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Alfonso de Vilallonga, con su ukelele.
La desenfadada seriedad de Alfonso de Vilallonga

La desenfadada seriedad de Alfonso de Vilallonga

El artista catalán ha creado el ‘Himno al abonado’, que hoy estrena la OSCyL para celebrar sus 25 años

Victoria M. Niño

Jueves, 6 de abril 2017, 18:32

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Es un tipo más alto de lo que parece cuando se sienta al piano o se comba en derredor del pequeño ukelele. Desde hace 20 años compone las bandas sonoras de las películas de Coixet, Berger, Matji o León de Aranoa, entre otros. Alfonso de Vilallonga estrena hoy su Himno al abonado, con el que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León quiere agradecer los 25 años de fidelidad. Pero hasta una sinfónica se le quedaba pequeña y el compositor subirá al escenario a los coros de Valladolid y la orquesta infantil In Crescendo. Antoni Ros-Marbá es el director de este concierto que se repite mañana en el auditorio Miguel Delibes.

Al perfil del abonado de la OSCyL le acercaron los padres del violinista vallisoletano Roberto González Monjas. «Di un curso en Lucena, Córdoba, para chavales y nos hicimos amigos», dice el compositor que pensaba que escribir su primer himno le requeriría un menor esfuerzo. «Pero claro, soy cantautor y un himno tiene que tener su letra, así que me puse con la palabra también. Yacabé haciendo dos piezas que se funden. Hay una primera parte con la orquesta infantil, más desenfadada en la que yo canto con ellos y toco el ukelele, y otra más solemne con los coros, la OSCyLy ahí me siento al piano».

De Vilallonga conoce ya el escenario de la sala sinfónica del Miguel Delibes, donde en la Seminci de 2014 se proyectó la película Blancanieves, de Berger, y la OSCyL interpretó en directo su música. «En esa faceta de compositor de bandas sonoras me siento como el músico del rey. Los reyes tenían sus músicos, sus bufones...Cuando empecé no entendía nada, yo componía y luego otros opinaban, querían cambiar cosas sobre lo que yo había hecho. Dependes del director, y en el peor de los casos, del productor. Es un poco como alguien que encarga un cuadro para le vaya con el tono de su sofá. Pero he aprendido y lo llevo bien». Ya lo dijo al recoger su Goya por la banda sonora de la citada Blancanieves, «el encargo era una manzana envenenada a la que sobrevivimos». A su director le acaba de entregar la música de Abracadabra, «una comedia hipnótica curiosa le ha salido».

Cabaretero y divertido

El himno se coló en la música para la última película de Coixet, The bookshop, «la ha rodado en Gran Bretaña con actores ingleses». Si se le pregunta por cómo resulta ser el músico de una reina que además es su amiga, lo tiene claro; «da igual, al final es su película y te pide tu trabajo para integrarla en ella, no es cuestión de amigos».

El Vilallonga libérrimo, el artista total se expresa en un género que disfruta en directo, el cabaret. «Hago cabaret con un cuarteto de cuerda clásico, que es algo muy teatral. Voy cantando mis canciones y contando mi vida, depende de la noche. Las hay más románticas, más divertidas. Lo he hecho en Barcelona, Bilbao, Madrid, Nueva York, es una propuesta resultona que tiene un tono de humor y desenfado», dice quien confiesa en una canción «no soy independentista sino independiente» o ha compuesto otra Canción contra el amor.

«El cabaret tiene muchas acepciones. En general creo que hemos perdido la capacidad de reírnos de nosotros mismos empezando por los artistas. En un mundo tan competitivo, se lo toman todo muy en serio. Incluso los que hacen comedia. Hombre, si vas a hacer una astracanada para reír, tienes que ser riguroso con el trabajo pero no serio. Todo el mundo quiere ser serio, hay algo mal entendido sobre la seriedad, se identifica con lo profundo y en realidad, nada hay más profundo que la superficie. Hay que reírse y relajarse un poco».

Hijo de músicos aficionados, este cantautor, que se doctoró en el Berklee College of Music, reconoce que «a los doce años había recibido una formación muy natural, ya me había dado cuenta de los temores de un músico. Luego seguí aprendiendo lo que ya sabía, a poner nombre a lo vivido o intuido». De estas vivencias surge el punto de inflexión, el reírse de su disciplina artística, el desandar el camino que le ha llevado a montar un espectáculo teatral titulado La nota de al lado. «Es la pesadilla de todo músico, el tocar no la nota exacta, sino la de al lado. Es el miedo al error. En ese montaje interpretamos un Bésame mucho, que haremos aquí, ligeramente desafinado, lo justo para que moleste al público. Es una propuesta que juega con los límites de lo correcto.Esa pesadilla se da mucho entre los músicos clásicos».

Ros-Marbá será el maestro que ocupe el podio de la OSCyL esta semana. Junto al himno, interpretarán Compostelana, de Mompou, con arreglos del propio maestro, y El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Falla. La voz flamenca convocada es la de la granadina Marina Heredia, que durante una década ha intercalado en su repertorio El amor brujo.

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