'Pendaripen', pedagogía frente a la «barra libre moral contra la etnia gitana»
El documental pasa revista a la representación histórica y las lacras que sufre la comunidad aún hoy en nuestro país
Son algo menos de cien minutos, pero cuando se sale de ver 'Pendaripen: la historia silenciada del pueblo gitano', se sale con tantas preguntas y ... reflexiones que fácilmente podrían haber transcurrido tres horas. Y sin embargo, el documental de Alfonso Sánchez, narrado por Lolita y a partir de un guion de Eva Montoya, no se hace pesado ni aburrido en ningún momento, en su exhaustivo análisis de la historia y la representación cultural de una etnia reprimida a lo largo de los siglos, y que aún hoy enfrenta prejuicios a un lado y a otro del espectro político, violencia judicial y miedos y desconocimientos por parte de la sociedad.
«Hemos creado un 'viaje del héroe' a base de información, reflexiones y entrevistas comprimidas, con ritmo y bien ordenadas donde nuestro protagonista es todo un pueblo», reflexiona Sánchez. Para la guionista Eva Montoya, «'Pendaripen' significa «historia», y quienes se asomen a esta película se van a encontrar una historia silenciada, nunca contada, en la que el protagonista es un colectivo infrarrepresentado en la historia de España y que ha aportado mucho». Montoya anticipa que «a lo largo del documental se llega a la conclusión de que hay una especie de voluntad sistematizada sobre el borrado de una etnia: pintura, cine, prensa... Es como un catalizador muy potente en la creación de prejuicios».
Montoya, también gitana, explica que su pueblo, como otros pueblos minoritarios, fue considerado una anormalidad cuando llegó a la Península Ibérica: «Somos un pueblo nómada que no encajaba con la España hegemónica, que buscaba un modelo de ciudadano vasallo, católico y domesticado», relata. «Teníamos costumbres diferentes, no conseguían integrarnos y se nos culpaba a nosotros de resistirnos a que anularan nuestra identidad: nuestra cultura, nuestras creencias, nuestro lenguaje y nuestra forma de vestir, vivir y estar en el mundo».
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Por ello, considera, este documental es « una oportunidad de hablar de nosotros mismos y de reflexionar sobre nosotros». Sin prejuicios interesados... pero tampoco con paternalismos excesivos: «Ha habido distintas corrientes: se pasó de la persecución y la gitanofobia a la veneración y la gitanofilia, una corriente romántica y orientalista que buscaba fijarse en estas minorías étnicas que marcaban diferencia, diversión, una vida bucólica de bandoleros y mujeres apasionadas». Una visión, juzga con dureza, «buenista y que busca la compasión», y que, de igual manera, «nos somete a la reducción y niega nuestra diversidad, en la ética, en lo laboral, en lo cultural...».
Y es que la cultura también ha desempeñado un papel responsable en esta construcción sesgada de la etnia gitana, desde la literatura de Cervantes a la representación estética del flamenco. Algo de lo que no huye 'Pendaripen'; una película que basa buena parte de su fuerza en la banda sonora: «El pueblo gitano está muy unido a la música», valora el compositor Quentin Gas. Es también, paradójicamente, uno de sus grandes estereotipos:«Se supone que el flamenco es la música por excelencia del gitano español, y así también lo quisieron hacer ver los distintos intereses de los siglos», alerta. «Es una parte importante de nuestra identidad, y así se plasma también en el documental, pero también queremos transmitir que fue algo que se instrumentalizó para hacer una Marca España».
Una cuestión política
El documental no teme tampoco meterse en terrenos más grises, incluyendo críticas políticas de todo pelaje: «Los sectores más progresistas de España han tomado conciencia de otros movimientos que buscan representación; como los migrantes, el colectivo LGTBI u otros grupos racializados, pero con el pueblo gitano sigue existiendo ese prejuicio, tanto a la derecha como a la izquierda, que prueba que aún hay una barra libre moral contra nosotros», lamenta la guionista.
Mirando también a realidades como el colectivo feminista o las personas trans, 'Pendaripen' alude a su vez a los conflictos incluso entre los distintos activismos: «El feminismo blanco también genera divisiones: es un intento supremacista de definir cómo deben comportarse las demás mujeres, y no comprende que muchas feministas quieren dedicarse al cuidado de los hijos, y que los gitanos somos un pueblo que piensa mucho en colectivo y que tiene en lo más alto de sus motivaciones la defensa de los frágiles: los niños, los ancianos y las personas dependientes», desgrana Montoya.
Sánchez, que no es gitano, admite haber aprendido también algo con este viaje: «No hay una sensibilidad de la sociedad mayoritaria hacia este colectivo; no existe aún una conciencia sobre esos microrracismos cotidianos que están en boca de mucha gente», lamenta. Con todo, considera el equipo que este trabajo ayudará, si no a derribar prejuicios, sí al menos a plantearse ciertas preguntas: «Esperamos que la gente salga con menos prejuicios, que se replantee muchas de las cosas que piensa e intente proponer que la convivencia sea mejor», concluye Montoya.
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