La plumilla que fija la historia desleída en las fotografías
La editorial Páramo recupera el descatalogado 'Valladolid en el recuerdo' con dibujos de Miguel Ángel Soria y textos de Ángel Allué
Dibujó a comienzos de los ochenta el Valladolid de su infancia, el del recuerdo, el recientemente desaparecido. Miguel Ángel Soria (1945) buscó a quien pusiera ... letra a sus imágenes y fue Ángel Allué. Ambos firmaron 'Valladolid en el recuerdo' en 1983. Descatalogado durante décadas, la editorial Páramo lo acaba de reeditar. 56 estampas de rincones, teatros, jardines, oficios, iglesias.
«Fui con mis dibujos a casa de don Ángel Allué. Tenía una memoria tremenda y conocía todos los lugares de Valladolid, las costumbres y las familias», recuerda Soria al cronista de, ente otros, este periódico. El dibujante siempre ha tenido querencia por el rigor histórico, por fijar la realidad,«no invento nada». Trabaja a partir de la calle y de la documentación gráfica, «pero las fotografías de prensa antiguas están tramada y a veces no dejan ver bien la imagen, por eso me preocupé de recrear esas estampas para que se vieran».
Comienza 'su' Valladolid con la Plaza Mayor, «así estaba en mi infancia, con árboles y paso de vehículos». El kiosco de Valero, recuerda Allué, expendía las novelas de Salgari y los cuadernos de Dick Turpin. En sus soportales, la peluquería La cosmopolita.
En la Iglesia de San Lorenzo fue bautizado Soria, «era un templo importante, el de la patrona». El afilador es el primer trabajador que se asoma a estas páginas que también hablan de trabajos extintos. El bazar Parisien fue el antecesor de la joyería Ambrosio Pérez y Soria recrea el magnífico y decimonónico escaparate de madera. La máquina de 'cacagüeses' era casi una locomotora, la barquillera sigue existiendo en Salamanca o en Madrid, y el fotógrafo del Campo Grande ha quedado eternizado en una escultura. Todos ellos son rescatados por la plumilla de Soria. El Teatro Capitol, en la calle Panaderos, el Gran Teatro, –antes Teatro de la Comedia y después Cine Coca– o el Teatro Pradera son coliseos desaparecidos.
El trazado arquitectónico de las pérgolas del Poniente convivían con las estatuas de cemento que custodiaban las cuatro entradas. «Todas las madres subían a sus niños a esos pedestales para hacerles fotos», recuerda. Pinocho o La Lechera alternaban con Pipo y Pichi. Luego fueron destruyéndose hasta quedar solo en la plumilla de Soria y en las fotografías.
La Feria del ganado en el Vivero, junto a la Moreras, estaba en al zona de influencia del Soria chaval, que vivía en la calle Pasión, donde sus padres regentaban un restaurante también ha inmortalizado.
En la barca del estanque del Campo Grande subió el dibujante de pequeño y con los últimos 'Catarros' ha navegado junto a sus nietos. El Colegio Hispano señoreaba en el solar que después acogió a La Salle. La Fuente del Sol o la Dorada hacen correr el agua entre las callejas que encandilan a Soria quien también se para en la Posada Porta Coeli, ahora sin reatas de mulas y sin que el pozo sea imprescindible para sus habitantes. El Tragaldabas no ha perdido ni un gramo en este siglo que abarca su pluma y el «gótico postizo» de La Pilarica ha sido asumido casi como natural. Eslabón gráfico para las nuevas generaciones este Valladolid del recuerdo.
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