Después de escuchar el concierto del viernes podemos afirmar que la música italiana sigue siendo propiedad de lo 'cantábile. Es la voz y, en definitiva, la ópera lo que la define dentro y fuera de sus fronteras.
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La joven directora Nil Venditti programó dos obras desconocidas, de Busoni y Casella, autores con estilos diferentes enmarcados en una época difícil que iba a decidir la música del futuro.
No hay dudas con Bellini. La obertura de su ópera 'Norma' recogió el carácter efusivo y extrovertido de esta directora. Su versión fue contundente, resaltando el contraste entre el dramatismo abrupto del comienzo y las alegres repeticiones encadenadas.
Después, nos encontramos con el desconocido concierto para violín de Ferruccio Busoni, excelente pianista y estudioso de la obra de Bach. El concierto fue defendido con seguridad por la joven Francesca Dego. En el concierto, la melodía, que no es fácilmente reconocible, se abre camino en motivos cortos que fueron muy bien expuestos por la solista. Los giros de la armonía tampoco dan lugar a desarrollos virtuosos. El andante fue vertido en toda su belleza y el tempestuoso final, propició el lucimiento de la solista. Aunque no fue el volumen su mejor virtud; en la propina, uno de los caprichos de Paganini, apreciamos con claridad el temple, la afinación y el carácter de la violinista.
En el concierto para orquesta de Alfredo Casella nos encontramos con una obra inequívocamente ecléctica. Su variedad de motivos y estilos se reparte con equilibrio, demostrando una madurez reconocida en uno de los compositores más influyentes en la Italia de comienzos del siglo XX. La directora condujo la obra con una intensidad a veces excesiva, que no dio lugar a matices dinámicos, pero que fue tremendamente efectiva en virtud de las prestaciones de una orquesta en la que es difícil destacar a nadie porque todos mostraron conjunción, empaste y brillo en una obra de difícil catalogación.
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