El estreno (sin móviles) de 'Hamnet' en la Seminci y el poder sanador de la ficción
El auditorio del Miguel Delibes albergó este lunes la multitudinaria proyección de la última película de Chloé Zhao, una historia emotiva y dolorosa que llegará a los cines en enero
«No se puede sacar el móvil en ningún momento. En cuanto empiece la película, no podemos ver ni un solo móvil», advierten los acomodadores, ... el personal de seguridad y de la Seminci a los espectadores que este lunes asistieron por la tarde al estreno anticipado de 'Hamnet', película de Chloé Zhao que adapta la novela de Maggie O'Farrell, con Paul Mescal y una inmensa Jessie Buckley en pantalla. El filme llegará a las salas españolas el 23 de enero del año que viene, entrará de lleno (seguro) en la carrera de los Oscar y cosechará (sin duda) muchas estrellas en Letterbox. De momento, Seminci se ha anotado el tanto de su primer visionado con público en España. Eso sí, con los móviles en el bolsillo. Una mujer se llevó una reprimenda en mitad de la proyección por encender un segundo la pantalla. Prohibido. Ni para mirar la hora. Aunque tampoco hacía falta estar pendiente de los relojes porque la experiencia es tan brutalmente emotiva que es difícil despegar los ojos de la pantalla.
La primera vez que Agnes y William se dan la mano (en mitad del bosque, rodeados de árboles, junto a las raíces, la tierra, las plantas que ella tan bien conoce), él le pregunta qué es lo que puede ver en su interior. Y ella responde con palabras terrenales: «Veo campos abiertos y desiertos, abismos, precipicios y océanos». Podría haberle dicho que percibe un alma llena de incertidumbres, de inseguridades, de melancolía, tal vez insatisfacción. Pero Agnes es una mujer apegada a la tierra, a la pura naturaleza, a unas plantas que cultiva (las manos sucias) y utiliza con atención, para sanar heridas, para borrar cicatrices. Y por eso su respuesta no coge el vuelo de la poesía, sino que se aferra a lo más cercano, a la pura realidad que tiene alrededor. Abismos, precipicios, océanos.
Y bosques.
Las copas de los árboles se mueven con el aliento del viento en varios momentos de la película. Las hojas susurran y tiemblan. Nada hay más potente que la naturaleza, nos parecen decir. Y en muchas escenas escuchamos ese viento de fondo, el rumor de la lluvia, la tormenta, el aire que recorre las calles embarradas al otro lado del cristal. Pero a este lado de esa ventana que siente acaso como una jaula, Will escribe. Y frente al sonido del viento, escuchamos el quejido de una pluma que dibuja palabras en un papel. Y frente a las hojas vivas de los árboles (la plena naturaleza, con su belleza y su pura traición), el bosque imaginario que han pintado en un teatro de Londres. La realidad y la fantasía. El mundo que se agota en sí mismo y el que, de alguna manera, el ser humano puede recrear.
'Hamnet' (lo era el libro e insiste en ello la película) es una historia emocionante sobre el inmenso poder que tiene la imaginación para, al mismo tiempo, ahondar y suturar heridas, para hurgar en el dolor y purgar las culpas, pero también para sanarlo y redimirlas. Para, al menos, hacerlo todo más llevadero. Para convertir los sentimientos en eternos y que pervivan más allá de la tierra y el olvido.
Hay una decisión muy discutible en esta bellísima película. Al principio del todo, una cartela nos cuenta que Hamnet y Hamlet son el mismo nombre. Y que Hamnet tuvo que morir para que Hamlet (la tragedia de William Shakespeare) existiera. Colocar esta advertencia justo al inicio de la película es un torpe spoiler. Tendría que haberse puesto justo al final. Porque, al leerlo de entrada, uno ya sabe lo que se puede esperar. Lo primero es que, aunque ya se de por conocido, se quita misterio a quien es ese hombre, hijo de guantero, profesor en una pequeña villa, que imagina mundos poderosos más allá de la estrecha vida que le ha tocado vivir. Lo segundo, que ya sabemos lo que le ocurrirá a Hamnet unas pocas escenas después.
Respecto a lo primero. Es cautivadora esa escena en la que Will le confiesa a Agnes que no es muy bueno a la hora de expresar sus sentimientos y que, por eso, necesita hacerlo a través de las historias, con el escudo de la ficción. Y es así como le cuenta el mito de Orfeo y Eurídice (ese darse la vuelta para buscar a la amada y con esa mirada condenarla al fin del amor). La historia elegida tiene una razón hermosa que descubriremos justo al final, cuando esa misma escena se replique en un escenario. Porque esa es otra de las grandísimas virtudes de 'Hamnet', cómo va sembrando detalles en la primera parte para que exploten después (la gruta en la naturaleza que luego vuelve en un teatro, el juego de identidades de los mellizos, la clase con las espadas, el deseo de Hamnet de ser actor...).
Sobre lo segundo. Hamnet es uno de los dos hijos gemelos que Agnes tiene en casa, después de que años antes hubiera dado a luz a Susanna en el bosque. Justo antes de la tremenda escena del parto, Agnes cuenta una revelación que ha tenido: solo habrá dos hijos en su lecho de muerte. Por eso, hay tanto dolor e incertidumbre cuando tiene a los gemelos. Porque se da cuenta de que los hijos no son dos, sino tres. Y uno de ellos no le sobrevivirá. Sale primero Hamnet, pero luego viene Judith, una niña que parece nacer sin vida hasta que el milagro tiene lugar. El caso es que Hamnet y Judith juegan desde niños a cambiarse la ropa, a engañar a su familia sobre quién es quién... y ese engaño se llevará hasta las últimas consecuencias, cuando la muerte venga a buscar a uno de los dos. Y este momento de la película es brutalmente emotivo. «Nunca des nada por sentado. Nunca des por supuesto que el corazón de tu hijo latirá para siempre. Porque un día, de la noche a la mañana, su sonrisa, sus juegos, sus besos pueden desaparecer».
Con ese inmenso dolor a cuestas, Agnes entiende que no hay nada más. Que la naturaleza ha dictado sus leyes. Que la tierra se ha llevado todo lo que de vida quedaba. Y no comprende que Will, para soportar el dolor, necesite escribirlo, convertirlo en ficción, en una historia, porque tal vez esa la única forma de sobrellevarlo y sobrevivir. Ya había dicho antes que no sabe expresar lo que siente si no es a través de la ficción. Por eso, frente a la amarga finitud de la vida, ante la condena eterna de la naturaleza que se acaba, está el inmenso poder de lo imaginado, del arte, la literatura. Y el instante en el que Agnes lo comprende, cuando descubre que hay también belleza (y vida) en unos árboles pintados, en una obra de teatro, es cuando entiende que todo es mucho más rico que cuando se limita a la pura realidad. Y de eso va 'Hamnet', de cómo la ficción ensancha, alarga y mejora nuestras vidas. Y por eso, porque todos nos reconocemos en ello (porque el arte trasciende la historia particular para hablarnos a todos), hay tantas manos extendidas hacia el escenario cuando Hamlet se desploma antes de «el resto es silencio».
Y el «ser o no ser», ensalzado como una oda a la vida, con todos sus dolores, injusticias y reveses. Frente a las oscuridades temporales del ser, el silencio eterno del no ser.
PS. Dos curiosidades sobre el libro. El fantástico pasaje de la llegada de la peste es solventado en la película con un teatrillo de sombras. Y apenas se explica el porqué de la profesión del padre de William. Hacía guantes. Y los guantes (se decía en la página 264 de la novela) son apenas el resultado final de un trabajo puramente manual (guantes). Detrás de esa fina y suave prenda de vestir, hay un complejo entramado de trabajo, pericia, frustración y dolor. Lo mismo que en la escritura, la literatura y el arte (aunque el padre de William pensara que eso no era un trabajo en realidad).
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