Patrín G. Barredo y Frederieke Saeijs, en el Calderón
El dúo de profesoras participa mañana en el ciclo organizado por Juventudes Musicales
Victoria M. Niño
Viernes, 27 de febrero 2015, 11:30
Dos intérpretes que compaginan escenario y docencia forman el dúo que mañana tocará en el ciclo de Juventudes Musicales. La pianista santanderina Patrín Barredo y la violinista holandesa Frederieke Saeijs trabajan juntas desde hace dos años, cuando llegó a la Universidad Alfonso X el Sabio, la intérprete de La Haya.
Beethoven, César Franck y Eugène Ysaÿe son los tres compositores de un programa «concebido para dar la visión del solista, ya que ambas tocaremos solas, y la de cámara, mostrando las posibilidades de los dos instrumentos juntos», explica García Barredo, profesora del Conservatorio Superior de Salamanca. «La primera parte tiene una obra para piano solo y otra para tocar juntas ambas de Beethoven, de su etapa intermedia. Y en la segunda parte, un dúo de Ysaÿe y un solo de violín de Cesar Franc. Curiosamente estos dos músicos trabajaron juntos y uno le dedicó la obra al otro».
Frente a la soledad de los recitales pianísticos, Barredo destaca el «doble placer de la música de cámara, porque es un placer compartido. Hay que ajustar las visiones, las personalidades». Lleva veinte años enseñando a los futuros pianistas. «Para mí la docencia es un verdadero lujo, es un placer colaborar con mi granito de arena a la formación de los que nos suceden». En cuanto al despiste ministerial sobre la educación musical, considera que «la clave está en entender para qué se hacen las cosas. La música, como cualquier arte, es un elemento de formación de la persona. Hay crisis, pero también mucha ilusión, mucha gente que ha hecho las cosas bien. Lo que nos tiene que mover es perseguir que la educación aumente los públicos y no al revés, que cada vez pueda disfrutar más gente». En cuanto al futuro de sus alumnos «la desesperanza no es por irse sino por no poder volver. Tenemos la generación mejor formada con un difícil mercado laboral. Corremos el peligro de que se rompa el eslabón entre una generación con otra».