Darío Villanueva: «Nadie puede obligar a 500 millones de hablantes a usar la palabra 'elles»
Su ensayo 'Morderse la lengua', presentado ayer en la Feria del Libro, ha resultado ganador del Premio Francisco Umbral
El lenguaje se ha convertido en uno de los modernos campos de batalla de las luchas políticas, especialmente de las impulsadas por movimientos como el ... de la corrección política, o el lenguaje inclusivo. Pero, en gran medida, se trata de guerras condenadas al fracaso, a juicio del lingüista Darío Villanueva, ex presidente de la Real Academia de la Lengua. «No hay ninguna entidad ni poder que pueda obligar a 500 millones de hispanohablante a usar la palabra 'elles». Con su ensayo 'Morderse la lengua: corrección política y posverdad' ha logrado el Premio Francisco Umbral.
Frente a los que se lanzan al asalto de las palabras y las formas gramaticales, acusándolas de sexistas, intolerantes o insensibles, Villanueva «pide respeto hacia unas reglas que nadie ha impuesto, sino que los habitantes se han dado a sí mismos a lo largo de los siglos». A su juicio «hay que respetar la configuración gramatical de los idiomas, porque la lengua es un sistema coherente con el que no se puede jugar sin provocar distorsiones». Y así, por ejemplo, explica que, por coherencia gramatical, si aceptáramos 'miembra' como femenino de 'miembro', tendríamos que decir que el brazo es un miembro del cuerpo, mientras que la pierna tendría que ser una miembra.
La artificiosidad de este tipo de pugnas, como el desdoblamiento masculino/femenino, se hace evidente en los momentos de verdad importantes. Villanueva recuerda que Pedro Sánchez no usó este lenguaje cuando tuvo que anunciar el comienzo del estado de alarma y del confinamiento «y ninguna de mis amigas se sintió excluida por sus palabras».
Villanueva no quiso menospreciar la capacidad dañina de estos fenómenos de corrección política, que él vio nacer en las universidades norteamericanas ya durante los años 80, en sus frecuentes visitas a aquel país. «Allí vi aparecer una forma de censura atípica, que no procedía del poder político, sino de unas entidades gaseosas que se identifican con la sociedad civil». Una censura inspirada en la obra de Herbert Marcuse 'La tolerancia represiva', «un título que es una contradicción en sí mismo, pero que es el fundamento de la corrección política».
El resultado no puede ser más terrible: «Muchos campus de Estados Unidos son hoy lugares invivibles para un ciudadano que se considere libre». Y fenómenos como la crítica de la «apropiación cultural» han llevado incluso a que en Holanda se criticara que una mujer blanca pudiera traducir a una poeta afroamericana de Estados Unidos, obligándola a renunciar.
Villanueva cree que estos movimientos basados en los particularismos conducen a un poshumanismo, entendido en este caso como impugnación del humanismo clásico. «El humanismo proclamaba la igualdad profundad y universal del ser humano, más allá de las diferencias, pero ahora la condición humana es sectorial».
Con todo, el autor de 'Morderse la lengua' cree que hay motivos para la esperanza porque «la sociedad española tiene algunos anticuerpos para defenderse de estos fenómenos». Y cita como evidencia el altísimo rechazo (en torno al 90%, según una encuesta de Metroscopia) que suscitan las imposiciones del lenguaje inclusivo.
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