Agitar la bufanda
Pausa de hidratación ·
El periodismo deportivo ha entrado en una dinámica peligrosa que confunde colores e intereses¿Deben los periodistas deportivos agitar la bufanda del equipo que les acredita cada fin de semana sin ningún rubor como si no hubiera un ... mañana? Reconozco que en ocasiones viendo lo que se estila alrededor de los dos transatlánticos que monopolizan nuestro fútbol he llegado a dudar. Entre la conveniencia de ceñirse a lo que dicta la realidad, el camino más rápido para dormir a pierna suelta, o maquillarla para no pisar callos y subirse a la ola de la gran mayoría de los aficionados. El debate es tan viejo como el barón de Coubertin, que propugnaba el juego limpio, y en nuestro caso no tiene escapatoria posible por cuanto la opción elegida siempre va a tener sus detractores. Da igual lo que escribas/opines porque la etiqueta no hay quien te la quite. Si la agitas bien fuerte te conviertes en forofo. Y si opinas a pecho descubierto estás en contra de los intereses del club con la amenaza a la vuelta de la esquina de convertirte en periodista de Segunda. ¡Como si las asistencias de gol se dieran en las redacciones y los puntos los consiguiera un epíteto! ¡O un mensaje positivo!
Viene esto al caso por la última aparición de Sergio González, preparador del Real Valladolid, y una exposición muy personal en la que, con toda su buena intención, instaba a los medios de comunicación a enfundarse la blanquivioleta además de la bufanda. Vino a decir que no conviene preguntar por las salidas de Masip o el físico de sus jugadores en el último cuarto de hora antes de afrontar uno de los partidos más importantes del año. Si lo llevamos al extremo se deduce que es mejor enfocar nuestras dudas –y por ende las de los aficionados– al buen tiempo que luce ya en los Anexos y lo bien que le sienta al césped de Zorrilla como premisa para ganar al Espanyol.
Entendiendo el deseo del técnico, y por mucho que lo intento, no acabo de verle entregando las preguntas al dictado antes de cada comparecencia. Le veo más liderando el camino a la permanencia desde el banquillo pisando para ello los callos que haya que pisar. El entrenador a entrenar, el aficionado a apoyar y el zapatero a sus zapatos. Y el periodista a informar, si es posible sin bufanda.
Baloncesto
Pablo Laso y el carácter
Año Nuevo de 2003. Polideportivo Pisuerga. El extinto Fórum se tambaleaba en Liga ACB con dos victorias en 14 jornadas y Luis Casimiro, sin bases que le inspiraran confianza ni veteranos que le gobernaran el vestuario, optó por reclutar a Pablo Laso en el ocaso de su carrera para que le hiciera el trabajo sucio fuera del campo un mes antes de fichar a Iuzzolino para que se lo hiciera dentro. Estaba ya de vuelta metido en el papel de temporero –una semana antes había acabado un contrato como interino en Lleida– y su cabeza, por mucho que vistiera de corto, administraba los problemas enfundado en un traje. Aquel equipo acabaría salvándose con 11 victorias, tres por encima del descenso, y su concurso en pista no cambió nada –1 punto y apenas una asistencia en una media de 10 minutos por partido–, pero los que compartieron aquel vestuario ya intuían que Laso acabaría en un banquillo utilizando la psique para sacar lo mejor de cada jugador.
Nueve años después de tomar las riendas de un Real Madrid deprimido que venía de cuatro temporadas sin títulos de liga, nada menos que ¡dicienueve sin Copas del Rey! y sin levantar una Copa de Europa desde tiempos de Sabonis, aquel menudo chaval de ojeras infinitas ha convertido a la sección de baloncesto en grande de Europa e imbatible en España. El técnico alavés ha vuelto a llenar el pabellón de aficionados y la sala de trofeos hasta el punto de que su sombra es ya tan alargada en el baloncesto español que garantiza nada menos que tres de las cuatro competiciones en las que participa. Cinco Ligas ACB, 6 Copas del Rey, 2 Euroligas, 5 Supercopas, una Intercontinental... y un trocito destacado de aquella permanencia que parecía imposible y que empezó a lograrse el primer día que cruzó la puerta del polideportivo Pisuerga. En Año Nuevo. «Este equipo necesita que no solo le ayude en la cancha», anunció entonces. «Hay que sacar el carácter para comenzar a despegar. Debemos estar todos unidos para salir de una mala situación», sentenció Laso, entonces el 'hijo de Pepe'. Hoy don Pablo.
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