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El círculo que se cerró

Eloy de la Pisa

Martes, 31 de marzo 2015, 19:56

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Nadie, ni siquiera los estudiosos de la mente humana, ni las mayores eminencias en conocer el proceso mental del cerebro, son capaces de aventurar que puede pasar por ese complejo órgano cuando la enfermedad de la depresión se adueña de él. Y Lalo estaba enfermo. A nadie se la habrá escapado el detalle de que su cuerpo emergiera a escasos metros donde se le vio con vida por última vez, que es justo junto al lugar donde él logró sus mayores éxitos.

Intentar seguir el proceso mental que conduce a un ser humano deprimido a tomar decisiones drásticas es inútil. Y probablemente absurdo. Pero, cuando afrontaba los momentos más duros y solitarios de su existencia, el cerebro de Lalo le estaría conduciendo junto a lo que fue su vida; cerca del sitio en el que su mente recordaba que había sido realmente feliz. Allí, entre aquellas paredes y sobre aquel parqué pudo extraer todas las potencias que la naturaleza le había dado. Allí se sintió querido, una afecto que quizá sintiera ya perdido. En el polideportivo Pisuerga fue ídolo, y en él Javier Herrero le recuperó y le dio la ocasión de volver a disfrutar del baloncesto cuando le puso al frente de la dirección deportiva del CB Valladolid. Las cosas no salieron como ellos querían y la ciudad deseaba, pero es que la vida siempre fue dura con Lalo.

Desde aquel infausto día en que fue a trabajar y se encontró con que todo lo que poseía se había volatilizado, Lalo no dejó de pelear un solo momento. Superó escollos, momentos durísimos, accidentes que casi le dejan manco. Su proverbial fortaleza y sus amigos le fueron sacando de todas las trampas que la vida maldita ella- le colocó en el camino. Una tras otra. Sin parar, como si quisiera cobrarle un injusto peaje por todo el cariño y la admiración que recibió.

La vida ha sido tan injusta con él, tan rastrera, tan rácana, que incluso le retuvo un mes bajo la oscura pátina del Pisuerga. Quienes saben de estas cosas eran conscientes de que el río solo devolvería al bueno de Lalo cuando la temperatura del agua subiera. Y ha querido que fuera en el inicio de la Semana Santa, cuando él gustaba de salir como cofrade de las Siete palabras.

El círculo se ha cerrado. Por completo. Descansa en paz, Lalo.

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