Ayúdame a salvar la Tierra
Historia de una amistad ·
«Todo español tiene su delibes: para unos es 'El camino'; para otros, 'Las ratas', o 'Viejas historias de Castilla la Vieja'», o le descubrieron en el cine o el teatro. «Mi delibes es Miguel Delibes Setién en persona», explica el autor del artículoYa no recuerdo quién dijo que todo español tiene su delibes: para unos es 'El camino'; para otros, 'Las ratas' o 'Viejas historias de Castilla ... la Vieja', o los libros de caza. Hay quien se encontró con Miguel Delibes en la escuela, o en una función de teatro en la que Lola Herrera representaba 'Cinco horas con Mario' o en el cine viendo a Paco Rabal, Milana bonita, en 'Los santos inocentes'. Conozco personas que se rieron sin parar con 'El príncipe destronado' o que sufrieron la hipersensibilidad del protagonista de 'Las guerras de nuestros antepasados'.
Mi delibes es Miguel Delibes Setién en persona, al que estoy muy agradecido. Lo traté durante casi 30 años y terminamos siendo amigos. Aunque entre esa fecha y su muerte hablamos con cierta frecuencia, nos vimos por última vez el 8 de febrero de 2006. Me había dicho por teléfono que por qué no me acercaba a Valladolid, dábamos un paseo, charlábamos y comíamos algo. Acepté gozoso, pero tardé bastante en ir.
El paseo se redujo a la ida y la vuelta al restaurante La Pedriza. Allí me convenció de algo sin llegar a decírmelo, como si el gallego fuera él. Para explicarme un sucedido trazó unos monigotes sobre el folleto del restaurante. Se lo saqué de las manos y me lo guardé. Me miró muy extrañado, como si le pareciera un gesto impropio o de un idiota. También en el restaurante me regaló 'La Tierra herida', escrito con su hijo Miguel, y le plantó una dedicatoria que terminaba: «En la esperanza de que me ayude a salvar la Tierra». Cuando don Miguel pedía algo, no se andaba con menudencias. Y nada, ahí estamos.
«Su ecologismo fue un ecologismo enterizo, que atendía a la ecología completa de la naturaleza, también a la ecología humana»
Casi todos los estudiosos le reconocen como un avanzado, por lo menos en España, de la preocupación ecológica, que cristalizaría muchos años después en su discurso de entrada en la Real Academia Española: 'El sentido del progreso desde mi obra', que se publicaría más tarde también con el título 'S.O.S.'. Su ecologismo fue un ecologismo enterizo, que atendía a la ecología completa de la naturaleza, también a la ecología humana. Desde muy temprano asomaron en sus novelas, cuentos y artículos los rechazos a determinadas prácticas de caza o de pesca que consideraba rapiñas abusivas e ilegítimas o las sospechas sobre los pesticidas y sus efectos, que terminaron confirmándose. Pero también denunciaba con tanta o más frecuencia el abandono de los pueblos y, especialmente, de su gente joven, sin otros recursos para el ocio que el alcohol y el sexo.
Producía en Delibes una honda preocupación el progreso meramente tecnológico, más fiado en lo que se puede hacer que en lo que se debe hacer. Veía que la capacidad técnica –lo que se puede hacer– crecía desacompasada con nuestra sabiduría ética –lo que se debe hacer– tan presente en sus personajes más entrañables. Percibía un efecto de extrañamiento: las personas ya no nos reconocíamos y nos sentíamos extraños en nuestro propio entorno, desarraigados. Le aterraba la pulsión del mero producir y consumir no embridada, diría él, por una inteligencia moral.
Por eso, en la dedicatoria, me pedía que le ayudara «a salvar la Tierra».
Por eso ahí seguimos.
Por eso, Miguel Delibes será actual siempre.
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