Fetén Fetén: el grupo castellano que llevó la música a escuelas y hospitales de Ucrania
Diego Galaz y Jorge Arribas viajan hasta el país invadido por Rusia para ofrecer ocho conciertos en centros de acogida de refugiados
Sonaba la música de Fetén Fetén (el dúo burgalés-vallisoletano) en un hospital de la ciudad ucraniana de Lviv cuando la sirena antiaérea interrumpió el concierto y obligó a buscar un lugar seguro hasta que amainó el riesgo que anunciaban las sirenas. Allí, en ese justo momento, el ruido de la guerra mostraba sus garras frente a la paz y al poder liberador de la música.
«Ha sido una de las grandes experiencias de nuestra vida», aseguran Diego Galaz y Jorge Arribas, quienes acaban de regresar a España, con su violín y acordeón, después de ofrecer esta semana ocho conciertos en escuelas, parques y centros (en el este de Ucrania y en Polonia) habilitados para acoger a las familias que huyen de la invasión promovida por Rusia. Hasta aquel territorio devastado han viajado para llevar, siquiera por unos minutos, el consuelo de la música.
Un amigo suyo, Chiqui Alonso, pidió en su trabajo dos meses de excedencia para desplazarse a Ucrania y colaborar con la ONG Infancia de Nad en el traslado, hasta centros seguros, de personas que huyen de las bombas. «En su mayor parte son niños, madres y abuelas que lo han perdido todo, que han tenido que abandonar sus casas y meter cuatro cosas, lo que han podido, en unas bolsas de basura», cuentan los músicos.
En principio, la oferta que les hicieron desde la ONG fue celebrar un concierto benéfico en Madrid. Al final, lograron el apoyo económico de una empresa burgalesa (Grupo Julián) para desplazarse hasta Cracovia en avión y de allí hasta Ucrania. Por aquella zona fronteriza se movieron en furgonetas y coches de los voluntarios que colaboran en la atención a los refugiados. Ellos les llevaron a varios de los centros donde asisten a estas familias. Yallí, en medio de tanta desolación, sacaron sus instrumentos para regalarles un poco de música. Ofrecieron dos conciertos en Polonia (Wadowice Podhalanin y Tarnow) y seis en Ucrania: en escuelas de Chernvonograd y Modychi, en un centro de recuperación de heridos en Drohobich, y en un parque, una escuela y un hospital de Lviv.
«Hemos comprobado que la música es muy poderosa. Uno de los peligros de la guerra, de los problemas que genera, es que bloquea las emociones». Las víctimas están en un momento tan duro que apenas son capaces de reaccionar, quienes ven el conflicto desde lejos quedan narcotizados por unas noticias que, con el tiempo, por desgracia, se convierten en cotidianas.
Esto es emocionantísimo. @duofeten viajan a Chervonograd (noroeste Ucrania) para alegrar la vida con su música en los centros de refugiados. Todos en estas imágenes de ayer hablan el mismo idioma: violín y acordeón como bálsamos. Al poco sonaron las sirenas@HoyPorHoy @jl_sastre pic.twitter.com/mwDK5f3yew
Fernando Neira (@fneirad) May 5, 2022
«Allí, descubrimos que los adultos no se permiten llorar, no quieren que sus hijos les vean sufrir, porque eso se lo pondría todavía más difícil. Por eso, ha sido impresionante ver cómo la música les despertaba las emociones. Algunos lloraban en cuanto empezábamos a tocar. Al principio, al ver las primeras lágrimas, nos asustamos un poco. Pero luego comprobamos que las canciones –cantar, bailar, llorar y reír por unos minutos– les hacía mucho bien», cuentan Diego y Jorge.
Hasta allí llevaron varias de las piezas que componen el repertorio de Fetén Fetén, también temas del folclore castellano y se aprendieron una canción típica ucraniana ('Jav kozak za dunai') y el himno de aquel país. «No somos muy de himnos, pero impresionaba mucho ver cómo lo cantaban. Sobre todo aquella canción típica, que tiene dos versiones, una oficial y otra con una letra satírica, de broma, que era la que solían cantar para regalarse una sonrisa». «De esta experiencia nos traemos la entereza de muchas personas, los horrores que hemos visto (muchas trincheras en las carreteras) y el compromiso personal que todos tenemos, también con nuestro voto, para evitar el horror».