Tango, danzón y blues, el nuevo combinado de Chucho Valdés

En la prueba de sonido hay un niño bailando sobre el escenario. Tiene diez años, es el sexto hijo de Chucho Valdés, el sexto que le sale músico. «Tengo tres bateristas y tres pianistas. Casi todos en la familia hemos nacido en octubre, así que hay combo para cantar el cumpleaños». El escenario para Chucho es el lugar donde se fabrica su nuevo género. «Lo último que he compuesto es un tango, que tiene raíz afroamericana, con danzón cubano y el blues. Para mí la música es un licuado de muchas frutas». En esa licuadora entra cada vez con más fuerza el flamenco, «porque ahora vivo en Benalmádena. Ya lo hizo mi papa con el Cigala, fue un éxito tremendo». Le acompañan cinco músicos y una voz. Al batería y al bajo les pide entrar, «son mis guías espirituales, con ellos voy al fin del mundo». Aunque él es quien elige el tema desde el piano. «La base rítmica es fundamental», tanto que hasta la busca en Bach, «es superrítmico. La clásica es la base, le pones el rimo afrocubano y tienes jazz». Para este admirador de Bill Evans, al que conoció cuando debutó en el Carnegie Hall de Nueva York «la primera vez que me arrodillé ante una persona, hasta entonces solo ante Dios en la iglesia» la creatividad está en la improvisación. «La gran emoción en el estudio o en el escenario es ver hasta donde puede llegar cada músico improvisando, a partir del tema y el tono previsto».