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Varios pergaminos musicales de Chancillería, en sus planeros.
Música en la guarda de libros judiciales

Música en la guarda de libros judiciales

El Archivo de la Real Chancillería de Valladolid recupera 571 pergaminos musicales, con notación aquitana, visigoda y gregoriana, usados en la encuadernación de los protocolos y cataloga un centenar

Victoria M. Niño

Miércoles, 1 de febrero 2017, 18:24

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Reciclar pergaminos fue una práctica medieval y moderna bastante extendida. El material era tan bueno que se vendían breviarios y códices al peso y los compraban las escribanías para usarlos en sus encuadernaciones. Esa es la razón de que haya textos litúrgicos y musicales como guardas de largos pleitos durmiendo en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Desde que iniciaron esa colección, en 1975, han liberado de su pragmática misión a 571 pergaminos musicales que están extendidos y catalogados archivísticamente. En 2016 Fidel Carrera describió un centenar de ellos desde la musicología.

El Archivo recibió el Diploma acreditativo del Patrimonio Documental Español inscrito en la Memoria del Mundo de la UNESCO por este hallazgo. Como técnicos conservadores de ese patrimonio no podían avanzar más en el estudio de las partituras hasta que en 2016 suscribieron un convenio con la Universidad de Valladolid. Entonces Fidel Recio se zambulló en el estudio de los pergaminos con notación aquitana, de los que hay unos 200.

Interpretar fragmentos

«Esta notación (forma de transcribir los sonidos musicales) llega desde Francia, con al reforma cluniacense. En el Concilio de Burgos, en 1080, reinando Alfonso VI y con Gregorio como papa, el cardenal Ricardo obliga a imponer el rito romano. Solo en Toledo resiste el rito hispánico mozárabe», explica Carrera.

Es ese cambio en el rito lo que lleva a parroquias y monasterios a renovar sus libros, misales y cantorales, por lo que los pergaminos excedentarios se acaban utilizando para las encuadernaciones. «La propia reina Isabel la Católica recomienda ese procedimiento de encuadernación a la holandesa», apunta el musicólogo. El paso de los libros de la liturgia hispánica a la gregoriana o franco-romana supone un cambio en su organización: por ejemplo un salterio hispánico contiene íntegro el libro bíblico de los salmos mientras que el gregoriano los ordena según las fiestas semanales. Los graduales sustituyen al misal o los diurnale al liber horarum. El estudioso Pedro Calahorra explica a través de su personaje frater Petrus el sentir de los monjes, su resistencia a borrar de su memoria los antiguos cantos y sustituirlos por nuevos. La notación aquitana no descansa en pentagrama alguno, son puntos en medio del texto litúrgico. «Lo primero que hacía era buscar la rúbrica, en tinta roja, (r, de responsorio; a, de antífona...) que me decía qué tipo de canción era según el rezo al que estuviera dedicada. También había que atender al doblez del pergamino y tener en cuenta el recto y el verso para seguir el sentido del texto. Cuando encontraba el primer enunciado, lo testaba en el cantusdatabase.org y con eso ya podía saber muy aproximado de qué libro se trata», explica Carrera. «Había un mismo canto en distintos tiempos litúrgicos y luego en cada zona, se daban particularidades».

Carrera también atendió a la procedencia de esos libros, de qué escribanía salieron. «Casi seguro que los escribanos compraban breviarios enteros misales no porque estaban decorados y no se vendían al peso y los desmembraban para cubrir pleitos. Entre los 98 que he catalogado, encontré tres bifolios de adviento que estaban seguidos, procedían del mismo libro litúrgico, y otras dos parejas de otros dos breviarios». La notación aquitana cayó en desuso y se impuso la notación cuadrada, en la que cada sílaba se corresponde con un neuma.

Otros 470 esperando

De muy similar forma trabaja Juan Carlos Asensio, director de Schola Antiqua, quien tiene como fin último la interpretación. «Lo primero es identificar su contenido y a partir de él, la tipología libraria. Todo esto lleva consigo una minuciosa descripción tanto física del fragmento como de las piezas que contiene. Se identifica el tipo de letra, la notación, su adscripción litúrgica y en función de su originalidad se procede a una transcripción en notación moderna. En el caso de Medina del Campo, con los fragmentos del archivo Simón Ruiz, encontramos verdaderas joyas, algunas de ellas piezas únicas o casi únicas».

Fidel Carrera terminó sus prácticas en Chancillería y su directora, Cristina Emperador, espera que el convenio con la UVA siga atrayendo musicólogos hacia los pergaminos musicales de su archivo. Tener 14 kilómetros lineales de documentos (3,5 en el homónimo de Granada) les obliga a centrarse en sus series y esperar especialistas para sus colecciones, la de la planos y la de pergaminos.Todos ellos están digitalizados y prestos para su consulta on line en su web, con entrada específica en la portada para los aquitanos y los de Simón Ruiz.

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