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El director Carlos Vermut.
Un director de culto en apenas dos asaltos

Un director de culto en apenas dos asaltos

Camina entre los grandes del cine con la seguridad de una estrella consagrada, sin pedir permiso pero sin darse demasiada importancia

luismi cámara

Miércoles, 28 de enero 2015, 20:45

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Carlos Vermut (Madrid, 1980) camina entre los grandes del cine con la seguridad de una estrella consagrada, sin pedir permiso pero sin darse demasiada importancia. No le ha hecho falta tirar abajo las puertas de los convencionalismos ni del pánico a apuestas arriesgadas de las productoras patrias para encontrar su hueco. Él se encargó de abrirse su propia ventana cuando sus llamadas eran despreciadas por los mandamases que se escondían en el silencio y se negaban a escuchar los sonidos repletos de relatos de un historietista con trazo abierto hacia la gran pantalla.

Cuando en 2011 Diamond Flash, su primer largometraje, no encontró una calle en el camino convencional al que todos aspiran, tiró de internet para dar luz a una ópera prima de crítica generosa y que se convirtió en película de culto para unos cuantos.

A la segunda, no ha hecho más que confirmar que los suyo tiene recorrido, que va para largo. Magical girl ha recibido parabienes de todo aquel que se haya acercado a verla y ya se han atrevido a catalogarla como un clásico del nuevo cine español. De momento, la Concha de Oro la mejor película y la de Plata a la mejor dirección en el festival de San Sebastián y las siete nominaciones a los Goya confirman que la industria también le rinde honores.

Bebe de las fuentes de Tarantino, Almodóvar, Buñuel o Saura, y ofrece con Magical Girl una obra turbia, difícil de explicar, de género distraído y difícil catalogación, mientras cabalga entre el humor negro, el thriller o el drama más oscuro. En este ambiente entre el ahogo y la transpiración, el director madrileño hace navegar una historia en la que deja a propósito huecos argumentales y tramas abiertas para involucrar al espectador, para que se vaya a casa a masticar durante días el film hasta completar la difícil digestión.

Vermut, un director con visión de espectador, ha demostrado la inteligencia del gran jefe, de aquel que se rodea de colaboradores sobresalientes para que le hagan más fácil la labor y más brillante el resultado. Luis Bermejo, Bárbara Lennie y José Sacristán completan un trío actoral que llenan de verdad un largometraje en el que la obsesión, el chantaje, la venganza, el sentimiento de culpa o la búsqueda de la redención se entrecruzan, con personajes ambiguos que no son buenos ni malos, ángeles o demonios , sino partes enfrentadas de un todo que intentan evitar que el espectador tenga la obligación de elegir en qué extremo colocarlos.

Bermejo asusta con un papel que se acerca peligrosamente al de cualquier tipo de esa vida real, del día a día; Lennie brilla sobremanera intentando mantener un mínimo orden en su rol de desequilibrio mental que le hace aspirante legítima e incuestionable a un cabezón al que ya casi todos han puesto su nombre; y Sacristán, el clown, la voz, el último genio, el maestro Yedi como le definió el propio Vermut-, sigue apostando por guiones intrépidos, expuestos y temerarios para cerrar un círculo, ya casi perfecto, que le coloca en la mesa de los más grandes, de los elegidos.

Y mientras Magical Girl sigue creciendo camino de nuevas glorias, el Carlos Vermut ilustrador ya se siente director de cine y, con su reconocido carácter obsesivo, busca nuevos frentes abiertos de olor castizo en los que ya vislumbra toreros, folclóricas y grandeshermanos.

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