. El sábado fui a ver Las bodas de Fígaro, una de mis óperas favoritas, y al día siguiente, corriendo el maratón, pasé por delante de la Scala y me hizo ilusión pensar que la víspera estuve yo dentro de ese templo disfrutando de la ópera».

A pesar de no entrenar, lleva más de 2.200 kilómetros en las piernas. Solo con dorsal. Porque si entre semana descansa y regenera su cuerpo, el sábado y el domingo no hay tregua. Como el último fin de semana de octubre. El sábado por la mañana corrió un trail de montaña de 14 kilómetros en Benlloch (Castellón). Por la tarde disputó otro, de 13 kilómetros, en Losa del Obispo (Valencia). Después cogió el AVE y se marchó a Madrid para correr el domingo el maratón de Alcalá de Henares.

Esa panzada de viajes y kilómetros tiene una explicación más allá de su pasión por la carrera a pie. «Soy coleccionista de primeras ediciones. El primer año los organizadores le ponen mucha ilusión y me gusta apoyarles», revela. Allá donde se estrena una prueba, allá va él. Ha descorchado más de 80 y solo en maratones lleva el contador por 169. No es un superatleta, pero sí un notable corredor que, dentro de su categoría, mayores de 45 años, sube al podio de vez en cuando en carreras menores y, además, pertenece a un club profesional, el Cárnicas Serrano.

Aunque a veces ha ido a carreras tan residuales que ha terminado cruzando la meta en primera posición. Le ha sucedido tres veces. «En Alcañiz, dando ocho vueltas al circuito de Motorland y subiendo al mismo podio que Márquez o Valentino Rossi, lo que me hizo mucha ilusión; en Cartagena, en un maratón que también se celebraba en un circuito de velocidad, y un ultrafondo en Valencia».

Javier se gana la vida dando clases de Física y Matemáticas y trabajando en una empresa de investigación y desarrollo. Tiene facilidad para los números y recuerda con admirable exactitud las fechas de casi todas sus carreras, por antiguas que sean, y la marca.

Su rastreo en busca de primeras ediciones le ha llevado por toda España. «Soy finisher en las cincuenta provincias. Completé mi reto en 2010, en la más lejana, al correr el Gran Canaria Maratón». La primera edición, claro. Aunque no desdeña viajes estimulantes para alguien que se define como «un diletante de la carrera a pie». Las zapatillas también le han llevado a Estocolmo, Helsinki y al precioso maratón de los Alpes Marítimos, con salida en el tristemente célebre Paseo de los Ingleses de Niza y llegada en la Croisette, en Cannes. O el medio maratón de La Habana, donde aprovechó para indagar en los secretos de sus cigarros.

235 milímetros de cigarro

Aunque ahora parece tirarle más la montaña que el asfalto. «El mundo del trail me ha permitido descubrir territorio ignoto, desentrañar la Península Ibérica a través de sus senderos», explica este valenciano que creyó averiguar en un viaje a Grecia el remoto origen de su pasión. «Nos llevaron a visitar unos monasterios y la guía me explicó que la batalla de Maratón se realizó cerca de unos campos de hinojo, una palabra que, traducida al griego, significa Maratón. Es decir, que mi segundo apellido es Maratón. Ahí está la clave de todo», bromea.

Es un hombre culto, fiel a la Filmoteca, y ligero como un pajarillo (57 kilos). A sus 47 años apenas ha sufrido lesiones, la pesadilla de todo corredor. Sus únicos dos contratiempos fueron accidentales. Una dolencia jugando en la playa y la otra, un trompazo en la rodilla durante una carrera de montaña. Es un buen conversador y explica que el Montecristo clase A, 235 milímetros de puro, no se puede fumar de manera atropellada. Lo ideal es hacerlo con calma (necesita hora y media para apurarlo) y en compañía. Aunque matiza que es un habano con el que uno «llega a conversar con el humo». El maridaje tampoco es baladí y ha elegido una copa de Zacapa, el soberbio ron guatemalteco. A la salud de Filípides.

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