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Héctor Alterio es Andrés en 'El padre', texto de Florian Zeller. El Norte
Héctor Alterio: «Me he quedado en blanco dos veces en 88 años, ¿no es mal promedio, no?

Héctor Alterio: «Me he quedado en blanco dos veces en 88 años, ¿no es mal promedio, no?

El veterano actor, que llega al Teatro Calderón con 'El padre', asegura a sus 88 años que no descarta volver a Argentina, «no la olvidé, pero no me afecta de la misma manera que antes»

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Jueves, 14 de diciembre 2017, 22:21

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Los que no la conocen dicen que es el peor de los infiernos. Los que conviven con ella lo corroboran. Y los que la sufren, sin embargo, no opinan. Es la paradoja de una enfermedad, el alzhéimer, que llama a nuestra puerta con el paso de los años. Y el tiempo es un suspiro. «Pasa con la misma rapidez con la que se pestañea», lamenta Héctor Alterio. Él, que nació antes incluso de que Gardel escribiera ‘Volver’, regresa este fin de semana (viernes 15, sábado y domingo) al Teatro Calderón con la obra ‘El padre’, de Florian Zeller. En la piel de un personaje que va perdiendo todas sus hojas, unas tras otras, con el paso de los años. «Y las ramas, el viento,...». Esto lo masculla Andrés, porque Héctor, cumplidos los 88 en septiembre, sigue en plena forma... y con una memoria a prueba de clásicos.

¿Setenta años sobre la escena no son nada?

–Yo me siento bien y con ganas de seguir trabajando y seguir aprendiendo. Aprender a no pisar un escalón que te provocó una caída.

¿Cómo preparó un personaje tan complejo como el de Andrés, un enfermo de alzhéimer?

–Es complejo pero también atractivo, interesante, lleno de humor y profundidad que me permite bucear permanentemente a pesar de tantas repeticiones. Hay una alerta que se produce en este trabajo, que es la presencia de un señor que no conozco ni visto nunca ni lo voy a ver más, y que se mueve desde su casa al teatro para ver este espectáculo. Ese señor se sienta en la butaca y espera que lo movilicemos de alguna manera. Así que la alerta está en no repetirnos y mostrarle a ese señor un estreno. Eso es lo que nos mantiene vivos en nuestro trabajo, es un principio para ganarnos el respeto de ese señor. Al margen de eso está el interés que me produjo la primera vez que leí este texto maravilloso de Zeller.

¿Tuvo algún miedo al enfrentarse a él?

–Por mi edad es una enfermedad que me puede llegar en cualquier momento, aunque la posibilidad de utilizar la memoria me indica que todavía estoy alejado de ella.

Pero el riesgo de perder el hilo y quedarse en blanco es inherente al actor.

–Pues mira, me ha pasado un par de veces. Recuerdo la última vez que me quedé diez, quince, veinte segundos en silencio, me paralicé,... pero siempre hay un compañero que te tiende una mano. Más allá de eso, me ha sucedido dos veces en el transcurso de setenta años haciendo esto. Tengo 88, yo creo que el promedio está bien.

Y aún así, hay espectadores que no van al teatro, van a ver a Héctor Alterio. Cuénteme la fórmula para ganarse tanto respeto.

–No la hay. Me comporto como soy y como me sienta mejor. Y tengo esa alerta que te decía que me permite estar atento en mi trabajo.

«Me he quedado en blanco en el escenario dos veces en 88 años, yo creo que es un buen promedio, ¿no?»

héctor alterio, actor

Algo tendrá que ver su verdad. No hay mayor elogio para un actor que digan que transmite verdad.

–Pero eso es un juego, como cuando de pequeño jugábamos a policías y ladrones y uno elegía lo que estaba más alejado de nosotros. Trataba de que mi compañero me lo creyese. Ahí está la diferencia, y eso se repite porque el espectador sabe que lo que va a ver es una mentira, pero entra en el juego y se lo cree.

¿Me está diciendo que ha preferido ser ladrón antes que policía?

–(Risas) Claro, nunca lo fui pero el juego me ha permitido hacerlo.

Ya tuteó al alzhéimer en la película ‘El hijo de la novia’, de Campanella. ¿Fue su primer contacto?

–Sí, antes de rodarla, Campanella me ofreció ir a ver a su madre, que padecía alzhéimer. Yasí fue como conocí de primera mano lo terrible de la enfermedad.

Desgraciadamente hay pocas puertas a las que no llame.

–Eso mismo noto en cada función porque siempre se acerca algún espectador que me transmite, con lágrimas en los ojos, su drama. Los familiares y las amistades son quienes lo sufren de verdad.

¿No sufre en la función?

–No. El enfermo está totalmente alejado, es un pozo negro interminable e inaccesible. No entiende nada, y el que sufre es el que está al lado. Los familiares, los amigos,... porque es una enfermedad terrible. Ydentro de esa confusión a veces se producen situaciones de humor que el propio Zeller aprovecha, con todos los respetos para los enfermos, para hacer reír a los espectadores.

Héctor Alterio sopló las 75 velas en 2004 en Valladolid al recoger el Premio de Amigos del Teatro, único actor premiado por la asociación sin haber representado ese año en la ciudad.
Héctor Alterio sopló las 75 velas en 2004 en Valladolid al recoger el Premio de Amigos del Teatro, único actor premiado por la asociación sin haber representado ese año en la ciudad.

¿Recuerda su primera vez sobre un escenario?

–Soy hijo de inmigrantes napolitanos que recalaron a finales del siglo pasado en Argentina, de ahí que tenga Benjamín de segundo nombre. Mi padre murió cuando yo tenía doce años y por eso tuve que empezar a trabajar pronto en una farmacia de repartidor. Eso hizo que dejara de lado estudiar música, pero por contra siempre tuve, no sé si llamarlo cualidad o vanidad, una necesidad de sentirme protagonista. Descubrí que entretenía y provocaba risas en la gente. Necesitaba entretener, y entonces imitaba al profesor en clase y dio la casualidad que ese profesor tenía un teatro independiente y en lugar de castigarme por imitarle me ofreció la posibilidad de incorporarme a su compañía con doce o trece años.

Ahora sí que me ha metido en su juego. Aquella primera función, ¿recuerda?

–(Risas) Voy a ello. Siempre había un club o una casa en la que se reunían los inmigrantes que llamábamos ‘Dopo laboro’ –después del trabajo–, y en ese lugar se hacía baile pero también funciones. Creo que fue ‘Prohibido suicidarse en primavera’, tenía 18 años y me llamaron para hacer un personaje pequeño. De esa forma empecé.

Ha pasado tiempo suficiente como para conocer mejor que nadie esta profesión. Dígame qué tiene de bueno y de malo.

–De bueno que me ha permitido vivir, alimentar a mis hijos, darles una educación, y viajar. Yde malo, que a veces es duro tener que afrontar un trabajo cuando tu estado de ánimo no es el adecuado.

¿Hay algo que le quede por hacer a Héctor Alterio?

–Nada. Esperar. Tan solo esperar. Esperar a que suene el teléfono para hacer una entrevista o a que venga una función para hacer disfrutar a la gente. Parece ridículo pero dentro de dos años cumplo noventa. Se dice fácil pero ni yo me lo creo. Me hubiera gustado tener otra profesión pero espero seguir disfrutando de ésta, que es lo único que sé hacer.

¿Músico tal vez?

–Sí, claro. Mi hijo y mi mujer tocan muy bien. Bueno, algún tango canto.... pero en la intimidad y debajo de la ducha.

¿Y cómo pasa los días que no tiene función?

–Leyendo en casa tranquilo y cuidando de mis plantas y mi jardín. Yviajando, es algo que me apasiona.

¿Qué hubiera sido de Alterio si Héctor se hubiera quedado en Argentina hace ahora 43 años?

–Lo he pensado muchas veces, porque yo no me fui de una manera normal. Hace ya 43 años que vivo aquí, la edad que tiene mi hija, y de pronto me veo con la familia y buscando trabajo. Son situaciones que se agudizan y el tiempo también alivia. No digo que olvido porque sería tonto decirlo, pero no me afecta de la misma manera que antes.

¿Descarta entonces volver a Argentina algún día?

–No, no lo descarto, pero creo que no tiene sentido a mi edad. En este momento no lo pienso.

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