Delibes y su doble personalidad
Existe una falta de conciencia crítica a la hora de evaluar la obra y la vida del autor de 'Mi idolatrado hijo Sisí', 'Las ratas' y 'El disputado voto del señor Cayo', del que se acaba de conmemorar el centenario de su nacimiento
Sorprende, en estos días en los que conmemoramos el centenario del nacimiento de Miguel Delibes, la falta de conciencia crítica a la hora de evaluar ... su vida y su obra. Bastan unos ejemplos para comprobar el grado de conflictividad que, en su día, produjeron algunos de los que hoy son considerados sus mejores libros. Justamente la polémica que, en su día, originaron, hizo que el escritor vallisoletano evolucionara hasta conseguir sus mejores obras. Quizás el caso más sorprendente de todos ellos fue el de 'Mi idolatrado hijo Sisí'.
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Unos años antes, Delibes había conseguido el Premio Nadal con 'La sombra del ciprés es alargada' , su 'opera prima'. El mas sorprendido en recibir aquel premio fue el propio Delibes, que no lo esperaba con su primera novela. Ello le impulsó a probar suerte, unos años más tarde, con el recién creado Premio Planeta. Delibes dedicó tres años de su vida a escribir 'Mi idolatrado hijo Sisí', mas que cualquier otra obra que escribió, y, sin embargo, al publicarse la lista de finalistas para dicho premio, su obra ni siquiera aparecía entre las novelas seleccionadas. Su amigo y editor, Verges, de la editorial Destino, ya le advirtió de que Planeta era «la competencia». Finalmente, y bajo el sello de Destino, la novela de Delibes se publicó en 1953. Se trataba de una 'novela de tesis', en la que Delibes atacaba el «control de la natalidad», propuesto por el francés Malthus, y defendía con vehemencia la tesis de libertad absoluta a la hora de escoger el numero de hijos, tal como proponía la Iglesia Católica.
Sorprendentemente, aparecieron en 'Ecclesia', revista de la propia Iglesia, duras críticas que tachaban la novela de Delibes de «altamente peligrosa por su reiterada sensualidad», sin hacer referencia alguna a su tesis sobre la libertad individual a la hora de tener hijos. Delibes, que procedía de una familia católica, y se había alistado en la guerra civil en el bando nacional, se sintió definitivamente humillado. La Iglesia española le volvía la espalda, justamente cuando él lo que pretendía, en aquellos momentos, era ser considerado como «escritor católico», siguiendo la estela de Graham Greene, de Mauria o de Carmen Laforet en España. A partir de aquel momento, el derrotero de su escritura cambia absolutamente de dirección.
La Iglesia no entendió el mensaje que Delibes quiso dar contra el control de la natalidad en 'Mi idolatrado hijo Sisí'
En los años sesenta, Delibes conoce en Segovia a un hombre que se dedicaba a cazar ratas de agua para comérselas. Su novela 'Las ratas' se inspiró en la historia de este hombre. En este relato, el Tío Ratero cazaba ratas en el río con un pincho y vivía en una cueva con un niño que no iba a la escuela. Un familiar suyo, el Tío Rabino, tenía, como su nombre indicaba, un rabo entre las piernas y andaba a veces a dos y otras a cuatro patas. No es difícil concluir que lo que pretendía Delibes en esta novela es relacionar al hombre de hoy con el que vivía en el paleolítico, que también vivía en una cueva, cazaba ratas o cualquier otro animal y la única educación que recibían sus hijos es lo que les proporcionaba la madre naturaleza…
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Lo sorprendente de esta novela es que el Tío Ratero, el Tío Rabino y el Niní son los héroes de la novela y el alcalde del pueblo, que finalmente acaba expulsándoles de la cueva donde vivían, es el villano de la obra de Delibes… Tantas críticas recibió por esta obra que hubo de disculparse en El Norte de Castilla, el periódico que él mismo dirigía. Salió del paso diciendo que lo que él había pretendido con su obra era denunciar la pobreza y miseria de ciertos pueblos donde todavía vivían algunos de sus habitantes en cuevas, pero no es eso lo que dice su libro.
Esta escisión o bifurcación que vemos entre el Delibes director de periódico y el Delibes novelista lo vemos claramente en su obra 'El disputado voto del señor Cayo'. En junio de 1977, los españoles habían sido convocados para votar en las primeras elecciones democráticas que había tenido España en el siglo XX. Pero es que, en aquel mismo año, Delibes escribe 'El disputado voto del señor Cayo'. El señor Cayo, al que Delibes conoció personalmente, vivía con su mujer en un pueblo castellano deshabitado de la provincia de Burgos. Cayo ejercía todos los oficios imaginables –agricultor, cazador, pescador, constructor, retejador, apicultor, etc.– y se ve sorprendido por un grupo de jóvenes que le piden su voto para las próximas elecciones. Algunos se dan cuenta de lo absurdo que era pedirle el voto al señor Cayo cuando este voto nada podía significar para aquellos españoles que vivían en pueblos escasamente habitados.
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«De esta contradicción –de esta doble personalidad– nace la grandeza de este novelista»
¿A quién votó Miguel Delibes en aquel 15 de junio, cuando los españoles ejercían su primer derecho a voto de la España moderna? Aquel 15 de junio de 1977 Delibes votó en su colegio electoral de Valladolid y su votó fue probablemente para la UCD, el partido que apoyaba su periódico, El Norte de Castilla. Unos días antes, el propio Delibes había escrito que, en aquel día, el pueblo español celebraba «la gran fiesta de la democracia». Pero no es menos cierto que, habiendo depositado su voto, Delibes se fue a Sedano, el pueblo donde pasaba sus vacaciones. Y allí vio que todos aquellos carteles que colgaban de las paredes no tenían el mismo sentido que en Valladolid. Nacía la historia del señor Cayo, aquel señor que había conocido en el pueblo deshabitado de Cortiguera y que ahora resucitaba en su imaginación.
Desaparecía el periodista de El Norte de Castilla y aparecía el novelista de la España vacía, que se permitía cuestionar aquella naciente democracia española… Solo a partir de esta doble personalidad podemos comenzar a entender quien era Delibes, solo a partir de un Dr. Jeckyll, catedrático de la Escuela de Comercio de Valladolid por las mañanas y director de El Norte de Castilla por las tardes, era capaz de transmutarse en Mr. Hyde (supongo que por las noches) para convertirse en cazador, es decir, en hombre del paleolítico, para poder explorar las raíces mismas del género humano. De esta contradicción –de esta doble personalidad– nace la grandeza de este novelista.
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