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Amelia Valcárcel y Soledad Murillo, con Victoria Soto, detrás,
«Los estados que no protegen el tiempo de sus mujeres cosechan baja natalidad»

«Los estados que no protegen el tiempo de sus mujeres cosechan baja natalidad»

Amelia Valcárcel conversó con Soledad Murillo sobre los 'Retos de la igualdad en el siglo XXI'

Victoria M. Niño

Lunes, 13 de junio 2016, 22:14

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Filósofa que ha dado muchas vueltas a las religiones, miembro del Consejo de Estado, vicepresidenta del Patronato del Prado, catedrática, Amelia Valcárcel es muchas cosas. Ayer estaba en la Feria en calidad de feminista, de alguien convencida de que «la mujer no nace, se hace», de que «la diferencia femenina es un producto cultural». Estaba llamada a hablar con la socióloga Soledad Murillo, profesora en la Universidad de Salamanca, de los Retos de la igualdad en el sigloXXI.

«El principal es la globalización. Nuestro mundo ha tendido a un proceso globalizador desde la era del descubrimiento, que ahora vive una nueva era multipolar y nada nos asegura que podrá sostener la batuta del proceso. La existencia de muchas mujeres es todavía muy precaria y demasiado sujeta a lo que fueron antiguas inercias de la sumisión que no cambian», explicó Valcárcel (Madrid, 1950) en rueda de prensa.

«El mayor problema de nuestro mundo es que no es uniforme. La gente cree que la globalización es un proceso pacífico sin tener en cuenta la enorme cantidad de violencia que ha generado en el siglo XX». Tenía a Soledad Murillo, que fue Secretaria General de Políticas de Igualdad en el primer gobierno de Zapatero, de contertulia. Así que se intento centrar la cuestión en España, en aquellos gestos testimoniales de la paridad perseguida por el presidente leonés. «He dedicado mi vida a Hegel, así que no estoy convencida de que se llegue al objetivo. En el camino son naturales y hasta necesarios los pasos atrás. No es privativo de España, hablamos de todo Occidente. Está comprobado que los estados que no protegen el tiempo de sus mujeres acaba cosechando un descenso de la natalidad. Toda Europa la tiene baja, excepto los países nórdicos. Se les hace incompatibles sus planes de vida con la familia, de ahí el miedo a tener hijos». Por otra parte, sostuvo que es una tendencia agravada por la crisis, «que nos está haciendo especialistas en cobrar menos».

La autora de Feminismo en un mundo global (2008) solo ve cierta solución en ampliar la educación de 0 a 3 años y en políticas de apoyo. «Pero claro si supiera cómo mejorar el empleo, aspiraría al Nobel», decía riendo. «Estamos deslocalizando la producción de bienes básicos en todo Occidente y se está yendo a Asia. Europa se queda con la innovación. ¿Cómo proteger el trabajo?, es difícil. Una familia ya no puede vivir con un salario».

No conoce ningún ámbito profesional en el que la situación de la mujer vaya a la par que la del hombre. «En el ámbito del saber, no hay paridad, tampoco en la creatividad, ni en la empresa, ni en la opinión, ni en la religión. La situación de la mujer en el mejor de los casos se acerca al 15%. Por otra parte se pierden posiciones, en sectores donde se había avanzado, se retrocede».

Acuerdos mínimos

En cuanto al interés que este tema despierta en los partidos políticos, «no veo a ninguno que se interese de verdad. Es fácil asumir acuerdos en tema como el de la violencia doméstica, ¿quién diría que no?. Pero eso no se traduce en una preocupación por lo que genera esa violencia extrema, que está precedida de otras en la escuela, en la economía. Llegan a acuerdos de mínimos pero ninguno asume esto en su programa porque les puede restar apoyos. Se manifiestan tibios al respecto». Además está la cuestión de los plazos, «es muy difícil que un Gobierno llegue a arreglar cuestiones de calado en una legislatura». El Código Penal «no varió los tipos de delitos por la a Ley de Violencia de Género. El Código existe para castigar pero eso es sí mismo no varía la costumbre (de ejercitar esa violencia)».

La joven que batalló desde el colegio mayor por colgar en su habitación el artículo 19 de la Declaración Universal de los derechos Humanos «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión» sigue dando vueltas a las religiones. «Son partes inertes de grandes conglomerados de la sociedad en los que no hay un vértice que avance, sino que una estructura que intenta conservador sus esquemas y sus valores. Son muy resistentes y algunas ferozmente contrarias a cualquier cambio de posición», sentencia la autora de La memoria y el perdón.

Soledad Murillo y Amelia Valcárcel recibieron los cuentos premiados en la tercera edición de La igualdad no es un cuento, de manos de la concejala Victoria Soto. La noche de la Feria terminó con una jam sesion ilustrada a cargo de The Lizard Pants Band, a la música, y Raúl Allén, a la creación gráfica.

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