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Salamanca siempre es un placer, también en lo gastronómico. Su rico patrimonio, su longeva y famosa universidad –ochocientos años de historia no pueden estar equivocados– y su interesantes gastronomía. Lo reconozco, mi relación con la capital charra fue un flechazo que dura ya varias décadas. Hace poco estuve un par de días empapándome de ese ambiente casi mágico que desprende Salamanca. Como un turista más, me dejé llevar igual que la riada de visitantes que cada día recorren sus vetustas calles. Pero como la cabra tira al monte, y el que estas líneas escribe, a la buena mesa, decidí probar nuevas apuestas culinarias que se pueden disfrutar en esta ciudad a orillas del Tormes. La primera, una vinoteca con terraza, buenos platos y tapas en la coqueta Plaza de los Basilios: Vinodiario. Excelso salmorejo para soportar los calores, lo mismo que las verduras con salsa romescu o el pato con una deliciosa salsa de frutos rojos. Para rematar, una tarta de pera de exhibición. La carta de vinos es uno de los puntos fuertes de la casa, con referencias interesantes.

El segundo establecimiento también es una vinoteca con restaurante, o un restaurante con vinoteca, como prefieran. Se llama Bordadores 12. Ubicado junto a la Casa de las Muertes, este local ofrece una más que interesante propuesta en vinos. Buen lugar para probar los caldos de la tierra, los emergentes vinos de la Sierra de Salamanca o de Arribes. Cocina cuidada, con algún toque internacional, y basada principalmente en un producto de proximidad. Jamón de Guijuelo, de la prestigiosa firma La Hoja del Carrasco, una original pluma ibérica macerada en salsa teriyaki o un milhojas de solomillo. En postres, ricos tatín de manzana y brownie de chocolate blanco.

En esta nueva oferta salmantina no hay que olvidarse de En la Parra, la versión charra del Cocinandos leonés, cocina de mercado que refleja el impulso creativo y original de su chef ejecutiva, Rocío Parra, con un menú degustación que no deja indiferente a nadie. Muy Recomendable. Y no se puede quedar en el tintero una cocina más clásica y tradicional, que también tiene su tirón entre nativos y foráneos. El Mesón de Gonzalo es un buen ejemplo de la misma. Sobresale con sus callos, las croquetas, las manitas de cerdo, las mollejas de lechal encebolladas y, la joya de la corona, su carne de morucha.

Lo dicho. Un placer para el paladar.

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