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Agada se eleva por encima de Adekoya en una acción de la primera parte. Nuria Rioja
Al Carramimbre se le resbala la hazaña de las manos (77-71)

Al Carramimbre se le resbala la hazaña de las manos (77-71)

Los de Paco García sucumbieron en el último minuto después de levantar una desventaja de 24 puntos en la primera parte (44-20). Melilla obtiene billete para la Final de Cuatro de Bilbao los próximos días 1 y 2 de junio

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Martes, 21 de mayo 2019, 23:01

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Faltó un minuto. Un rebote. Una rotación. Un americano... Quién sabe si el millón que destina la Ciudad Autónoma de Melilla al baloncesto. ¡Un suspiro! En eso quedó finalmente las diferencias entre un firme candidato al ascenso allá por el mes de agosto, miembro del exclusivo club del millón de euros este año en la LEB Oro, y un equipo lastrado por su déficit –dentro y fuera de la pista– que sin embargo ha demostrado una fe y un alma a prueba de bombas. Y un superávit en compromiso e ilusión que ha compensado todas y cada una de sus carencias físico-técnicas.

Melilla Baloncesto

Marín (2), Agada (15), Gjuroski (5), Urtasun (10), Dos Anjos (9) -cinco inicial-, Gilling (17), Balaban (6), Vucetic (1), Rubio (3) y Franch (9).

77

-

71

CBC Valladolid

Alvarado (5), Gantt (12), Álex Reyes (13), Adekoya (2), Sergio de la Fuente (15) -cinco inicial, Kazadi (13), Aboubacar (7), y Carlos Novas.

  • parciales: 19-14, 27-11 (46-25 al descanso); 14-24 (60-49) y 17-22 (77-71).

  • árbitros: Germán Morales, Alejandro López y Roberto Lucas. Eliminados Kazadi y Vucetic.

  • incidencias: Qiunto partido de la eliminatoria disputado en el polidepotrivo Javier Imbroda, con poco público en las gradas.

El de ayer, en el quinto y definitivo partido de la serie, fue el mejor ejemplo del espíritu inconformista y ambicioso que ha demostrado a lo largo de todo el año, espejo a su vez de la trayectoria inmaculada e impecable que ha logrado perfilar el club desde su nacimiento. Todavía en pañales y casi gateando, siempre ha conseguido dar un paso al frente. Nunca atrás. La derrota de ayer debe entenderse como otro saltito dentro de sus exiguas posibilidades.

Murió, pero lo hizo en la orilla y con las botas puestas.

Lastrado en la primera parte

De salida, poco se pareció el escenario a los dos últimos de la serie y mucho al primero. El matiz diferencial lo marcó una rotación local mucho más enchufada y en cada cambio un paso por delante de la de Carramimbre, que ni encontró en Kazadi el salto que sí le daba Mike Torres ni tampoco jugadores como Novas o Astilleros pudieron dar oxígeno de calidad a los titulares.

Todas las trampas que se presumían en los vallisoletanos para igualar fuerzas ejercieron un 'efecto boomerang' en la primera mitad. La salida de inicio de Marín en el puesto de base fue desgaste añadido para Alvarado y maná para Franch, que cuando entró en el campo supo aprovechar su frescura para imprimir una marcha más y conectar con Gilling para romper el partido. Los dos triples con los que se cerró el primer cuarto (19-14) no fueron sino un aviso de la tormenta que se avecinaba. Los primeros truenos vinieron de la mano del danés Jonathan Gilling, inédito hasta la fecha en la serie, y ayer especialmente inspirado, unas veces por talento y otras por una defensa especialmente contemplativa. Y no fue uno ni dos ni tres. ¡Ni siquiera cuatro! El rubio se subió a la ola, aprovechando que su equipo jugaba cómodo con un evidente equilibrio exterior-interior, y se fue hasta los cinco triples en el segundo cuarto para llevar el partido hasta una máxima local de 24 puntos (44-20, minuto 18). Cinco minutos bastaron para dinamitar la resistencia del Carramimbre, que si atrás se vio sorprendido por el acierto del último invitado a la fiesta por parte de Melilla, en ataque intentó frenar la sangría librando batallas individuales sin beneficio alguno.

Primero Gantt, luego Alvarado, poco después Adekoya,... Uno y otro error. Y otro más. Se buscaban soluciones en ataque cuando éstas se encontraban atrás. En una defensa extraordinariamente endeble que permitió a Melilla irse con 46 puntos al descanso (46-25).

Estaba todo decidido... pero para Melilla, porque enfrente tenía a un Carramimbre que nunca le pierde la cara a los partidos, independientemente de la desventaja que tenga que superar, y que ha demostrado sobradamente durante la temporada que le va la marcha. Que cuanto más se empine el reto, más fuerte aprieta los dientes.

Y aún tenía que apretarlos después de una primera parte contemplativo y sin el alma que le caracteriza. Y empezó a remar. Como aquel primero de la serie en el que llegó a ceder un 40-20 en la primera parte.

El triple de Kazadi lanzó un parcial de 0-9 de salida (46-34) que hizo dudar a Alcoba. Y también a Melilla, que sin la inspiración de Gilling en cancha, la zona 2-3 le pareció una cremallera imposible de traspasar. Y la ventaja fue menguando. Primero doce (48-36). Poco después once para cerrar el tercer cuarto (60-49). Nueve con el balón robado y contraataque de Astilleros (62-53). Siete con la bandeja de Aboubacar (62-55). ¡Incluso cinco tras el triple de Gantt! (65-60, minuto 35). Un esfuerzo ímprobo que se acabó justo ahí. En el momento en el que un bloqueo alto se saldó con falta de ataque de Aboubacar cuando el Carramimbre buscaba colocarse a tres de su rival.

Quedaban poco más de cuatro minutos y aunque el omnipresente Agada estaba en cancha (15 puntos, 11 rebotes y 5 asistencias), fue Urtasun quien, con cinco puntos consecutivos, volvió a dinamitar el partido cuando peor pintaba para Melilla (70-60). El partido parecía agonizar,... pero no. Ya sin piernas frescas ni las ideas claras en ataque, el Carramimbre exprimió su última gota de sudor en busca la hazaña. Una gesta que se puso al alcance tras el robo y mate de Álex Reyes (73-69, con 38 segundos por jugarse), pero que acabó muriendo en la línea de tiros libres.

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