Los hermanos Dardenne: «El Estado laico es el mejor invento del mundo»
La dupla de cineastas belga presenta en Valladolid su último trabajo, 'Recién nacidas'
Son una de las parejas más mimadas en la Seminci, y su cine, a pesar de los cambios en los públicos, las corrientes, las historias ... y las industrias culturales en las últimas décadas, se ha mantenido con tal coherencia que sus señas de identidad son ya inseparables del Festival Internacional de Cine de Valladolid. Jean-Pierre y Luc Dardenne regresan a la Semana con su nuevo trabajo, 'Recién nacidas', que hilvana cinco historias sobre maternidad adolescente, con sus dramas y obstáculos, sí, pero con un halo de esperanza final, para ellos necesario en un mundo como el que hoy nos ocupa.
P.: ¿Cómo nació la idea de 'Recién nacidas'?
JPD.: Al principio teníamos una historia con una chica, una madre soltera que vivía en un centro de maternidad, y ese fue el proyecto: centrarnos en ese personaje para ver qué le podía suceder. Después de ir unas cuantas veces y hablar varios días con educadoras y psicólogas, vimos realmente cómo funcionaba el lugar, cómo se intentaba conservar la fragilidad de la vida y aportar una oportunidad a esas chicas y a sus bebés. Por eso, en vez de contar una historia cerrada, abandonamos el primer proyecto y lo diversificamos en varios relatos. En ese guion original, la protagonista se llamaba Jessica o Perla; en el trabajo final, que no conserva otros vestigios de la primera idea, guardamos ambos nombres.
P.: Tradicionalmente vuestro cine sigue a un único personaje; aquí tenemos cinco historias sobre maternidad adolescente… ¿Qué desafío ha supuesto para vosotros?
LD.: Era un reto, pero nos divertimos tratando de sacarlo adelante. Tuvimos que examinar cinco historias diferentes, cada una con un punto de partida y una luz al final, que consiguieran algo. Esas cinco historias debían, de vez en cuando, entrecruzarse, y ese punto de unión sería el centro de maternidad. Nuestra idea, nuestra obsesión, era que la película fluyera como fluye la vida. Queríamos que esta fuera una película que rezumara vida.
P.: ¿Cómo se ha conseguido dar un estilo unitario a toda la película cuando se compone de cinco historias diferentes?
JPD.: Hay un lugar compartido, el centro. Parte de la vida se hace en común, viven en común, y la película muestra cómo cada historia es el eco de las otras, aunque cada una sea diferente. Por ejemplo, la historia de Ariane, que va a dar al niño en adopción, da fuerza a Jessica al estar a su lado. Una historia apoya a la otra. Todas quisieron ser madres, se enfrentan a cosas que normalmente no corresponden a su edad.
LD.: Todas son jóvenes que deben romper con su propia historia, y eso es algo que tiene que ver con la relación que tienen, o no tienen, con sus madres. De ahí también los dos títulos, 'Jeunes mères' (jóvenes madres) en francés, y 'Recién nacidas', en español.
P.: ¿Cuál es el papel de la cámara en la película?
LD.: Fue filmar la dulzura de los gestos, de las miradas. Intentamos que, de cara al exterior, el centro se convirtiera en un espacio distinto: un lugar de actos de bondad, de ternura, de todo lo que ocurre entre madres y bebés. Queríamos que la cámara fuera un poco como una caricia. Todo se vuelve más agresivo fuera del centro: la madre, los coches, la violencia exterior… Dentro del centro filmamos como si fuera el «campo de la dulzura» frente al contracampo exterior donde reina la brutalidad.
P.: ¿Cómo se mantienen vuestras señas de identidad en este nuevo trabajo?
LD.: Siempre intentamos hacer algo que, aunque sea una comedia musical o una película histórica, nos permitiera llegar a rodar a «alguien» como individuo. Nos interesa dónde colocar la cámara, qué podemos hacer para que esa persona se escape del control del espectador y que este no la pueda controlar; y volcar historias, accesorios y decorados que nos permitan lograr que el público sienta que los personajes les miran también a ellos. Nuestras protagonistas no son «casos sociales», sino individuales; Perla es Perla, Ariane es Ariane... Buscamos el detalle que las haga únicas, que las revele como personas reales. Por eso nos miran desde la pantalla. Es un plus que no tiene trabajar, por ejemplo, con actores o actrices célebres; en este segundo caso es más difícil, ya que su misma presencia levanta una pantalla entre el espectador y el personaje.
P.: ¿Qué tan desafiante resulta imprimir la mirada de dos varones de edad avanzada sobre las vidas de mujeres, madres adolescentes?
JPD.: Al final se tratam simplemente, de nuestra mirada. Cuando somos cineastas, al menos debemos hacer ese esfuerzo de mirar y ser, de cierto modo, cada una de esas jóvenes. Ser ellas, momentáneamente. Si no consiguiéramos hacer eso, acabaríamos haciendo películas sobre dos hermanos belgas de cierta edad, y sería un poco triste [risas]. Si realmente quieres a esas chicas y a todo ese entorno, tienes que convertirte en ellas, participar en su vida. El arte es eso, sea cine u otra cosa.
P.: ¿Cómo redime la película el rol de los servicios sociales, tradicionalmente los «ogros del cuento» que separan a las familias en los dramas familiares?
LD.: El Estado laico es el mejor invento del mundo. El Estado tiene un papel positivo, como la prisión: la cárcel siempre remite a algo negativo, pero en El hijo no la mostramos así. Nos interesa lo que hay detrás: su hijo, su mujer… Si ves Ladybird, Ladybird de Ken Loach, la intención es distinta. En nuestro caso, los servicios sociales ayudan, apoyan a las jóvenes madres —o a los padres—, porque hay otros centros maternales para madres mayores. Les ayudan a dar al niño en adopción si es necesario. Es un papel muy importante: cuando encuentras a una joven con problemas psiquiátricos o neurológicos, se intenta que entienda que no puede ocuparse de su hijo. Y muchas veces, al final, se alegran de que sus hijos vayan a otra familia, porque comprenden que no pueden hacerse cargo de ellos.
P.: Tras la sombría 'El joven Ahmed', vuestra última incursión en la Seminci, ¿necesitabais una película que arrojase algo más de esperanza al final del camino?
JPD.: La respuesta más corta es que sí, lo necesitábamos. Nos han preguntado mucho por qué cada vez nos rodea más la sombra, cada vez más presente. El cine, sin ser angelical ni puro, puede arrojar un poco de luz en la época actual.
P.: ¿Os ha cambiado este rodaje? ¿Sois dos Dardenne diferentes a los que erais antes de empezarlo?
LD.: Un poco, sí. Soy un poco como ellas.
JPD.: Sí [más categórico]. También somos padres, tenemos nietos, y hemos conocido historias de jóvenes que han vivido esas situaciones. Nunca habíamos ido a un centro maternal; sabíamos de madres solteras, pero no lo habíamos vivido de cerca. No es como si hubiésemos ido a la luna, pero considero que esto ha sido una especie de viaje.
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