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Stefan Schilli, en Valladolid.
«Los políticos alemanes han perdido la sensibilidad artística»

«Los políticos alemanes han perdido la sensibilidad artística»

Stefan Schilli interpreta el 'Concierto para oboe', de Richard Strauss, con la Sinfónica de Castilla y León, a las órdenes de Inbal

Victoria M. Niño

Viernes, 10 de febrero 2017, 14:12

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Saluda en español, el idioma de tres de sus alumnos en el Mozarteum de Salzburgo y de varios de sus amigos músicos. Stefan Schilli (Offenburg, 1970) es el primer oboe de la Sinfónica de la Radio de Baviera. Está acostumbrado a «acompañar a solistas» y a serlo también él. Por eso «trato de ser activo cuando tengo un solo y de seguir a los demás cuando toca. Tengo mucha experiencia en acompañar a solistas y es un problema cuando tocan como quieren. Hay que seguir a la orquesta y usar tu libertad en tu momento. Al comienzo de cada compás, todos deben tocar simultáneamente». Entiende que ser pianista y estar ocho horas tocando en un cuarto «te hace un poco antisocial», pero «cuando eres un músico de viento estás acostumbrado a tocar con otros desde la primera nota. Es más fácil seguir a la orquesta que toda esa masa te siga a ti».

Viene a tocar el Concierto para oboe y pequeña orquesta, de Richard Strauss. Es una obra tardía de este compositor que recibió la visita de los soldados americanos, que debían apresarle, en su villa de Garmisch. «Se conoce la historia. Entre esos soldados estaba John de Lancie, primer oboe de la Sinfónica de Filadelfia. Le preguntó si consideraba componer un concierto para oboe y él le dijo que no. Pero quién sabe si por temor o por qué, a las pocas semanas comenzó a componerlo. No era algo extraño, ya que Strauss había escrito preciosos solos para oboe en muchas de sus óperas Salomé, El caballero de la rosa, DonJuan y en muchas de sus sinfonías», explica Schilli, que debutó con la Filarmónica de Berlín con este concierto.

La senda de Holliger

Aceptado el dominio concertístico del piano, el violín o el chelo, «los conciertos para el resto de instrumentos son curiosidades», sonríe. «Hay mucho repertorio para oboe, en el barroco todos escribieron para él, el XVIIIfue su época dorada. Desde finales de ese siglo hasta el comienzo del XX hay grandes solos en el sinfonismo de Brahms, Bruckner o Mahler, las obras de Debussy y Ravel, música de cámara, sonatas de Schumann, pero no conciertos. En el XX retoma su fuerza como instrumento solista con Richard Strauss, Martinu, Zimmemann, con Ligeti, Penderecki o Lutoslawsky. Heinz Holliger es su gran impulsor en su triple condición de oboísta, compositor y director. A partir de los sesenta, todos vuelven a componer para el oboe. Elliott Carter hizo uno muy famoso y yo acabo de estrenar otro de Georg Witmann».

Este especialista en oboe barroco, que toca con su ensemble historicista, Laccademia giocosa, reconoce que cada instrumento tiene sus tópicos. «Los clichés que arrastra el oboe son el de su uso para efectos cómicos, el sonido del pato, y el de tener solos melódicos larguísimos. Se acerca mucho a la tesitura de la voz humana».

Establecido en Munich con un pie en Salzburgo, Stefan siente que «donde hay arte, música, cine, literatura, la gente está más satisfecha. No es un lujo. La pena es que los políticos la enfocan como un lujo que se permiten cuando hay dinero y cuando no lo hay, la destruyen rápidamente. También en Alemania hay cada vez menos políticos educados culturalmente, no tienen sensibilidad artística».

Tras este strauss, Eliahu Inbal hará crecer la plantilla orquestal para abordar la Séptima de Bruckner. Hace tres años dirigió a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en la Quinta y ahora vuelve con la sinfonía que por fin reconoció el talento creador del organista de Ansfelden. Inbal, director principal invitado de la OSCyL, es un gran conocedor de este compositor cuyo ciclo sinfónico grabó en los ochenta y noventa para Teldec.

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