La novela gráfica, pasaporte del cómic para entrar en las grandes superficies
Miguel Gallardo conversó con Cristina Bueno y José María Conget sobre la evolución del género
Victoria M. Niño
Lunes, 13 de junio 2016, 10:06
La convocatoria era en torno a la novela gráfica aunque desde el inicio convinieron en que era una etiqueta comercial que les ha dejado entrar «en las grandes superficies. En ese aspecto nos ha venido muy bien», decía Miguel Gallardo.
El historietista leridano venía de firmar en Madrid y sustituía a Paco Roca, que a última hora causó baja. Pero curiosamente ambos viven tiempos de cómic autobiográfico. Gallardo, creador de Makoki, El Niñato o Pepito Magefesa, todos ellos hijos de los setenta y los ochenta, comenzó en los noventa a dibujar sobre su padre Un largo silencio, sobre su hija María y yo (también documental) y María cumple 20 años y ahora este amigo del «reciclaje» se aventura a una suerte de autopsicoanálisis gráfico. «Uno evoluciona, no haces lo mismo que cuando tenías veinte años. Te casas, tienes hijos, y 60 años. Ya no vale lo de antaño, hacer un hit y repetirse. Ibáñez sigue dibujando a Mortadelo, yo no puedo. Ahora el personaje soy yo».
Cristina acaba de publicar una novela gráfica con guion de Isaac Rosa. «Me llamó la editorial cuando ya estaba el texto. En ese caso lo interiorizas y adaptas tu trabajo al del otro autor. Hay sido muy fácil trabajar con él». Ella se incorpora a un mercado de público pequeño, como señalaba Gallardo. «En España comienza ahora a haber nuevos lectores de cómic adultos. La mayoría de la gente te dicen que leían Mortadelo o Astérix de pequeños y ahí se quedaron. Eso hace que la tirada de los cómics sea aquí de 2.000 o 3.000 ejemplares, frente a los 15.000 o 20.000 de Francia, donde hay una tradición más asentada. Por eso si llamar a un cómic de más de 200 páginas novela gráfica y podemos estar en más estanterías, bienvenido sea».
José María Conget tenía ayer el trabajo de presentar a ambos creadores gráficos. El escritor zaragozano reconoció que aún hoy el cómic en España se identifica con público infantil y hay cierto desdén por el género entre los intelectuales. «Sin embargo en los años cuarenta y cincuenta eran los tebeos de Bruguera los que hablaban de lo que se censuraba en la prensa. Las hermanas Gilda citaban las cartillas de racionamiento, Carpanta padecía hambre porque solo comía una aceituna al día, la familia feliz de los Zipi y Zape estaba presidida por un padre-ogro».
En ese sentido, apuntó Gallardo la «fatal» campaña del Ministerio de Cultura y Educación en los ochenta en el que un niño leía un cómic y se animaba a no quitárselo porque «quien hoy lee un cómic, mañana leerá un libro».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.