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Andrew Gourlay, durante el ensayo de la OSCyL.
La inacabadade Mahler, según Gourlay

La inacabadade Mahler, según Gourlay

La Orquesta de Castilla y León recrea la ‘Décima sinfonía’, que el bohemio dejó inclonclusa, en la versión de Cooke

Victoria M. Niño

Viernes, 10 de marzo 2017, 13:15

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Como a Bach, a Schubert, a Mozart o a Albéniz, la muerte pilló a Mahler con una obra a medio escribir. Compuso dos movimientos completos de su Décima sinfonía, de los dos restantes había apuntes en pentagramas, «como si fuera una versión para piano» y varios osaron concluirla. Andrew Gourlay maneja la versión de Deryk Cooke, autorizada por Alma Mahler, «que él mismo denomina borrador, por eso me gusta. Cooke orquestó esos dos movimientos como creía que lo hubiera hecho Mahler pero faltan indicaciones de dinámicas y tempos, que añadiré yo». El director titular de la Orquesta de Castilla y León se ha entretenido en cubrir los pentagramas de Mahler que a pie de página tientan al lector de la partitura a comparar, a sancionar la labor de Cooke.

El compositor que escribió su vida en su música afrontó esta sinfonía póstuma como un melancólico lamento de amor ante la inminente pérdida de su Almschi. En el balneario de Tobelbad, su musa se enamoró del joven arquitecto Walter Gropius con quien se casaría tras la muerte del compositor. Aquel episodio llevó a Mahler a tener una consulta con Freud en Leiden. El hombre que levantaba al público de Viena con solo salir al podio, no podía mantener su seducción en casa. La literatura sobre su dolencia cardiaca y su renuncia a compartir el lecho acompaña esa obsesión por confiarse al padre del psicoanálisis.

Volvieron a América, allí se vació en giras maratonianas y volvió a Europa a morir. «Fallece con 50 años, en 25 años compuso 10 sinfonías. Si pienso que mi abuela tiene 96 y la cabeza bien, ¡qué hubiera sido de la obra de Mahler de haber vivido como ella!. Tendríamos otras 20 sinfonías», dice Gourlay. Muchos estudiosos escuchan en esos dos movimientos concluidos de la décima el anuncio de la atonalidad, como si el dolor de Mahler no cupiera en la armonía clásica. El director británico, en cambio, considera que «en realidad Mahler abre una nueva ventana dentro de la tonalidad. Sabemos que los compositores contemporáneos pelean con la tonalidad preguntándose si aún es posible componer música tonal. Mahler demuestra que sí, llevando a otro mundo el uso de la tonalidad, extrema la forma de decir lo que quiere sin tener que romper con todo».

Un programa de cuentos

La siguiente cita de Gourlay con la OSCyL será en abril, con un programa en torno a cómo se han contado cuentos con la música. «Parece muy diverso por los compositores, su tiempo y su procedencia, pero todos tienen en común las historias (Hansel y Gretel, Mi madre la oca, En saga, Sherezade y E.T.). Estoy ansioso por ver que ha compuesto Charlie Piper, al que encargamos una pieza con el mismo leit-motiv».

Tras el maratoniana ensayo para montar los 80 minutos de música de esta sinfonía de Mahler, Gourlay perfila las próximas dos temporadas con la OSCyL. Sigue ideando programas en los que intervengan otras artes. La gira internacional está difícil, «no podemos hacer algo así sin mecenazgo. Estoy moviendo todos mis hilos», dice. Sobre la vacante del solista de contrabajo, tras la muerte de Kasperek y la marcha de sus sustituto a la ONE, «intento enfatizar a mis superiores la necesidad de que estos puestos clave estén cubiertos de forma estable».

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