Alfonso Ordóñez crea un espacio y utiliza a cuatro intérpretes femeninas y una serie de objetos para darnos su visión de la maternidad de la ... obra de Sylvia Plath. No es fácil de entender, aunque se nos ofrecen datos a lo largo de la obra que no llega a la hora de duración. En principio podía hablarse de un espectáculo abstracto o de un sueño personal. Los estaribeles circulares, el vestuario, la trompeta, las cuerdas rojas y pardas configuran el espacio, con la pantalla de fondo, el largo travelling proyectado del principio y algunos efectos en este reflejo del movimiento que ayuda al trabajo de las intérpretes, tres de las cuales son activas y la cuarta toca muy bien la trompeta y tiene un significado icónico.
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Si desde la dramaturgia es complejo detectar los diversos episodios de la maternidad, la forma tampoco es habitual al unir el sonido y la imagen de la poesía, la música, las visiones y el trabajo físico. La definiría como teatro del gesto que a veces puede ser ballet contemporáneo en los movimientos de abrazos y piernas. Mientras suena la trompeta ellas están juntas o separadas. Ocupan su espacio y suben a sus estaribeles o los mueven de forma variada. Las tres cumplen su cometido y ofrecen bellos momentos.
La visión muy personal de Alfonso Ordóñez tiene un problema de acceso al espectador, que es una de las grandes cuestiones de la danza actual y causa, tal vez, de su conflictividad y su crisis económica. Plantearse el problema es necesario, sin por ello caer en la rutina y la repetición.
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