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Julián Hernández, líder de 'Siniestro Total', durante la entrevista.
La 'Sustancia Negra' de Julián Hernández

La 'Sustancia Negra' de Julián Hernández

El líder de Siniestro Total publica su primera novela, una delirante historia regada de humor negro desde la que el autor contempla el hundimiento de la civilización occidental

Rosario González

Domingo, 22 de marzo 2015, 08:31

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A Julián Hernández, etiquetas como la de 'agitador cultural' le suenan poco menos que a una "batidora". Lo suyo, aclara, ha sido más bien un afán personal por comunicar que ha alcanzado niveles de "verborragia", o simplemente "hablar sin parar". Al fin y al cabo, el líder y fundador de Siniestro Total se ha dedicado fundamentalmente a contar historias, ya sea en forma de letras para canciones, artículos, relatos o su reciente estreno en la novela con 'Sustancia Negra. La increíble aventura del Insecto Palo'.

Hernández pergeña en esta ocasión un texto difícil de clasificar, que supone como poco un soplo de aire fresco en un panorama literario abrumadoramente homogéneo en ocasiones. Aclara que no es la novela de 'Siniestro Total', aunque herede sin duda la filosofía del grupo y adjetivos como el de iconoclasta, "partiendo de la idea de que no hay nada sagrado"; o neodadaísta, "en el sentido de estar en contra de una intelectualidad oficial". "La novela es humor negro, que no es un género, pero engloba un poco todo lo que es esta historia".

La sinopsis, tan simple como intrincada. "Alguien secuestra a alguien aleatoriamente para someterlo al suplicio de la gota china hasta la muerte", resume Hernández. La historia transcurre en una habitación en la que secuestrador y secuestrado están encerrados, aunque saldrán del lugar por medio de flashback o viendo cómo se desmorona el mundo a través del periódico o la televisión. "Lo que se ve en el exterior es mi parte de venganza personal, que es el hundimiento de Occidente; con tal de que se hundiera en el libro yo ya era feliz", comenta risueño.

Un crítica social con mucho humor en la que Hernández propone su particular apocalipsis, entendido como la caída de las bases en las que se sustenta el mundo actual. "Hay una cierta idea de mala baba, de tomar la realidad como absurdo y el absurdo como realidad; ya decía Joyce que la vida es esa pesadilla de la que tenemos que despertar", abunda este madrileño de infancia viguesa. "El peso que supone en la historia un país como España, un continente como Europa y una civilización como la occidental ya es demasiado peso para nosotros y es hora de que pase algo gordo".

No reconoce referencias claras en su escritura, más allá del concepto kafkiano entendido como rareza o la influencia del inventor de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna. Admite sin embargo que no leyó la novela hasta después de perpetrada. "Es una sensación muy rara, como una esquizofrenia. No es un tremendo entusiasmo ni un profunda decepción, sino más bien una placidez extraña".

Sobrevivir a uno mismo

¿Se reconoce uno en lo que escribe con el paso de los años?

Más bien uno se pregunta en qué coño estaba pensando. Es como una huella digital y te da espanto ver que eras así, con un cerebro tan desquiciado. A veces la sorpresa es para bien, encuentras una frase bien ligada o una fórmula que se puede recliclar.

Sus letras incluyen cosas como 'Ayatola no me toques la pirola', ¿da miedo tocar ahora algo así en un concierto?

Nosotros somos insignificantes, no vamos a ser Charlie Hebdo y esas cosas, en todo caso hubiéramos ardido antes en la plaza de San Pedro. No hay nada sagrado, la cosa está en hacer los chistes en el momento adecuado y en la capacidad de influencia. La falta de pretensión nos salva a todos de responsabilidad sobre pontificados.

¿Es complicado sobrevivir en el sector sin traicionarse a uno mismo?

Malamente, porque la libertad es muy cara. Significa un proceso de renuncia a muchas cosas para hacer realmente lo que te da la gana. Siempre piensas que la libertad absoluta no existe, pero algo como Siniestro Total tiene más que ver con la cabezonería. Igualmente la novela está publicada porque la editorial me la pidió y, aunque hubo presión con los plazos, no lo hubo con el contenido.

¿Faltan voces discordantes en la cultura en un momento como el actual?

No lo creo, hay un montón de cosas, pero la cultura o la información que llega a más millones tiende a ser más estable y menos crítica con el poder, siempre ha sido así. La estabilidad a la que tendemos es la banalización pero creo que sí hay otras estructuras y apuestas interesantísimas. Sigue habiendo francotiradores y parece que hemos vuelto a las catacumbas porque una agitación desde arriba no me la imagino, la verdad.

También se mueven cosas en el panorama político

No sé por qué tendemos a la eternidad y a creer que hay una vida eterna. La eternidad no existe y que las cosas sean inestables no es malo, el universo entero es inestable. En un sistema democrático -aunque yo no crea mucho en él- me parece que el voto de castido es una opción válida y que también debe haber un montón de posibilidades de voto. Incluso se puede votar por la inestabilidad, por qué no.

Se habla de nuevo de la idealización de la movida madrileña, de la visión que había de las drogas o de artistas que quedaron atrás en el camino, ¿encuentra esos discursos en su entorno?

Nosotros la verdad es que fuimos bastante moñas, de vinos, cervezas y bares, pero hubo un montón de gente que se quedó por el camino, no solo por las drogas duras, yonkis y canciones de Blue Reed, sino por accidentes de coche, y no es una tontería. También es cierto que se manejaba un concepto muy literario de las drogas más duras y parecía jauja y no lo era. Menos mal que se está poniendo algo en duda. Vivíamos en una especie de paraíso, con los socialistas en el poder, con el mejor de los Borbones, vivíamos una movida maravillosa... pero a la vez nos estaban metiendo en la OTAN y otras cosas y no era tan bonito. La historia de los años 80 es un poco esa parte distorsionada.

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