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La actriz Concha Velasco. Premios Max
Concha Velasco, feliz por la ratificación de su Max de Honor, que recogerá en el teatro Calderón de Valladolid

Concha Velasco, feliz por la ratificación de su Max de Honor, que recogerá en el teatro Calderón de Valladolid

Lo tuvo Paco Marsó, pero «a mí se me resistía. No sé si es hacer justicia o no, porque hay muchas actrices que se lo merecen», asegura

El Norte

Valladolid

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Jueves, 11 de abril 2019

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Concha Velasco, flamante ganadora del Premio Máx de Honor, un galardón que «por fin» le llega después de habérsele «resistido» en varias ocasiones, según contó ayer a Efe, aunque recuerda que se lo dieron a Paco Marsó, que era el productor de 'Hello, Dolly' (2002), que ella protagonizaba.

En una entrevista concedida tras saberse ganadora del máximo galardón de los Max, el que distingue la trayectoria de una persona por su aportación, entrega y defensa de las Artes Escénicas, Velasco reconoció que, después de que dieran el premio a su entonces marido «no quería creer que él lo tenía como productor y no José Carlos Plaza, el director, o nosotros, los intérpretes».

«Paco se lo merecía, y yo también. Los dos nos arruinamos con 'Hello Dolly': creo que hace cinco meses que he terminado de pagar los últimos 500 euros que ponía al mes por los focos de la obra», dice entre risas la actriz, feliz de tenerlo «por fin» y de que se lo entreguen justo en su tierra, Valladolid.

«Una vez me lo quitó, merecidamente, Blanca Portillo. Pero ahora voy a tener el de honor como tuve el Goya, que también me pasó lo mismo. No sé si es hacer justicia o no, porque hay muchas actrices que se lo merecen», dice con humildad.

Velasco, que mantiene la luminosa sonrisa de 'Las chicas de la Cruz Roja' (1958), ha cambiado en estos años su jerarquía de valores:

Hoy, a esta mujer que lo ha sido todo en el cine, el teatro y la televisión españolas, solo le importan dos cosas: sus «novios», afirma mostrando una foto en su móvil con sus tres nietos, el pequeño, de diez años, y terminar de «ponerse al día» con sus facturas.

«Este año tengo que trabajar todos los días, bueno -apunta con mirada cómplice-, esta Semana Santa paro un poco, porque si no...».

Porque, además de girar con la obra 'El funeral', escrita por su hijo Manuel Velasco, la vallisoletana estará dos semanas, la última de julio y la primera de agosto (nada menos), en el Teatro Romano de Mérida representando 'Metamorfosis'.

Después de 64 años de trabajo sobre las tablas, Velasco pelea con la memoria desde primera hora de la mañana, «me levanto a las cuatro de la mañana para estudiar, porque es cuando no hay distracciones», dice, y porque ahora necesita cinco horas para aprenderse una página.

Historias de ancianas que no le pegan nada a esta mujer, a pesar de que en noviembre cumplirá los 80; eso sí, sus pies de bailarina aún metidos en unos altísimos zapatos de tacón: «Lo que me duelen son las rodillas», aclara.

«Me duelen desde que me rompí la pierna al ponerme las medias en el camerino, te acuerdas», dice. Y de ahí salta al enorme esfuerzo hace unas semanas de una de sus mejores amigas -y referente profesional- Lola Herrera, quien por cierto, recibió el Max de Honor en 2016, «que salió a escena en 'Cinco horas con Mario' sin un bastón siquiera, con la pierna rota, y sin que nadie se diera cuenta».

Herrera, Nuria Espert y Julia Gutiérrez Caba cierran la lista de «imprescindibles» de Concha Velasco. «¿No crees tu que las cuatro somos ya un referente?», suelta en pregunta retórica.

Y añade: «Soy socialista, católica practicante y española. Y cuando me dicen que soy tremenda, pues qué se le va a hacer, es lo que soy y nunca dejaré de serlo».

En el mismo sentido declara que encuentra «una cierta frivolidad» en las nuevas feministas. «Hay que demostrar las cosas; es bonito hacer entrevistas y declaraciones, pero me parece que no es tan sincero como debería ser».

Pone como ejemplo de lo contrario las cartas publicadas por la escritora y política feminista Lidia Falcón, que siempre quiso llevar a escena. «Aunque mi primera feminista fue mi madre», y se para un momento para recuperar su recuerdo.

«Mi madre, una maestra republicana casada con el militar que era el asistente de Franco, fue una exiliada dentro de sí misma, y en su propio país. Yo no supe quién era hasta que volvieron del exilio sus compañeras, como Rosa Chacel, y nos lo contaron».

Termina rechazando que «deba» hablar de política. « Pero lo que sí voy a decir es que hay que votar. La votación me pillará en Coruña y ya tengo mi carta para votar por correo. No he dejado de votar en todos los días de mi vida y no olvido que hay que gente que muere por defender su derecho a votar», concluye.

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