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Una de las salas del Palacio de Villena reúne una treintena de tallas de figuras bíblicas y del santoral colocadas sobre un graderío de palés. Gabriel Villamil

El Museo Nacional de Escultura saca a la luz 300 tesoros de su almacén nunca exhibidos

El arsenal de tallas, la mayoría anónimas y salvadas de guerras, expolios y ventas fraudulentas, abarca desde el siglo XII al XVIII

Jesús Bombín

Valladolid

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Martes, 28 de mayo 2019

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¿Qué tesoros esconden los almacenes de los museos?, ¿Cómo son esas piezas inéditas que no se exhiben por falta de espacio o de encaje en el discurso de una exposición? A desvelar esos misterios dedica el Museo Nacional de Escultura la muestra 'Almacén. El lugar de los invisibles', en la que reúne mezcladas entre sí, sin criterio de épocas, autores y contextos, una selección de obras talladas entre los siglos XII y XVIII, conservadas en su depósito y que nunca habían sido mostradas al público más que en los espacios devocionales para los que fueron concebidas.

En el Palacio de Villena han recalado 300 tallas y objetos artísticos, la mayoría de autoría anónima y procedencia desconocida, llegadas de los sótanos del Colegio de San Gregorio. El enigma que las rodea individualmente se diluye en el conjunto, al ser colocadas junto a otras en calidad de piezas secundarias, náufragas de la historia, supervivientes de guerras, expolios, ventas fraudulentas y procesos desamortizadores, hasta ayer invisibles para el visitante.

Las típicas cartelas expositivas que nombran al autor y la fecha de cada obra han sido sustituidas por un espacio identificativo común que solo revela el nombre del personaje al que alude cada objeto, en una exposición que pretende «dar a conocer el misterio que guarda el almacén como espacio secreto al que el visitante nunca accede», explica María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura.

Artistas anónimos y secundarios, sin presencia en la colección permanente, ocupan ahora las nueve salas del Palacio de Villena, sin más pretensión que sacarlos de su invisibilidad jugando con sus piezas. «Es una exposición que no tiene la coherencia perseguida en otras», admite Bolaños. «Se ha buscado ese aspecto imprevisible, desordenado, mezclando singularidades entre sí, enfrentando a la obra de arte sin las muletas del conocimiento y la información: si en otras exposiciones mandan las ideas, aquí lo hacen las obras».

La primera impresión del visitante al entrar en la sala que abre la muestra le traslada, a partir de una selección de relicarios napolitanos del siglo XVII y medallones colocados sobre estantes, a la idea de multiplicación y fabricación de esculturas en serie para conventos, celdas monacales, oratorios privados y palacios.

El contrapunto entre suelo y cielo lo ponen en la galería contigua un grupo de ángeles que sobrevuelan en posturas acrobáticas sobre un montaje escénico con estatuas de madera tumbadas sobre el suelo o adosadas en los laterales.

Fachada de la Casa del Sol, en la calle Cadenas de San Gregorio. Leticia García

La ampliación de la Casa del Sol sigue acumulando retrasos del Ministerio de Cultura

En los últimos cinco años las partidas del Ministerio de Cultura destinadas a la rehabilitación de la Casa del Sol aparecen presupuestadas con cantidades que sumadas han rondado los dos millones de euros, pero apenas se han ejecutado obras menores en el edificio. El Museo Nacional de Escultura, adscrito a la administración central, tiene sus fondos repartidos entre el Colegio de San Gregorio, el Palacio de Villena y la iglesia de San Benito el Viejo, pero sigue teniendo pendiente desde 2014 su ampliación a una cuarta sede en la Casa del Sol (dos mil metros cuadrados), lo que consolidaría Cadenas de San Gregorio como la calle de los museos. Desde hace varios años y con diferentes gobiernos, la ampliación de la pinacoteca sigue pendiente de un proyecto de rehabilitación que no acaba de completarse. Con él, se pretende ganar espacio para mostrar una parte importante de la colección de escultura y pintura que actualmente permanece inventariada y, en su mayoría, documentada pero 'invisible' al público en los sótanos del museo.

A quien se halla preguntado cómo es el aspecto trasero de una talla devocional se le ofrece la vista menos oficial y de materialidad profana de las piezas: con la madera en bruto, las marcas de gubias y azuelas del artista y la huella del paso del tiempo. Concavidades y huecos de árbol sobre el que se cincelaron las esculturas ofrecen a la vista el reverso de obras consagradas al arte y la religiosidad, adosadas a una pared o un retablo durante siglos, dejando ver las cicatrices del fluir de los siglos, y curiosidades como un dibujo cómico que alguien estampó en la base de una peana hace 400 años.

De las paredes de otra sala cuelgan decenas de cristos crucificados en madera, marfil o nácar, alterados en su posición de brazos y piernas, con paños de pureza que se alargan o se acortan, con mayor o menor realce anatómico y expresividad en el rostro, en tamaño monumental o doméstico. Un completo muestrario, en fin, de la historia de la escultura desde el siglo XII al XVIII, al igual que el bosque de columnas que sumerge al espectador en un territorio transfronterizo entre lo arquitectónico, ornamental y pictórico.

Igualmente llamativa resulta la visión de una treintena de tallas de santos colocadas sobre palés, simulando un graderío de personajes de poses, gestualidades, estéticas y escuelas diferentes, trasunto del coro de una ópera: San Elías blandiendo una espada convive con San Estanislao de Kostka, San Francisco de Borja o cinco clérigos menores, obra del italiano Pompeyo Leoni. Y dominando la escena, una escultura gigante de Santa Clara de Montefalco.

Frente a ese abigarramiento de personajes, en la pared opuesta se han colocado esculturas individuales con una historia curiosa tras ellas. Como la de la Magdalena que en su día perteneció a un embajador japonés de la época franquista y se libró de viajar a su colección privada en Nagasaki, permaneciendo para los restos guardada en el almacén del Colegio de San Gregorio.

Tallas del 'club de lectura'

Al corpus escultórico-literario se entrega una secuencia de estatuas del santoral que portan un libro, conformando un curioso 'club de lectura' desperdigado en el almacén y rescatado ahora para sacarlas de su existencia recóndita. El recorrido se cierra con un panel de fragmentos, alas de ángel, cabezas, brazos y pies de figuras que adornaron retablos y ahora son desvelados como arte superviviente del olvido y la destrucción gracias a la existencia del museo como refugio.

Las obras de arte presentadas en Villena representan el 15% de las 1.800 almacenadas en los sótanos del Colegio de San Gregorio. Allí se alojan 280 pinturas y esculturas de la colección permanente, contempladas cada año por más de 120.000 visitantes.

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