Un momento del concierto de la Oscyl celebrado en el MIguel Delibes. EMILIANO ALLENDE
Reseña del concierto de la OSCyL

La música en manos de un gran director

«Thierry Fischer hizo lucir la enorme calidad de una orquesta que se hace grande bajo la batuta de directores como este»

EMILIANO ALLENDE

Valladolid

Viernes, 21 de enero 2022, 12:54

La introducción de la orquesta en el comienzo del 'Concierto para piano nº 2' de Chopin que abrió la jornada fue ya preludio de una ... tarde pródiga en música de muchos quilates. El pianista Nelson Goerner, un pianista solvente, enlazó con certeza con una pulsación alejada de toda afectación, para atacar el primero de los temas. Fue muy sensible con el segundo y el adagio resultó una exaltación contemplativa, hecha con exquisita limpieza. En el final, la brillantez de la mazurca fue mostrada con un virtuosismo luminoso. Goerner, recibió una merecida ovación, contestada con el 'Nocturno en Do Sostenido Op. Póstumo' de Chopin, vertido con equilibrio y madurez.

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La música con mayúsculas siguió presente en el Auditorio. El director Thierry Fischer se encargó de que así fuera, con su versión de la 'Sinfonía nº 2' de Rajmaninov. El autor quiso con ella resarcirse del fracaso de la primera y, a juzgar por lo que escuchamos este jueves, logró escribir una obra bella, característica de su personalidad, que sigue cosechando éxitos hoy en día.

Concierto de abono nº2 de la OSCyL

  • Director: Thierry Fischer

  • Solista de piano: Nelson Goerner

  • Obras: Chopin y Rajmaninov

  • Cuándo: Auditorio Miguel Delibes. Jueves 20 de enero de 2022.

El comienzo misterioso, creó un clima adecuado para la exposición de los dos temas, uno tormentoso y otro de una increíble serenidad. Con la misma que Fischer iba marcando cada pasaje, con gesto medido, sabiendo siempre dónde poner los acentos y obteniendo un sonido de gran empaste que destacó en los finales de cada uno de los tiempos. La obra fue a más. Disfrutamos del vigoroso scherzo anunciado por las trompas y del motivo que sería ya el hilo conductor de la sinfonía. Los metales lucieron al terminar el tiempo y nos llevaron a la máxima emoción concentrada en el adagio, punto culminante de la sinfonía. La cuerda esplendida dio paso al clarinete en un movimiento lleno de matices. El vivace supuso en las manos de Fischer la condensación de la esencia de toda la obra. Fue un engranaje perfecto el conseguido por este experto director que hizo lucir la enorme calidad de una orquesta que se hace grande bajo la batuta de directores como este. Fue un concierto de los que dejan huella.

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