«La mujer, hoy en día, es una clase social en sí misma»
El novelista vallisoletano viaja al campo castellano del XIX en 'Madre mujer muerta' que narra la corta vida de Galia que fallece al dar a luz
A Adolfo García Ortega le gusta cambiar, de Japón al campo castellano, del ensayo a la novela de ambiente decimonónico. 'Madre mujer muerta' (Galaxia Gutenberg) ... parte de un inesperado legado documental que habla de su familia. La reconstrucción literaria le permite trazar un fresco en torno a la maternidad, el fugaz rastro de la ilustración en la Castilla rural del XIX y los héroes silenciados.
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–¿Se le han entrelazado vida y literatura se le han entrelazado en ese inicio con el tópico del manuscrito encontrado?
–No, en absoluto. Mi libro es una novela, una obra de ficción, en la que decido dónde empieza y acaba el artificio. ¿No dicen los taurinos que hasta el rabo es toro?, pues en mi novela de cabo a rabo es ficción. Quería hacer una historia hermosa que sucediera en el siglo XIX, pero no quería escribir una típica novela del XIX, uno de esos folletines comerciales, sino una novela con forma y elementos contemporáneos, como la fragmentación o la perspectiva de que el narrador avisa al lector de que está escribiendo una novela, etc. He tratado de hacer una historia clásica que sea moderna. Eso sí: basada en una remota historia familiar, relativa a mi madre, pero lo que cuento es pura ficción.
–¿Le ha cambiado su percepción de su familia, de su madre?
–Me ha hecho entrar a fondo en la mente de una mujer, en la sensibilidad y la fortaleza de una joven madre. Mi madre se embarazó de mí como le sucedió a su abuela setenta años antes, y vivió un tiempo con la emoción, el temor y la valentía que le he transferido a Galia, mi personaje en la novela, una joven que se enfrenta a la búsqueda de su sitio en un tiempo y en una sociedad en que los seres marginados pasan enseguida al olvido. Por fortuna, mi madre pudo tener una vida plena después. Siempre he tenido un nexo muy especial con ella, que procede de saber que, durante una época, ella sólo me tenía a mí y yo sólo a ella.
–Hay una honda reflexión sobre la maternidad, entonces contada únicamente por hombres, y causa de una hermandad femenina universal. ¿Ha evolucionado algo siglo y medio después?
–Mi novela trata de la maternidad difícil y de la mujer en un contexto hostil. Pero el argumento, en realidad, es la historia de una reconstrucción, la que Selva, el otro protagonista de la novela, el médico que la atiende en el parto, hace de la vida de Galia. El personaje de Luis Selva representa el despertar de la conciencia ante la posición social secundaria de la mujer, y en ese despertar halla él su plenitud. En cuanto a la evolución de esa posición secundaria femenina, es ahora cuando se están materializando los logros que el feminismo siempre ha abanderado. Y prueba de ello es que, precisamente, la mujer, el universo femenino, es el mayor factor de confrontación entre progresismo y reaccionarismo. Lo paradójico es que haya mujeres como Isabel Díaz Ayuso u otras de ultraderecha que digan las sandeces que dicen.
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–Los personajes masculinos pueden elegir pero ninguno sale bien parado.
–Sólo sale bien parado Luis Selva, quizá porque es homosexual y decide cambiar de mentalidad. Pero el resto de personajes masculinos representan ese patriarcado que, sutil o de trazo grueso, ha venido marcando la sociedad desde siempre. Ahora el 'siempre' ya ha perdido su capacidad de amenaza. En el futuro, se verá esta época como la del gran cambio de la mujer. Sin embargo, me temo que en culturas donde la religión tiene un peso legislativo, ese cambio tardará mucho en darse. Es obvio que el mundo está en crisis de valores masculinos.
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–¿Las citas de la Odisea son de Selva o de usted?
–Las novelas en general en Occidente tienen por base la Odisea, que es la consecución de un viaje. En mi novela, que adopta la peripecia de una investigación, se produce un viaje de transformación. Ese viaje viene pautado por tres momentos claves de la Odisea que forman parte del diario del protagonista, Luis Selva. Selva es un hombre atormentado, fracasado, que halla en Galia, la joven a la que atiende, una meta, un objetivo, para poder redimirse.
–«Los amos disponen de su tiempo, nosotros no», dice uno de sus campesinos. ¿El tiempo era y es la moneda de la verdadera riqueza?
–Otro aspecto de la novela es el contexto histórico en que la sitúo. Son los tiempos del despertar industrial y financiero de Castilla y del País Vasco, con el surgir de una burguesía, primero agraria y luego industrial, con el florecimiento del ferrocarril. Salen a relucir todos los aspectos del capitalismo y de las clases dominantes, en los gobiernos de Cánovas y de Sagasta, antagónicos. En esa época, la explotación de los campesinos y de los obreros era total, el tiempo era un valor inalcanzable, el tiempo era lo que permitía el desarrollo personal, algo que sólo ha logrado, al cabo de un siglo, la clase media. Pero hoy en día volvemos a vivir un momento en que el tiempo es un bien carísimo para las nuevas clases sociales. ¿Sabe cuáles son las clases que menos tiempo tienen? Los trabajadores, los emigrantes, los jóvenes y las mujeres. La mujer hoy en día es una clase social en sí misma.
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–Recrea un tiempo, un campo y una ciudad, Valladolid, decimonónicos. ¿Cómo ha sido ese viaje, en qué fuentes ha bebido?
–Todo novelista que se precie trata de documentarse sobre el contexto de sus novelas. Yo lo hago siempre. En este caso, he ido a fuentes documentales de mi ciudad natal y he leído suficientes libros de la época. Pero no ha sido lo más importante, porque lo que busca la novela es trazar una metáfora contemporánea sobre el amor, la desigualdad del hombre y de la mujer y la identificación de un nuevo tipo de héroes y de heroínas. La idea que ha presidido mi novela es una frase que encontré en los 'Diarios' de Patricia Highsmith: «La esencia de la masculinidad es la dulzura; la de la feminidad, la valentía». Mis dos protagonistas, a su manera, representan esa esencia, ambos contra el mundo y las convenciones.
–Escribió un ensayo sobre Israel hace un año ¿consideró que esta última guerra se prolongara de esta manera y con los actores internacionales en estos términos?
–En 'Otro Israel posible', por desgracia, se aventuraban ya los terribles hechos que el gobierno asesino de Netanyahu ha perpetrado, y sigo clamando por que haya un nuevo liderazgo en ambas partes, pero sobre todo en Israel, un país desacreditado y arruinado moralmente para las próximas décadas.
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–¿Qué escribe ahora?
–Trato de que me habite una historia tan emocionante como la que acabo de publicar. Ya veremos si soy capaz de concebirla.
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