Ezequiel Salinas, Ramiro Sonzini y Octavio Bertone, directores y protagonista de 'La noche está marchándose ya'. Rodrigo Jiménez
Seminci

«En Argentina hay una batalla simbólica donde han elegido al cine como enemigo»

Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini tratan en 'La noche está marchándose ya' la situación económica y social de su país a través del cine como un refugio

Sergio García

Valladolid

Jueves, 30 de octubre 2025, 19:58

«Mal, mal». Es la respuesta, casi al unísono, de los argentinos Ezequiel Salinas, Ramiro Sonzini y Octavio Bertone. Directores los dos primeros y protagonista el tercero de 'La noche está marchándose ya'. La pregunta, una simple. ¿Cómo está la situación de la industria de cine en Argentina con el contexto político que vive el país? Su respuesta, desde la mirada de quienes viven en el país sudamericano. «Hay una batalla simbólica, cultural, donde nos eligieron como enemigos. Un enemigo injusto, porque la escala del mundo del cine siempre es pequeña. Estamos yendo a un modelo de cine argentino previo a los años noventa. Hay muy pocas películas, muy grandes, pero la zona de pequeños y medianos están muertos directamente», asegura Ramiro Sonzini.

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Sobre el fin del cine, la situación en las salas, habla también su trabajo, que compite en la Sección Oficial de Seminci y que muestra otros problemas como la situación de su país en términos económicos y sociales. «En Argentina pasa que la mayor parte de las salas son complejos comerciales, pero no hay redes de salas que promocionen esa independencia. Nuestro caso es particular porque existe el cine club en nuestra ciudad, Córdoba». Precisamente es ahí donde aprendieron, donde nace su historia con el cine. «Cuanto terminé el secundario fui a un curso de introducción al cine y ahí conocí a Juan José Obras Urreta, un cine-clubista de nuestra ciudad, que regenta uno desde hace treinta años. Ahí me empecé a enganchar, a ver películas todos los días a charlar. Y se empezó a convertir un poco en mi casa», relata Ezequiel Salinas.

El cine como hogar es otra de las patas de su película, que también bebe mucho de su propia historia, que está en los detalles, como los libros, las películas que aparecen dentro de su largo o el propio cine donde sucede toda la acción. «Aparecen algunos libros sobre cine argentino que nos marcaron. Nos formamos dentro de la cinefilia y parte de esto también es la literatura de cine. Argentina es un país que edita muchos libros de cine».

Su trabajo, en blanco y negro, también busca semejanzas en el cine clásico, más allá de la falta de color, también está presente en aspectos como la fotografía o del montaje, donde aparecen fundidos entre escenas, algo poco habitual en las obras cinematográficas actuales. «No buscábamos hacer referencias a películas concretas. Era más aprovechar ciertos recursos expresivos, como jugar con esas angulaciones de cámara. También eran recursos más accesibles económicamente para nosotros, que nos permitían acercarnos a esa idea de jugar. Sobre el color, también surge porque la película iba a tener una escala de producción muy pequeña, no íbamos a tener un equipo de iluminación muy grande en términos técnicos, ni con mucha gente. Teníamos que reducir el campo de imágenes y sintetizar lo máximo posible», zanjan los directores.

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