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Cristina Peri Rossi y Julio Cortázar en 1973, en la casa de la parisina Rue de Léperon, donde él vivía
Una historia de amor y de amistad

Una historia de amor y de amistad

Cálamo publica 'Julio Cortázar y Cris', la crónica interrumpida de una relación entre escritores afines

Angélica Tanarro

Domingo, 22 de junio 2014, 11:51

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Como una larga conversación interrumpida por la presunta y traicionera muerte entre alguien que se consideraba inmortal y otro alguien que nunca aceptó la partida del primero. Algo así es el libro Julio Cortázar y Cris, que acaba de publicar el sello palentino Cálamo. Está claro quién es uno de los dos interlocutores, el escritor argentino del que se conmemora el centenario de su nacimiento. La otra, la Cris del título, es Cristina Peri Rossi, la escritora uruguaya (Montevideo, 1941) exiliada en España con quien mantuvo una relación de amor y amistad, de complicidad y juegos. Cris era el diminutivo cariñoso que utilizaba el autor de Rayuela para dirigirse a ella.

El libro es una crónica sentimental de un tiempo compartido, un libro emocionado y emocionante, que comienza con dos frases contundentes: «No fui al entierro de Julio Cortázar. No estoy en la foto». Peri Rossi nunca terminó de aceptar la muerte de su amigo. Y aún hoy confiesa que no la ha aceptado del todo. «Cuando pienso que han pasado treinta años, no me lo puedo creer. Ya sabemos que el tiempo es algo muy subjetivo. Cuando ya estaba enfermo solía decir que él era inmortal. No en el sentido figurado de la fama y todo eso, sino en el de una persona que nunca se va y eso es lo que me pasa con él, que es como si no se hubiera ido».

Cris, Cristina, habla deprisa cuando lo hace de Julio, como si tuviera prisa por dejar de hacerlo, por devolverlo al lugar de su intimidad, después de haber escrito con el corazón encogido estas páginas, las primeras autobiográficas que compuso con la finalidad de ser publicadas: la primera parte de este Julio Cortázar y Cris apareció hace algunos años y ahora su autora lo ha rescatado y completado con capítulos en los que de alguna manera «le cuento lo que ha pasado después de su muerte». ¿Por qué el libro ahora? La pregunta se la ha hecho ella misma en alguna ocasión. «Mi primera intención fue publicar algunas de las cartas que nos intercambiamos. Yo no tengo las mías. Y en cuanto a las suyas, siempre tendría en cuenta que él consideraba que la correspondencia era algo privado y por tanto sacarla a la luz tenía algo de frívolo. Pero hubiera publicado dos o tres cartas para que se viera su estilo epistolar tan espontáneo pero también porque eran importantes para nuestra relación, pero no obtuve permiso». Los derechos de publicación de sus obras los tiene Aurora Bernárdez la que fuera su primera mujer y la que le cuidó hasta su muerte, toda vez que Cortázar había enviudado de su segunda mujer, la canadiense Carol Dunlop.

Este propósito no cumplido de sacar a la luz alguna de las cartas supone un cambio de postura. Al poco de la muerte del escritor un representante de Aurora o de Saúl Yurkiévich, su amigo y albacea, se las pidió. «Había pasado muy poco tiempo de la muerte de Julio. Me pareció una falta de respeto. A mí no me gustaría que al mes de mi muerte anduvieran publicando mis cartas. Otra cosa es que el escritor deje dicho qué se puede publicar y qué no. Yo solo me amparé en sus palabras. Para él, como he dicho, las cartas eran un asunto privado. Nunca tuve un contacto directo con Aurora sobre esto».

Cortázar y Peri Rossi se habían conocido en París en 1973. Ella ya vivía en Barcelona, tras el exilio a que le obligó la dictadura en su país. Pero mantenía un vínculo: el secretario de Redacción del semanario Marcha, donde ella había colaborado hasta su salida del país, era el único que conocía su dirección en España por motivos de seguridad. Él le reenvió a su domicilio de la Ciudad Condal una carta que Cortázar le había escrito tras leer su novela El libro de mis primos («lo encontré le escribía Cortázar por casualidad, una mañana de invierno, revolviendo una mesa de la librería LAmerique Latine, donde me siento como un sapo en pozo propio») Tras leerlo, supo que tenían mucho en común. Lo que aún no sabía es que iniciaba una larga historia de complicidades, de estrecha amistad, (Julio hubiera querido algo más, pero ella siempre fue sincera con él en cuanto a su orientación sexual) de amor, sin el componente sexual que, según Peri Rossi, «no siempre es indispensable. El amor puede tener muchas maneras».

Barcelona fue la ciudad en la que más veces se encontraron. Les gustaba caminar anónimamente, ir al rompeolas, un lugar que fascinaba a Julio, y visitar los museos. También se dejaban caer por Sitges donde vivía el editor de Rayuela, Paco Porrúa. Él le escribió quince poemas de amor: Cinco poemas para Cris, Otros cinco poemas para Cris y Cinco últimos poemas para Cris. Durante mucho tiempo ella no desveló por pudor quién era esa Cris. Y tiempo después él le pidió permiso para publicarlos. Lo hizo en Salvo el crepúsculo. No asistió a su entierro. «Él ya no me necesitaba». Y ahora, una vez que e l libro está en la calle «me siento a gusto, afirma la escritora por teléfono desde su casa de Barcelona. Pienso que ya puedo dar esto por cerrado. He dicho lo que quería decir, y aunque ha sido angustioso, ya está cerrado. Ahora puedo pensar en mis otros proyectos».

Entre ellos un libro de poemas, La noche y su artificio, que publicará esta misma editorial en septiembre... Y cuentos que esperan su turno.

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